La campaña de terror aéreo de Putin contra Ucrania ya está fracasando

Vladimir Putin, presidente de Rusia, ofrece su conferencia de prensa anual en Moscú, Rusia, el jueves 23 de diciembre de 2021.
Por James Stavridis
13 de octubre, 2022 | 11:26 AM

Bloomberg Opinión — En la cambiante guerra de Ucrania, el creciente fracaso de la estrategia terrestre del presidente ruso Vladimir Putin lo está llevando a buscar respuestas asimétricas. El caso más visible es el haber recurrido a lo que es esencialmente una campaña de bombardeo contra la población civil de Ucrania para causar terror.

De manera muy parecida a los bombardeos V2 que la Alemania nazi dirigió contra las ciudades británicas en la Segunda Guerra Mundial, estos ataques con misiles conseguirán muy poco desde el punto de vista táctico. En cambio, aumentarán la ya enorme ira y determinación de los ucranianos y probablemente harán que los estadounidenses y europeos aceleren las entregas de armas a Kiev. Es posible que entre ellas se incluyan algunas armas que antes se retenían para evitar una escalada entre Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Dirigí una importante campaña aérea sobre Libia en 2011, la Operación Protector Unificado. La misión, asignada a la OTAN por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, consistía en crear una zona de exclusión aérea para impedir que el dictador Moammar Qaddafi utilizara su poder de fuego aéreo y terrestre para masacrar a sus oponentes políticos. Lanzamos más de 25.000 salidas aéreas, enviamos casi 10.000 armas guiadas de precisión y cerramos los cielos de Libia.

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Pero en última instancia, para derrocar al régimen de Qaddafi, los rebeldes tuvieron que crear una fuerza terrestre eficaz, lo que finalmente consiguieron. Lo que he observado es que el poder aéreo (incluso la superioridad aérea masiva) no puede en última instancia tomar y mantener el terreno. Putin descubrirá lo mismo.

El líder ruso despidió a otro comandante del ejército (este duró siete semanas) e instaló un nuevo jefe para su “operación militar especial”. Ese jefe, el general Sergei Surovikin, tiene un doble cargo como jefe superior de la fuerza aérea rusa. Surovikin está también acusado de ser un criminal de guerra que dirigió campañas de bombardeos indiscriminados en Siria y Chechenia. Su ascenso al puesto más alto en Ucrania, un verdadero cáliz envenenado, indica que la campaña de bombardeos se prolongará.

Sin embargo, es poco probable que cambie significativamente los hechos sobre el terreno y agotará el menguado suministro de artillería del Kremlin, en particular de armas “inteligentes” para utilizarlas contra las redes logísticas ucranianas, algo que los rusos no han conseguido hacer eficazmente hasta ahora.

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Occidente necesita poner más capacidad en manos de los ucranianos. Algunos de los sistemas que se están considerando son:

  • Cazas MiG-29 de la era soviética, ahora en la fuerza aérea polaca. Podrían entregarse inmediatamente a los ucranianos, ya que sus pilotos ya los pilotan con gran capacidad. A cambio, EE.UU. proporcionaría a los polacos los F-16 estadounidenses.
  • F-16: Los primeros modelos del Fighting Falcon son relativamente sencillos de pilotar y muy letales en el combate aire-aire y aire-tierra. Estados Unidos tendría que entrenar a un grupo de pilotos ucranianos, probablemente en la base aérea de Ramstein, Alemania.
  • Sistemas de misiles defensivos tierra-aire. Probablemente serían el Patriot, que puede cubrir una amplia zona y es relativamente fácil de entrenar para su manejo, y la Cúpula de Hierro (desarrollada conjuntamente con Israel) para la defensa de centros de población e infraestructuras críticas.
  • Sistemas de interferencia electrónica más sofisticados.
  • Capacidades cibernéticas ofensivas mejoradas para perseguir la inteligencia rusa y las operaciones de selección de objetivos.

Entonces, ¿qué sucede cuando la campaña de bombardeos resulte ineficaz? Putin tiene otras cartas asimétricas que jugar, como los ciberataques a objetivos occidentales. Esta semana, los sitios web de varios aeropuertos importantes de Estados Unidos han sido hackeados: las secciones de atención al cliente, no los sistemas de mando y control ni los radares. Los hackers prorrusos se atribuyeron la responsabilidad. La cuestión es si se trata de un disparo de advertencia o de lo mejor que pueden hacer.

Es probable que Putin dirija los ciberataques a “objetivos blandos”, como las cadenas de suministro de los consumidores -recuerden los hackeos de ransomware de las carnicerías y de los oleoductos del año pasado-. Los objetivos duros de Estados Unidos y sus aliados (el mando y control militar, los sistemas financieros, las infraestructuras críticas como las redes de electricidad, agua, gas y transporte) están mejor defendidos. Un ataque a cualquiera de esos sistemas vitales invitaría a un importante contraataque por parte del Cibercomando estadounidense, algo que preocupa considerablemente al Kremlin.

En el peor de los casos: Putin podría utilizar un arma nuclear táctica, ya sea para conmocionar a los ucranianos para que se rindan, o simplemente para destruir una franja aún mayor de objetivos. Aunque no es inconcebible, yo situaría un arma nuclear táctica en un rango de probabilidad del 10%-15%. Este movimiento desesperado cambiaría inmediatamente la opinión mundial en contra de Rusia, y pondría una enorme presión sobre China e India para que abandonen su neutralidad.

Sin embargo, lo más probable es que Putin continúe con su estrategia de bombardeos masivos durante el invierno boreal, incluso mientras su arsenal de armas de precisión se reduce a nada. Su mejor esperanza es que los europeos se derrumben bajo los altos precios de la energía y el frío en los hogares, que los desmoralizados ucranianos pidan la paz y que EE.UU. se vea envuelto en una política interna díscola.

No cuenten con ello. La apuesta que hace Putin por el poder aéreo, como tantos otros aspectos de su análisis estratégico, es mala. Los misiles y los aviones rara vez son decisivos frente a un enemigo decidido en tierra, una lección que el Kremlin aprenderá muy pronto.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.