Guatemala — Cuando Wilfrander Marín decidió salir de Chile con sus gemelos menores de 1 año de edad, su hija mayor de 7 años, su esposa y su suegra, persiguiendo una nueva oportunidad migratoria en Estados Unidos, no imaginaba que luego de 6 días de camino y más de US$8.000 invertidos en ello, le esperaría una medida extrema por parte de las autoridades de su destino final, que los haría retroceder.
En el trayecto desde la isla de San Andrés, en Colombia, ya escuchaba rumores de lo que pretendía activar la administración de Biden para desalentar el paso ilegal de venezolanos por la frontera mexicana. Creyó que no era cierto y decidió subirse al peñero que los llevaría hasta Nicaragua, tras 13 horas en alta mar.
Regresar no era una opción en ese entonces, tampoco cuando llegaron a Honduras, luego a Guatemala y finalmente a México. Ya era 10 de octubre, dos días antes del anuncio formal del programa humanitario que habilitaría Estados Unidos para los venezolanos, en paralelo a la devolución de todos aquellos que intentaran cruzar de forma irregular la frontera. Wilfrander continuaba su paso por poblaciones mexicanas.
Una vez oficializado el parole, Wilfrander seguía en territorio mexicano, y asegura que fue atendido por la policía migratoria de ese país, que ofreció ayudarles. Sin embargo, él y su familia fueron trasladados dos poblaciones atrás, que ya, por su cuenta habían avanzado.
“Los pueblos están colapsados, aquí se va a formar un problema más grave. Hay miles de migrantes venezolanos en cada pequeño refugio que han habilitado”, comenta el joven venezolano, en conversación con Bloomberg Línea.
Ni él ni su familia se sienten en capacidad de retroceder. Luego del esfuerzo de llegar hasta allí, entre autobuses, algunos coyotes y alimentación reducida, con la esperanza de reencontrarse con otros familiares en Estados Unidos, esperan que pueda dárseles otra opción.
Ellos y otros tantos migrantes venezolanos se mantienen en México, atados a esta posibilidad. Él, por su parte, ha recibido ayuda de organizaciones afines a la iglesia católica, y es que los pocos ahorros que le quedaban, se le fueron diluyendo con el pasar de los días, desde oficializado el decreto, pagando habitaciones de hotel a US$40 la noche.
No se refiere a la ruta emprendida como un riesgo que tomó, más bien como una decisión bien planteada, para lograr dejar atrás Chile, el primer país al que migró desde Venezuela, dónde a pesar de la residencia permanente que recibió, no logró superar sus expectativas.
Los guías del camino
Eduardo* empezó como guía hace 6 meses. Desde entonces ha recibido a más de 10.000 venezolanos en su centro de operaciones, como prefiere llamarle, en el Terminal de Honduras. Se encarga de acelerar el trámite de permiso de migración, subirles en el autobús y encaminarlos hacia Guatemala.
De esos miles, ha visto a cientos de ellos llorar en los últimos días. El motivo ha sido el decreto de Estados Unidos, amparado en la norma conocido como Título 42, de la era de la pandemia, que permite prohibir la entrada a Estados Unidos a personas migrantes para evitar la propagación de covid-19.
No se considera un ‘coyote’, dice que prefiere ser llamado guía, porque solo cobra US$15 por el permiso para cada uno de los ciudadanos atendidos. Entiende que se trata de un pago ilegal, al ser esta autorización gratuita, pero que él, en apoyo a los venezolanos, con el cobro adicional, logra que se ejecute con mayor rapidez.
“Es muy difícil la situación, pero sabemos que todo tiene que cambiar, porque México va a colapsar y a Estados Unidos se va a pasar sí o sí”, explica el hombre, que prefirió no ser identificado, y quién sigue apoyando a venezolanos con los permisos, la alimentación o la estadía, hasta montarlos en un autobús que los traslade hasta Guatemala, aún y cuando es mayor la posibilidad de ser devueltos.
Él indica que esta ruta es menos peligrosa que el trayecto por la selva del Darién, cuyos testimonios son desgarradores. No ha dejado de operar pese a la nueva medida migratoria de EE.UU. hacia los venezolanos, y piensa que ella podrá revertirse.
Viven un calvario en Guatemala
Rostros de angustia, con hambre y frío se han observado en cientos de venezolanos que han ingresado a Guatemala de forma irregular, solo el tránsito de este grupo de migrantes ha aumentado un 92% en comparación con el último mes con el objetivo de llegar a los Estados Unidos.
Sin embargo, la administración del presidente Joe Biden anunció, recientemente, un plan de libertad condicional (parole, en inglés) que permitirá a los venezolanos tomar un camino legal para ingresar a EE.UU., para lo cual tendrán que aplicar de forma remota y luego, si se es elegido, volar hacia Norteamérica.
Las autoridades guatemaltecas ubicaron, en la últimas semanas, a un numeroso grupo de migrantes en la Central de Transferencias del Sur, (Centrasur), zona 12 capitalina, unas 600 personas solo durante un fin de semana, en su mayoría venezolanas, dentro del grupo se encontraban también cubanos, hondureños y haitianos.
En Esquipulas, Chiquimula, se han concentrado decenas de grupos entre 10 y 15 integrantes, que pasan desde Honduras a Guatemala. Lo mismo ocurre en Tecún Umán, San Marcos, punto de partida de algunos migrantes, que buscan empezar su paso por México.
Éxodo se incrementó
Entre enero y octubre de 2022, Guatemala ha expulsado a más de 9.500 venezolanos que transitan hacia EE. UU. luego de cruzar toda Centroamérica.
De acuerdo con el Instituto Guatemalteco de Migración (IGM), el paso de venezolanos por el país se ha incrementado 92% en el último mes, pues del 1 al 12 de septiembre fueron localizados y rechazados 998, en comparación con los 1.906 del mismo período de octubre (908 más).
Según datos del Departamento de Seguridad Nacional, más de 25.000 venezolanos llegaron en agosto a la frontera sur y 33.000 lo hicieron en septiembre último.
El IGM describió que las personas ingresan por puestos no autorizados y que en coordinación con la Policía Nacional Civil (PNC), Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) les dan atención.
Los venezolanos requieren de visa tipo C para ingresar al territorio guatemalteco. Al no cumplir con los requisitos son expulsados por el puesto fronterizo respectivo.
Encuentran más dificultades
En la Casa del Migrante en Esquipulas, pernoctan madres con sus hijos, quienes narraron cómo ha sido para ellas el recorrido desde Venezuela.
Dos mujeres relataron lo difícil que ha sido su trayecto a Guatemala y afirmaron que este país es donde más dificultades han encontrado.
Otra familia de cuatro integrantes originarios de Venezuela, padres e hijos relataron que continuarán su camino, pese a los vejámenes que han sufrido, porque afirmaron que en su país ya no se puede vivir.
Añadieron que algunas personas los ayudan, principalmente con alimentos, pero otras los han despreciado, esto sumado al abuso de policías que les han pedido entre US$40 y US$50 (unos Q393).
Además, los transportistas les cobran el doble a estas personas entre US$25 y US$50 para trasladarlos hacia un punto fronterizo.
Una segunda migración
El fenómeno que representa el segundo movimiento migratorio venezolano, ha sido estudiado por el Centro de Investigaciones Populares, que dirige la profesora Mirla Pérez. Ella hace referencia precisamente a este trayecto que eligen migrantes venezolanos en países de América del Sur hacia Estados Unidos, impulsados por características de estatus socioeconómico, y las pocas opciones de sobrevivencia para el venezolano residente.
“El venezolano sale expulsado por las condiciones económicas fundamentalmente. Tiene que ver con ingresos, falta de trabajo, hambre. Y cuando hacen el segundo movimiento migratorio, ellos han explicado que a pesar de que están atenuadas las condiciones de vida, el no lograr un trabajo estable, sumado al costo de la renta de viviendas, se les hace difícil vivir allí”, comenta Pérez, en conversación con Bloomberg Línea.
Explica que el paso por Centroamérica es instrumental. Quienes lo cruzan lo ven como un tránsito, que les permitiría llegar hacia el destino soñado, Estados Unidos. Algunos pocos han optado por quedarse en México, sin embargo, la prioridad sigue siendo el territorio estadounidense.
El volumen de caminantes por el Darién, de acuerdo a los estudios desarrollados por el Centro de Investigaciones Populares, con base en los testimonios recopilados, se ubica en 1.000 personas diarias, con grupos de 20 personas entre conocidos y familiares y otros grupos de 300 personas, encabezados por coyotes.
“Es más riesgoso quedarse o volver a Venezuela”, es una de las premisas que utilizan muchos de los migrantes que toman estas rutas, que desesperados emprenden el recorrido.
“Están en permanente búsqueda de sentido, de cómo ayudar a sus familiares, eso es lo que los lleva a quedarse en México, a reclamar el derecho de cruzar a EE.UU., ha sido una medida muy dura para el venezolano, no se ha considerado la tragedia humanitaria en la que estamos y se le coloca como un migrante cualquiera, y es que el expulsado de Venezuela se está yendo ya con muchas limitaciones, hambre”, sentencia la profesora Mirla Pérez.
La Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), coliderado por la Agencia de la ONU para los Refugiados y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), ha evaluado en los últimos meses un tránsito de 120.000 venezolanos por Panamá, 114.000 por República Dominicana y 29.000 por Costa Rica.