Buenos Aires — “Casi no leo los diarios, es mucho trabajo el que tengo por delante”. El que habla es Marcelo Figueiras, presidente de Laboratorios Richmond (RICH) y uno de Los 500 de Bloomberg Línea, que tuvo a cargo la producción de la vacuna Sputnik V en la Argentina hasta hace unas semanas.
Con la pandemia casi en fase final, y con el contrato vencido para la elaboración de esta vacuna, Figueiras lanza hoy la próxima etapa de su plan para convertirse en un hub de vacunas para Latinoamérica. Así, este jueves anunció a la Comisión Nacional de Valores (CNV) un acuerdo de transferencia tecnológica con CanSino Biologics (6185.HK), por el cual podrá producir y comercializar Convidecia, una vacuna china para el Covid-19.
La producción, que, según Figueiras, permitirá sustituir importaciones, se llevará a cabo en la planta de 11.000 m2 que Richmond tiene en Pilar y generará 120 empleos.
Según información aportada por el laboratorio argentino que cuenta con 85 años en el mercado, el acuerdo de transferencia permitirá incorporar en varias etapas tecnologías como: adenovirus, ARN mensajero y proteínas recombinantes, entre otras.
Richmond, que es el primer laboratorio local en cotizar en la Bolsa de Buenos Aires, tiene un portfolio de 80 productos, entre ellos antivirales para el tratamiento de VIH, VHC, oncológicos, cardiometabólicos y neuropsiquiátricos, entre otros. Según información pública su valor de mercado es de ARG$27.051.748.145 actualmente.
En medio de las presentaciones formales a la CNV, Figueiras conversó con Bloomberg Línea sobre sus planes en la planta de vacunas y la necesidad de crear un mercado de capitales para la industria farmacéutica.
La siguiente conversación fue editada por motivos de extensión y claridad.
Bloomberg Línea: ¿Cuánto tuvo que ver el conflicto entre Rusia y Ucrania para la continuidad de la producción de Sputnik V?
Marcelo Figueiras: Si bien la pandemia va terminando, nuestro contrato con el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya y el Fondo Ruso de Inversión Directa (RFIF) se venció. Sin embargo, el contexto geopolítico hizo que las vacunas no obtuvieran todas las aprobaciones necesarias para su venta en toda Sudamérica como teníamos planeada. Nuestro proyecto contaba con dos etapas, un contract manufacturer dentro del contrato del Gobierno y el segunda que era el de producir Sputnik como parte de nuestro pipeline, lo cual no se pudo llevar a cabo.
B.L.: ¿Eso afectó el negocio de Richmond?
M.F.: No, porque teníamos en cuenta que la pandemia iba a durar lo que duró, según los médicos y científicos que nos asesoraban continuamente. Sabíamos que esto iba a desaparecer o que las vacunas iban a formar parte de nuestro calendario habitual. Hicimos lo que teníamos que hacer porque fue lo que nos tocó en ese momento y no medimos consecuencias en cuanto a lo económico o recursos humanos. Había que resolver el problema de conseguir más vacunas.
B.L.: Y en esos primeros momentos donde se ponía en tela de juicio la efectividad de Sputnik V y el acuerdo del Estado con Rusia, ¿cómo los impactó?
M.F.: Cuando hay un problema tan agudo y la necesidad de tu energía, no te distraes tanto en lo que sucede alrededor. Era natural que la gente o hasta un dirigente político pudiera manifestar su desconfianza. La plataforma de la vacuna era conocida y probada, quizás no llegaban con el tiempo que la ansiedad requería pero fueron llegando. Esta y las otras resultaron ser una muy buena vacuna.
B.L.: ¿Y por qué seguir apostando a vacunas contra el Covid-19, ahora con CanSino?
M.F.: -Siempre supimos que “Covid” iba a ser un producto más. De todas maneras, nosotros, previo a la pandemia, ya estábamos trabajando en una nueva planta de biotecnología. Desde hace mucho tenemos una relación con la empresa india Hetero para desarrollar productos para cáncer y otras patologías. Y el acuerdo que firmamos con CanSino Biologics y presentamos hoy nos va a permitir tener una de las mejores plantas de Latinoamérica, la cual también nos va a permitir ofrecer servicio a otras compañías. No solo de manufactura, sino también de desarrollo de productos nuevos, además de contar con nuestra propia producción. CanSino es una empresa con un montón de desarrollos que estamos analizando poder producir, empezando por el inhalatorio para Covid. Nuestra plataforma de vacunación va a completar lo que la industria tiene. En la Argentina, el desarrollo de materias primas tiene una escala muy chica comparada con China o con India. Eso estresa un poco los flujos de fondos, pero la industria es muy pujante. Es uno de los pocos países donde la industria farmacéutica nacional es más fuerte que la internacional.
B.L.: ¿Qué tipos de desarrollos se podrían producir en la Argentina?
M.F.: Todos los biotecnológicos, todo tipo de vacunas. Vamos a ir a buscar todo tipo de plataformas que podamos ir sumando en nuestra planta de Pilar: hepatitis, covid, gripe, etc. La comercialización la vamos a ver después. Aquí se pueden desarrollar todo el ciclo de una vacuna. Estamos hablando con otras compañías para ir aumentando la cantidad de productos, siempre viendo también los descubrimientos de los científicos argentinos. Tenemos un objetivo que es el de tener más patentes. Los países más ricos no son los que tienen más recursos sino los que tienen más patentes.
B.L.: ¿Cómo va a ser la distribución en la región?
M.F.: Empezamos por Argentina, cuando terminemos todo el ciclo veremos, pero apuntamos a hacer un trabajo regional. Queremos ser un hub de vacunas. CanSino tiene una vacuna de mucho prestigio, como lo es Convidecia, que fue una de las principales para combatir la pandemia. También es una empresa pujante en todo el mundo y eso nos va a permitir no solo desarrollar nuevos productos sino también crecer mucho en exportaciones. Actualmente, vendemos nuestros desarrollos en Latinoamérica, Norte de África y Sudeste Asiático. Ya empezamos a desembarcar en México.
B.L.: ¿Se les complica exportar hoy con las trabas existentes en la Argentina?
M.F.: Esos son temas coyunturales y son consuetudinarios que van a ir pasando. La ciencia y la industria farmacéutica van a tener que ir consolidándose, porque en la ciencia pura no hay grieta, como lo puede haber en el ámbito político. Nuestro horizonte es el mediano y largo plazo, el tener una autonomía sanitaria que nos permita afrontar otras pandemias, que ojalá no las hubiera. Buscamos que haya más acceso a tratamiento de calidad para aquellos que hoy no lo tienen. Lo hicimos con la hepatitis c donde se curaron unos 5.000 pacientes cuando pudimos comprar esos tratamientos. La exportación se hace en función del ingreso de dinero porque es muy costoso registrar las patentes en todos los países. De todos modos, lo que nos ocupa mucho es la cantidad de inversión que va a necesitar cada producto. Son números muy grandes.
B.L.: En muchos países la industria farmacéutica cuenta con aportes del Estado para esos desarrollos...
M.F.: En Argentina la industria se fue desarrollando con el correr de los años y mucho se hizo con capital propio, pero ha sentado base para que otros que vinieron después. Hay que desarrollar el mercado de capitales. Somos una industria que tenemos una gran capacidad de generar trabajo y riqueza, y que estuvo a la altura de los acontecimientos durante la pandemia a pesar de la falta de materias primas. Richmond es el único laboratorio que cotiza en bolsa y todo tiene que ser muy transparente. Eso permite que cada vez que tenés una buena idea el mercado invierta. Eso nos sirvió para desarrollar nuestra planta, tuvimos sobre oferta de lo que se pidió que fue de US$100 millones.
B.L.: ¿Cómo es la relación con el Gobierno?
M.F.: No hay una relación en particular. Esperamos contar con reglas estables para seguir generando riqueza y trabajo, más en un mundo convulsionado. Hay una gran capacidad científica en la Argentina. Aquí se hicieron las dos fases de la vacuna, el fermentado y la parte final de la producción. Cuando nos convocan para ir a Moscú, tuvimos que salir a buscar una planta para alquilar y no fue nada fácil. En ese momento vi “la Argentina posible”, donde todos colaboran y buscaban un objetivo en común y eso nos animó. En ese momento, empresas públicas y privadas sin interés y voluntariamente colaboraban y trabajan alrededor de una idea. Tenemos relación desde la ciencia y la empresa con el ministro que corresponda. Siempre que tenemos una inquietud tenemos la puertas abiertas. En la economía real uno trabaja y si tiene un problema pregunta y si hay buena predisposición se soluciona. Lo que falta es la política de 10 o 20 años para que no cambie durante los distintos gobiernos.