Ignacio Munyo: “Uruguay está preso de una situación regional que no lo favorece”

El director ejecutivo de Ceres señaló un cuello de botella para el crecimiento del sector tecnológico y apuntó a favorecer la inmigración

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El economista uruguayo y director ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), Ignacio Munyo, entiende que la apertura comercial es “la madre de todas las reformas” que debe procesa Uruguay en busca de “despegar” en materia de productividad y costos, si quiere empujar su renta per cápita hacia niveles de países desarrollados.

Pero bajo las reglas de juego del Mercosour, dice Munyo en una entrevista en Montevideo con Bloomberg Línea, “Uruguay termina estando preso de una situación regional que no lo favorece”, en alusión a los posicionamientos políticos en Brasil ante el favoritismo electoral de Lula, o la incertidumbre en Argentina de cara a las elecciones de 2023.

Hasta ahora, el gobierno peronista de Alberto Fernández señaló su rechazo a que Uruguay realice acuerdos comerciales por fuera del Mercosur, en un contexto en que el gobierno de Luis Lacalle Pou promueve un Tratado de Libre Comercio con China y el ingreso al Acuerdo Transpacífico (CPTPP).

“El Mercosur acaba de procesar una baja del 10% del Arancel Externo Común, que fue una primera decisión concreta en mucho tiempo. Con esa baja, el promedio del AEC del Mercosur es el doble que el promedio mundial. El Mercosur sigue siendo una zona muy protegida”, afirmó Munyo.

El economista también habló sobre lo caro que está Uruguay y el desafío de escalar su industria tecnológica, lo que según aseguró está topeado en la actualidad por la falta de talento. “Llega un momento en que hay un cuello de botella. El sector tecnológico no crece más porque no tiene a quién contratar. Es una realidad de hace mucho tiempo”, dijo. Ante eso, el economista propuso políticas impositivas para favorecer la inmigración.

La siguiente entrevista fue editada por motivos de extensión y claridad.

¿Cómo evalúa la estrategia de Uruguay en inserción internacional?

Es uno de los temas más importantes. La apertura comercial es la madre de todas las reformas que Uruguay tiene por delante. Porque si Uruguay procesa una mayor apertura, que no es solo generar más mercados, sino también reducir los aranceles, las tarifas para las importaciones que lleguen al país. Por lo tanto, cuando uno se abre se tiene que volver más competitivo, y por eso es la madre. Porque exige y obliga a generar todas las reformas que el país tiene para poder competir. Es el detonante. Hay una gran discusión, especialmente en América Latina, de que primero hay que prepararse y después abrirse.

Eso parece una mirada muy inocente.

No solo inocente, sino que la evidencia muestra que nunca se está pronto. La evidencia muestra que los países que han logrado progresar en desarrollo humano en los últimos 25 años, el 90% lo hizo abriendo la economía y procesando después o al mismo tiempo las reformas. El día que uno esté pronto para abrirse nunca llega. Pero además es enormemente complejo para Uruguay porque está dentro del Mercosur. Uruguay está haciendo un gran esfuerzo para impulsar una flexibilización del Mercosur, para poder tener una agenda comercial propia. Lo que ha pasado en los últimos 30 años es que Uruguay ha delegado en el Mercosur la iniciativa de generar acuerdos comerciales con otros países o de tener política comercial propia. El Arancel Externo Común (AEC) del Mercosur básicamente le impone a Uruguay aranceles, y eso con el correr de los años se ha vuelto un problema. En primer lugar porque estamos hablando de aranceles en promedio de los más elevados del mundo. El Mercosur acaba de procesar una baja del 10% del AEC, que fue una primera decisión concreta en mucho tiempo. Con esa baja, el promedio del AEC del Mercosur es el doble que el promedio mundial. El Mercosur sigue siendo una zona muy protegida. Uruguay en ese marco propone que cada país pueda tener agenda propia pero todo en una zona gris, que es un Mercosur donde no se sabe con certeza si Uruguay va a poder seguir avanzando o si en algún memento el bloque se lo va a impedir. Al tener el Mercosur una base política, es clave que se funcione en base a consensos. Pero cuando los intereses de cada país se empiezan a tensar desde el punto de vista comercial se llega a una situación como la actual, en la que Uruguay termina estando preso de una situación regional que no lo favorece. No solo a Uruguay; no lo favorece a ningún miembro.

¿Ve alguna posibilidad real de que prospere la negociación? El gobierno argentino por ejemplo aduce que Uruguay no muestra los detalles de lo que está negociando.

Es muy difícil saber a ciencia cierta si hay posibilidades porque no hay una agenda clara y no hay un liderazgo. El liderazgo de Brasil es importante pero está en plena campaña electoral con discursos totalmente contrarios en materia de inserción internacional. Por lo tanto Uruguay queda avanzando por su cuenta, con un Mercosur dubitativo. Es muy distinta la posición que tiene el actual gobierno argentino de la que puede tener un nuevo gobierno si en 2023 gana la actual oposición. Uruguay avanzó. El problema es que a la hora de concretar esa agenda los otros también juegan. Habrá que ver si existe la posibilidad de que Uruguay termine de firmar un acuerdo con un país fuera del Mercosur relevante, como sería China o incluso el acuerdo Transpacífico, manteniendo la situación actual del bloque. Es una incertidumbre sobre la que nadie puede tener una respuesta.

En otras ocasiones usted planteó la posibilidad de abrirse del Mercosur, algo que hoy en día el gobierno niega. ¿Desde su punto de visita debería ser una alternativa sobre la mesa?

El Mercosur ha condicionado mucho esa decisión por la enorme dependencia que tiene un sector industrial específico del país amparado en regímenes especiales con Brasil fundamentalmente. Por lo tanto los costos para ese sector serían gigantescos, con beneficios que vendrían en el futuro en la medida que Uruguay pudiera ir concretando acuerdos con otros mercados relevantes. En la medida que no haya sobre la mesa acuerdos con mercados relevantes, no hay compensación. Entonces no creo que hoy sea una buena medida irse del Mercosur, más allá de que naturalmente tenemos una relación histórica con Argentina y con Brasil y que en infraestructura es muy importante seguir profundizando.

¿Es viable políticamente para un gobierno plantear una apertura rápida? ¿Si Lacalle Pou implementara algo así no pierde en 2024?

Hace unas semanas tuve una quincena de reuniones en Australia, hablando justamente sobre el modelo de desarrollo australiano. Y es un proceso sin prisa, pero sin pausa. Acá lo que se necesita es empezar a avanzar. Cuando uno va logrando acuerdos también se van logrando determinadas protecciones parciales y temporales en determinados sectores para que se puedan ir adaptando. La realidad es que si Uruguay quiere despegar, no tiene alternativa a una mayor apertura comercial. Es sentido común. Este gobierno se lo ha propuesto, pasa el tiempo y se tienen que empezar a ver resultados. El esfuerzo con China hoy implica tener determinados impactos indirectos no solo económicos, sino geopolíticos que tienen que estar en balanza, y son distintos a lo que era hace un año atrás. Por lo tanto la ecuación cambia permanentemente. Hoy, si tenemos sobre la mesa dos caminos para avanzar, el Transpacífico y China, nosotros estamos convencidos que hay que ir primero y ya al Acuerdo Transpacífico que implicaría mejorar nuestra relación comercial con Japón y Australia. Es un acuerdo que ya está aprobado y ya está escrito. Hay capacidades propias desde el punto de vista institucional y político que a Uruguay lo dejan bien y lo contrasta con el resto de América Latina, lo que abre puertas pero que se tienen que aprovechar.

Estuvo en Australia hace unas semanas. ¿Qué podría replicar Uruguay de ese país en materia de inserción internacional?

Hay una institución muy importante para procesar las reformas en Australia que es la Comisión de Productividad, que se instaló a mediados de 1990 y que posibilitó generar un ambiente proclive desde la opinión pública para que un candidato en una campaña, ya sea de centro izquierda o centro derecha, continúe con una línea de desarrollo del país casi que incambiada en los últimos 30 años. Por eso es interesante. Tuvo un proceso largo, gradual. No es un proceso de shock. Son 30 años de apertura. En aquel momento Australia tenía un ingreso per cápita similar al que tiene Uruguay hoy, alrededor de US$18 mil per cápita anual y saltó a 40 y pico de miles de dólares o US$50 mil ahora. Ese proceso se logró con una apertura de la economía que empezó unilateral. Uno piensa que ahora Australia tiene varios TLC. Antes que eso, el gobierno laborista con el apoyo de la oposición liberal resolvió reducir los aranceles a las importaciones porque el país estaba caro y protegido en muchos sectores de forma artificial, lo que lo hacía muy poco productivo. Se abrió, bajó el costo de vida, y obligó a las empresas a competir. Ahí empezó la revolución. Hubo cambios en las empresas del Estado, en el sistema educativo para generar mano de obra adecuada, una profunda reforma laboral. Obviamente fue un proceso de negociación permanente. En un periodo sin pausa y con una institución como la Comisión de Competitividad, con alto prestigio, que analiza las políticas públicas, y que en algún sentido le genera un costo muy grande al gobernante de no hacer aquellas reformas que técnicamente se aconsejan.

Recién hablaba de aprovechar lo que está pasando en Latinoamérica. Teniendo en cuenta que varios empresarios extranjeros vinieron a instalarse a Uruguay, ¿ve que el gobierno está aprovechando esa ola con un plan a largo plazo para darle impulso al sector tech?

Lo que está pasando en el sector tecnológico en Uruguay no es casualidad, es una causalidad que empezó hace muchos años, varios gobiernos atrás, donde se dieron facilidades tributarias para el sector de las TICs. El sector produce en su conjunto US$2.000 millones, que es una producción similar a lo que era el sector cárnico previo al último boom de precios. Es una acumulación de factores tributarios muy importantes, de formación, porque se van a cumplir 15 años del Plan Ceibal, donde se dio una laptop a cada niño de la educación pública, pero llega un momento en que hay un cuello de botella. El sector tecnológico no crece más porque no tiene a quién contratar. Eso es una realidad de hace mucho tiempo. Ahí hay un gran tema y viene atado con lo que para mí es más importante para que el sector pueda seguir creciendo. Para que eso pase es necesario generar mejoras sustanciales en la política inmigratoria de Uruguay. Uruguay tiene que generar una promoción mucho más grande para poder recibir capital humano importado. Lamentablemente no podemos formarlo.

¿Debería haber algún tipo de visado express o facilidades impositivas?

Es un paquete.

¿Ve que el gobierno esté pensando en eso?

Hace tiempo que se está pensando en esto, lo que no veo es que se avance. Veo que hay unanimidad de opiniones en distintas oficinas del gobierno y esto es prioridad. Están todos alineados, Ahora, cuando uno ve que estamos a mitad del gobierno y cuánto se ha avanzado, sí se han generado algunas mejoras desde el punto de vista de la residencia fiscal pero no han alcanzado los hechos para generar un mayor ingreso de personas jóvenes en edad de desarrollarse personalmente. Hace unos días estuve recorriendo en Rivera la Universidad Tecnológica de Uruguay. Allí la mayoría de los profesores son de Brasil. Y no solo son de Brasil sino que viven del otro lado de la frontera. Y hablé con uno y le pregunté si estaba contento. Él está ahí porque obviamente la Universidad le puede pagar un sueldo, y con ese sueldo se tiene que ir a vivir a Brasil donde le sale un 30% menos la vivienda y 50% menos la comida y los servicios. Esto es un ejemplo de los problemas que tiene el sector. Esta persona es un tipo con un doctorado en Robótica, que tiene conocimientos para trabajar en el sector de tecnología, pero no vive en Uruguay porque es caro. Él consume en Brasil y vive en Brasil, entonces estamos perdiendo una parte del proceso. ¿Por qué nos pasa? Por el gran problema que tenemos de que es caro. Y lo mismo pasa con ingenieros y técnicos argentinos que podrían venir a vivir a Uruguay si tuvieran costos de vida más bajos. Esto es una barrera gigantesca: es caro vivir en Uruguay para gente joven con alta preparación. Entonces no vienen. ¿Y por qué no vienen? Porque no hay un plan a nivel país para atraerlos. Es un plan que tiene que considerar que el país es caro, por lo tanto hay que subsidiar de alguna forma la vivienda y hay que subsidiar para que el sueldo les rinda más. ¿Cómo? No lo sé, es complejo. Porque obviamente uno dice, ¿y los locales qué? Lo que hay que hacer es buscar los mecanismos para decir: no existe mano de obra local para esto, y por eso abrimos la puerta a dar un tratamiento especial para los extranjeros. Habrá que buscar la micro ingeniería del programa, pero lo que hay que saber es mirar la realidad a los ojos. Si queremos que vivan acá hay que compensar de alguna forma el mayor costo de vida o que el salario le rinda más.

¿Hay alguna reforma que se podría introducir para reducir los costos de producción?

Esto va de la mano de la madre de todas las reformas. Uruguay tiene que ser más eficiente y ahí las empresas públicas tienen un rol para jugar con el proceso de mayor competencia de las empresas del Estado. En Uruguay el componente de precios administrados por el Estado en la inflación es importante. Más de un 20% de los rubros de la canasta de consumo del IPC son administrados por el gobierno a través de tarifas y precios regulados. Eso obviamente se usó mucho siempre para tomarle la temperatura a la suba de precios y cuando se acerca a niveles altos se toman medidas. Las empresas públicas aparte contribuyen al resultado fiscal del sector público y también han sido una herramienta históricamente para tener más ingresos. En el fondo, el margen de maniobra del que maneja una empresa pública es muy reducido porque no puede manejar los precios ni tener una planificación adecuada, sino simplemente tiene que mirar cómo manejar algunos costos que también están condicionados por factores externos. En la medida que Uruguay necesita tener más competitividad, tiene que procesar cambios en las empresas del Estado. Tiene que procesar cambios en la regulación laboral. Uruguay tiene una regulación laboral que no es la mejor para contratar trabajadores. Hubo algunos avances que este gobierno ha procesado, por ejemplo en la LUC se aprobó la posibilidad de desocupar las instalaciones laborales por parte de la policía, pero todo lo que es la negociación colectiva en su conjunto… Yo no hablo de Consejos de Salarios si o no. Uruguay tiene una negociación colectiva que es muy centralizada pero que tienen que adaptarse en la forma de cómo se procesa, cómo se agrupan las empresas, cómo se hacen los ajustes. Está hecho de otra época. Sigue vigente casi como un Titanic al que es muy difícil mover el rumbo.