El Reino Unido dio de baja una prohibición para la producción de gas shale. Noruega está perforando en el Ártico, buscando petróleo a niveles más profundos. EE.UU. le pide a las grandes compañías que produzcan más crudo.
Los ejemplos ilustran como muchos grandes países están dando marcha atrás (o al menos ralentizando) partes de sus planes de terminar con la producción de combustibles fósiles.
No es el caso de Colombia, cuyo primer presidente de izquierdas, Gustavo Petro, ha dejado de ofrecer nuevas licencias de exploración petrolera en el tercer mayor productor de América Latina.
También está impulsando en el Congreso una ley que presentó en el primer día de su mandato: incrementar los impuestos a las exportaciones. Y está trabajando en una prohibición del fracking. No hay otro país a nivel global que esté imponiendo restricciones de esta magnitud.
Los ejecutivos del sector petrolero en Bogotá están entendiendo el mensaje. Ecopetrol SA, la productora estatal, está abandonando proyectos piloto de fracturación hidráulica, una controvertida técnica de extracción en la que confiaba para reactivar la producción. Y productores independientes, como Gran Tierra Energy, están buscando en otros lugares, incluso en el vecino Ecuador, mientras hacen planes para aumentar la producción. La Asociación Colombiana del Petróleo estima que los planes de Petro provocarán una caída del 30% en la inversión en la industria.
“Están asustando al sector privado”, dijo John Padilla, director gerente de la consultora de energía IPD Latin America, con sede en Colombia.
Todo esto, por supuesto, es una gran noticia para cualquier persona preocupada por el calentamiento global. El problema es que la ofensiva petrolera está contribuyendo a desencadenar un colapso en los mercados colombianos que, si no se controla, acumulará presión financiera y política sobre la nueva administración. El peso se ha desplomado más de un 20% frente al dólar desde que Petro fue elegido en junio, aumentando el precio de las importaciones y sumándose a una espiral de inflación que está afectando a los colombianos.
“La pregunta”, dijo Padilla, “es cuánto tiempo puede continuar esa retórica”.
El activismo medioambiental de Petro destaca en una región en la que las materias primas han impulsado históricamente la economía. Cerca del cincuenta por ciento de los ingresos de exportación de Colombia proceden del petróleo y la minería. Si Petro tiene éxito, proporcionará una hoja de ruta a otros países de mercados emergentes sobre cómo adelantarse a la transición energética.
O podría convertirse en un cuento con moraleja sobre un ecologismo demasiado ambicioso. El impulso antipetrolero acelerará sin duda el declive de la producción y las exportaciones de Colombia en un momento en que el país necesita todos los ingresos posibles para financiar sus planes de impulsar el gasto social.
Riesgo de una reacción negativa
El riesgo de una reacción negativa contra Petro a nivel público es real, especialmente porque también está eliminando los costosos subsidios a los combustibles. El presidente de Ecuador estuvo a punto de ser destituido este año por los precios de los combustibles. Brasil y México han sacrificado los ingresos fiscales para subvencionar la gasolina y el gasóleo. Muchos observadores de la industria todavía esperan que Petro dé marcha atrás bajo el peso de los tensos presupuestos nacionales.
“Las circunstancias dictarán, y la retórica tendrá que alinearse con la realidad más pronto que tarde”, dijo Schreiner Parker, jefe de América Latina de la consultora Rystad Energy.
Los miembros del equipo económico de Petro discrepan sobre la rapidez con la que el país debe abandonar el petróleo y el gas. El ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, ha dicho que no hay una decisión final sobre el fin de la exploración de petróleo y gas. Mientras tanto, la ministra de Energía y Minas, Irene Vélez, una académica y activista ambiental que ha trabajado con Petro desde que éste era alcalde de Bogotá, ha dicho que la prohibición de adjudicar nuevas áreas de exploración sigue vigente.
El Ministerio de Energía dijo que Ecopetrol y otros exploradores ya tienen suficientes licencias para aumentar las reservas probadas de petróleo de Colombia, y que el gobierno permitirá que los proyectos existentes sigan adelante.
Incluso si Petro frenara o revirtiera su impulso, ya ha debilitado la capacidad de Colombia para dar un giro a una industria petrolera que lleva años en declive. El país siempre ha sido difícil de vender para las grandes petroleras internacionales.
Colombia no ofrece el mismo tipo de descubrimientos de miles de millones de barriles que se han hecho en Guyana y Brasil y necesita ofrecer más incentivos para que las empresas asuman el riesgo de la exploración. Chevron Corp. se retiró de Colombia en 2019. Occidental Petroleum Corp. vendió sus campos terrestres colombianos en 2020. Incluso Ecopetrol, una empresa cuya dirección es elegida a dedo por el gobierno, ha recurrido al esquisto estadounidense en busca de oportunidades de expansión.
Si Petro consigue cambiar a las energías renovables en un país con fuertes vientos, ríos caudalosos y abundante sol, el duro comienzo de su mandato quedará olvidado. Los 13 gigavatios de proyectos de energía renovable previstos en Colombia ayudarán a reducir la dependencia de los hidrocarburos, y Ecopetrol tiene más planes concretos de energía renovable e hidrógeno verde que sus pares regionales Petróleos Mexicanos o Petróleo Brasileiro SA, según BloombergNEF.
La Asociación Colombiana del Petróleo, sin embargo, ve que se está gestando una crisis mucho antes de que el país llegue a esa transición.
“Todas las alarmas están encendidas”, dijo en una entrevista Francisco Lloreda, jefe del grupo.
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