Bloomberg — Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), una de cada ocho personas en el África subsahariana sufrirá de alta desnutrición este año, lo que supone un aumento de casi un tercio desde 2020, debido al aumento de los precios de los alimentos y la disminución de los ingresos.
El organismo estima que al menos 123 millones de personas, el 12% de la población de la región, no podrán satisfacer sus necesidades mínimas de consumo de alimentos, 28 millones más que hace dos años.
En varios países, los efectos de la sequía se han visto agravados por la invasión rusa de Ucrania, que ha interrumpido las exportaciones de alimentos como el trigo y ha hecho subir los precios. Mientras tanto, los incidentes climáticos, que destruyen las cosechas e interrumpen el transporte de alimentos, son desproporcionadamente frecuentes en el África subsahariana. Las consecuencias económicas de la pandemia de Covid-19 son otro factor.
“Estos acontecimientos están agravando las crecientes presiones derivadas del rápido crecimiento de la población y la falta de resistencia al cambio climático, que ya han contribuido a que la inseguridad alimentaria aumente más rápidamente que en el resto del mundo”, afirma el FMI en un informe publicado el jueves.
Chad y Senegal se han visto gravemente afectados por las lluvias torrenciales y las inundaciones, mientras que el este de África está sufriendo su peor sequía en al menos cuatro décadas. Esto aumenta significativamente la inseguridad alimentaria, ya que la productividad agrícola es en algunos casos inferior a la mitad de la media mundial, dijo el FMI, citando estudios.
En Etiopía, Malawi, Malí, Níger y Tanzania, cada sequía o inundación aumenta la inseguridad alimentaria entre 5 y 20 puntos porcentuales, según el informe.
Para ayudar a mitigar la creciente crisis humanitaria, el FMI propone que las naciones del África subsahariana ofrezcan una mayor asistencia social a los hambrientos. Las transferencias de efectivo dirigidas y de gran alcance son más efectivas que los subsidios agrícolas y ayudan a la gente a comprar alimentos y a reconstruirse después de las crisis climáticas, dijo el prestamista.
El FMI también quiere ampliar su propio papel, proponiendo aumentar el acceso a la financiación de emergencia a los países de bajos ingresos más vulnerables a los cambios en el costo de los alimentos.
Las naciones deben invertir más en infraestructuras como la energía solar que facilita el riego, el acceso al agua y el control de la temperatura para el almacenamiento de alimentos, dijo el grupo.
La digitalización también es crucial, ya que permite a los agricultores acceder a sistemas de alerta temprana, a la banca móvil y a plataformas tecnológicas para comprar fertilizantes, semillas o vender productos, ayudando a conectar a los pequeños productores con los grandes vendedores.
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