Bogotá — Cada año se desperdician 1,5 millones de toneladas anuales de alimentos en Colombia, o el equivalente a 32 kilos per cápita, por lo que rescatar estos productos se convirtió en una alternativa de negocio para los emprendedores en el país y en otros mercados de Latinoamérica.
De acuerdo a una encuesta del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), el 65% de los consultados en Colombia reconoció que lo que más se desperdicia es la comida ya preparada. A pesar de esto, WWF identificó que “el desperdicio de alimentos es incómodo para las personas y les representa una alta frustración al no saber cómo evitarlo”.
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En medio de estos desafíos, y una mayor conciencia sobre la recuperación de los alimentos, las foodtech en la región están explorando un segmento que hasta hace muy poco se consideraba prácticamente inexplorado. Esto ocurre en medio de un ‘boom’ de las foodtech en Colombia, que completan unos US$185,4 millones recaudados en los últimos años, aportan el 3,33% de las compañías para el ecosistema local y, a su vez, tienen un base de 820 colaboradores en el país, de acuerdo a cifras de KPMG.
En este contexto, el emprendedor colombiano Manuel Oliva se juntó al argentino Gonzalo Montenegro y el peruano Álvaro Panduro para crear una solución para aprovechar lo que restaurantes y supermercados no alcanzan a vender para darle una segunda oportunidad a través de una plataforma que opera en términos simples como Rappi o Uber Eats, pero con un enfoque en el medioambiente.
Se diferencia en que no es una plataforma de última milla o de delivery, por lo que los domiciliarios de la red son los de la startup aliada Mensajeros Urbanos por medio de una integración a través de tecnología.
El modelo de negocio se basa en unas suscripciones de los comercios que se define en función del volumen de las ventas y un costo que paga el cliente final de $500 por pedido.
Los emprendedores se encontraron en un MBA en 2019 en Madrid y presentaron esta iniciativa como su tesis de grado en enero de 2020, cuando apenas se estaba desatando la crisis global del coronavirus.
“Entonces, en medio del encierro y de ver cómo todo estaba cambiando por el tema del Covid-19, y que uno de los sectores más golpeados iba a ser el de los restaurantes, dijimos listo, este el momento de lanzarnos”, dice a Bloomberg Línea el cofundador de la plataforma Planet Oliver, Manuel Oliva.
El empresario describe a la compañía como una startup que reduce el desperdicio de alimentos por medio de una aplicación que ofrece a precios de descuento los alimentos en perfecto estado que restaurantes, fruvers, panaderías, reposterías y supermercados no alcanzaron a vender.
Citando el ejemplo de una panadería, propuso el caso de una que tenga 80 panes franceses disponibles y de estos 75 no se alcanzan a vender. “Hoy no se alcanzaron a vender, pero tal vez mañana no estén en las mejores condiciones y es cuando se venden en un 50% de descuento en la plataforma. Lo mismo pasa con un fruver o una repostería”, indica el emprendedor.
“Una vez ellos detectan esto suben la oferta a Planet Oliver como si fuera un Rappi y del otro lado el cliente final en su aplicación encuentra esa oferta, lo pide, lo paga con cualquier método y le llega hasta la puerta de su casa o lo puede recoger”, agrega.
El siguiente paso es negociar con tiendas y grandes superficies, por lo que Manuel Oliva contó a Bloomberg Línea que ya están en negociaciones con una de las firma del segmento de descuento duro, en la que participan D1 y Ara, tras la quiebra de Justo & Bueno.
Al mismo tiempo, apuntan a conectarse con los demás actores de la industria de las foodtech para poder rescatar los pedidos por cancelaciones o comida no vendida en las bodegas o en las llamadas tiendas de cercanía, por lo que ya tienen un par de pilotos en curso.
Planet Oliver, que ya tiene una red de 200 aliados entre Bogotá y Barranquilla, destaca que ya ha logrado salvar 17.000 productos de la basura en más de 5.000 transacciones.
Manuel Oliva contó que la compañía adelanta una ronda presemilla por US$350.000, de la que ya han adelantado un 52%.
“De aquí a dos años el objetivo es llegar a rentabilidad para mantener por lo menos nuestra operación con nuestros propios ingresos y que el levantamiento de capital sea más enfocado al crecimiento exponencial de la solución. No es suficiente con cientos de restaurantes, ni con miles. Hay que tener cientos de miles de negocios aliados, no solo restaurantes, sino de todo”, comentó.
El empresario destaca además que las estrategias de descuentos no requieren la quema de capital, es decir, que no los están “subsidiando” al tratarse de venta de última hora y apuntan a ser una ‘app’ de oportunidad, mas no de conveniencia (lo que quiere decir es que no siempre están todos los productos de la carta del restaurante).
En Latinoamérica hay casos destacados como los de la startup argentina Nilus, que según destaca la misma empresa apunta a reducir el costo de vida de personas de bajos ingresos por medio de la desintermediación, el rescate de productos en riesgo de desperdicio y la organización de grupos de compra comunitaria.
O también el caso de la firma peruana Sugo, que lucha contra el desperdicio de alimentos por medio de la comercialización en línea de lotes de vencimiento próximo y que en mayo de este año recibió una inyección de US$1 millón por parte de BID Lab, laboratorio de innovación del Banco Interamericano de Desarrollo.