El presidente ruso Vladimir Putin ordenó la movilización parcial de efectivos militares rusos como demostración de fuerza. Sin embargo, ha puesto en evidencia su debilidad, ya que sus tropas han sufrido fuertes bajas en Ucrania y no tienen suficiente personal ni equipamiento. Ante las más recientes advertencias del presidente ruso, Estados Unidos y Europa tendrían que intensificar su apoyo a la defensa del país y recordar a Putin y a sus allegados que cualquier intento de escalada en el enfrentamiento constituiría un serio error.
La orden por parte de Putin se produce tras los sorprendentes logros ucranianos en la batalla, que han obligado a las fuerzas de Rusia a retirarse de las zonas que tenían ocupadas desde hace meses. Aparte de precipitar la realización de votaciones ficticias en los territorios ocupados como antesala para su posterior anexión, el gobierno ruso ha llamado a filas a 300.000 reservas y ha anunciado que ampliará la producción de armamento.
Esta política, encaminada parcialmente a apaciguar a los halcones nacionalistas, significa reconocer que la ocupación ha sido desastrosa. El éxito de una “operación militar especializada” no exige la celebración de referendos relámpago; y mientras que Moscú asegura que solo han fallecido 5.937 soldados a lo largo de los pasados siete meses, la orden de movilización aparenta ratificar las apreciaciones de Ucrania y Occidente respecto a las pérdidas de Rusia, que, dicen, son muy superiores. Además, debilita los argumentos del Kremlin encaminados a persuadir a los ciudadanos rusos de que se desentiendan del conflicto, pensando que este sería breve y sin dolor. En cuestión de horas del anuncio de Putin, millares de personas se desplazaron en auto hacia la frontera o llenaron las plazas de los vuelos disponibles. Las mayores manifestaciones de los últimos meses provocaron más de 1.300 detenciones, un número pequeño para los estándares de Occidente, pero importante para los de Rusia, a causa de la represión y de la advertencia de que los hombres arrestados serían alistados inmediatamente.
Es improbable que en un futuro próximo el simple hecho de aumentar el número de tropas en uniforme aporte una gran ayuda a los rusos en Ucrania. Los militares rusos no cuentan con la capacidad de movilizar con rapidez a los nuevos soldados. Todavía no se sabe cómo se transformarán estos jóvenes en soldados preparados, y tampoco queda claro cómo se les albergará, proveerá de equipamiento y se les incorporará a las actuales unidades. No obstante, los actos de Putin evidencian su intención de continuar con esta guerra, sin importar los costos en vidas humanas y la economía. Este miércoles, durante su discurso, el presidente ruso amenazó abiertamente con emplear armamento nuclear para proteger “la integridad territorial de nuestro país”, lo cual ha hecho extensivo a las zonas ilegalmente anexadas en el oriente ucraniano.
En respuesta a estas fanfarronadas, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN deben permanecer firmes. El presidente estadounidense, Joe Biden, y los líderes europeos deberían demostrarle a Putin y sus compinches que la unidad occidental no se está deshilachando y que el Kremlin no puede esperar sobrevivir a ella. Deberían mantener el flujo de armamento a Ucrania, que las fuerzas de Kiev han demostrado que pueden utilizar con gran eficacia. Las sanciones económicas a Rusia, que ya ha visto caer sus ingresos por petróleo y gas, deberían intensificarse, junto con los esfuerzos para ayudar a los rusos con talento a abandonar el país. Al mismo tiempo, EE.UU. debería reclutar a China, India y otras potencias aparentemente neutrales que están perdiendo la paciencia con Putin para presionarlo para que retroceda en sus amenazas de escalada.
Por supuesto, un autócrata humillado puede arremeter y las voces más agresivas en torno a Putin ciertamente lo alientan. También podría cambiar el curso de la guerra, pero eso parece cada vez más difícil. Putin está en un aprieto y Occidente debería mantenerlo allí.
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