Biden puede lograr que funcione el plan de Trump para Medio Oriente

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Bloomberg Opinión — Ya son más de 19 los israelíes muertos y más de 50 los heridos en ataques armados de palestinos en Israel y Cisjordania desde marzo. La ola de violencia no se parece a nada de lo que se ha visto en años. Pero era demasiado predecible, ya que la parálisis política que afecta tanto a Israel como a la Autoridad Palestina y la actitud de no intervención de Washington han disminuido las perspectivas de una solución diplomática largamente buscada.

El ejército israelí, en respuesta a los atentados, ha realizado incursiones casi diarias en puntos calientes palestinos de Cisjordania. Más de 80 palestinos han muerto en los tiroteos resultantes. Algunos de ellos, según reconoció el jefe de seguridad interna de Israel, Ronen Bar, han sido transeúntes inocentes atrapados en el fuego cruzado.

Este grupo de militantes, inspirado en gran medida por las redes sociales palestinas, es demasiado joven para recordar los amargos frutos del levantamiento palestino contra Israel a principios de la década de 2000. Bar los llama “una generación de ovejas sin pastor”.

No es una mala descripción del gobierno israelí o de la Autoridad Palestina. El 1 de noviembre, una Israel amargamente dividida votará por quinta vez en tres años y medio. Según los últimos sondeos, estas elecciones, al igual que las anteriores, acabarán en empate y en la creación de una coalición débil, incapaz de hacer algo más que salir del paso y posponer los asuntos relacionados a Cisjordania.

Mientras tanto, el líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, de 87 años, fue elegido para lo que se suponía era un mandato de cuatro años en 2005 y sigue en el puesto. Bajo su mandato, los palestinos se han dividido en facciones rivales en Gaza y Cisjordania. La eventual salida de Abbas precipitará, casi con toda seguridad, una sangrienta batalla por la sucesión. Algunos expertos israelíes creen que la Autoridad Palestina no sobrevivirá a esa lucha.

La situación en Cisjordania no ha alcanzado proporciones de intifada, pero podría hacerlo.

“Es importante que no perdamos de vista lo que podría ocurrir si la situación palestina empeora, especialmente en Cisjordania”, dijo recientemente el embajador estadounidense Tom Nides. “Creo fundamentalmente que para que Israel siga siendo un Estado democrático, necesitamos una solución de dos Estados. Quiero cambiar la situación sobre el terreno para que eso sea posible, para mantener viva esa visión”.

La solución de los dos Estados es menos una visión que un mantra. Después de más de 40 años, es un propósito de Año Nuevo siempre incumplido. El mundo árabe ha perdido la paciencia con el ideal de un Estado palestino. Europa está demasiado atrapada en sus propios problemas existenciales como para ofrecer algo más que un discurso ocasional sobre los dos Estados. Y Estados Unidos, el único país con verdadera influencia en la región, se ha mantenido hasta ahora a distancia.

Es difícil culpar al presidente Joe Biden por su cautela. Vio cómo la administración del presidente Donald Trump desperdiciaba cuatro años de diplomacia activa tratando de alcanzar un acuerdo relacionado a Cisjordania. Esa oferta incluía el 70% de Cisjordania para un miniestado palestino desarmado y una enorme inversión extranjera. Abbas la rechazó de plano. Biden no puede ofrecer más. Israel (independientemente del débil gobierno que esté en el poder) se negaría casi con toda seguridad a aceptarlo.

Y sin embargo, EE.UU. tiene que involucrarse. Una versión modificada del plan de Trump, con un nombre diferente, podría al menos hacer que la gente volviera a hablar. Una infusión de ayuda estadounidense podría apaciguar a los palestinos y animar los esfuerzos de la Autoridad Palestina para mantener el orden en Cisjordania. Eso, a su vez, podría aliviar a Israel de la necesidad de operaciones militares agresivas.

Son medidas paliativas, sin duda. Pero son mejores que la alternativa. Abandonados a su suerte, los insensibles líderes políticos de Israel, el testarudo presidente de la Autoridad Palestina y los jóvenes guerreros de Cisjordania podrían derivar, como ovejas, hacia un conflicto que podría iluminar Oriente Medio. Y, para bien o para mal, EE.UU. es el único pastor disponible.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.