La inflación de Colombia ha logrado varios meses de cifras históricas, la más reciente fue 10,84% anual en agosto, dato no visto desde 1999. Los alimentos y los servicios públicos, entre lo que más impulsó el incremento de precios en el país en el octavo mes del año.
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Aunque el indicador no da tregua, este podría ser incluso más alto si Colombia hubiera decidido aumentar los precios de los combustibles al ritmo que iban subiendo los precios internacionales del crudo. Sin embargo, según argumentaba el gobierno Duque, esos aumentos no se dieron para evitar mayores impactos en los bolsillos de la gente.
¿Llegó el momento de subir los precios de la gasolina?
Pese a las inflaciones históricas que se están viendo actualmente, según expertos consultados por Bloomberg Línea, el país no debe congelar el aumento de las tarifas de los combustibles, sino hacerlos de manera gradual pues el costo fiscal del subsidio cada vez es más alto.
Meses atrás, datos del ministerio de Hacienda del gobierno Duque estimaron que “un aumento de aproximadamente $1.000 en gasolina y ACPM aumentaría la inflación en casi un punto porcentual, en una coyuntura en la cual la inflación ya se encuentra en niveles históricamente altos”.
Según datos del Ministerio de Hacienda, estimaciones hechas al final del gobierno Duque, “el galón de gasolina estaría unos $6.000 por encima de su precio actual si el FEPC no existiera”. Esto quiere decir que el precio de la gasolina no sería de $9.180 en promedio, sino que podría rondar los $15.000 el galón.
Teniendo en cuenta lo expuesto, en caso de que no se hiciera un aumento gradual, la inflación podría aumentar 6%, haciendo que el indicador supere el 15%.
Sin embargo, las estimaciones del impacto pueden varíar porque aún hacen falta muchos más detalles del Gobierno respecto a cómo serían los aumentos y si finalmente se dejarían quietos los precios de los derivados del ACPM como dijo Petro en un trino recientemente.
En palabras de Juan Pablo Espinosa, director de investigaciones económicas de Bancolombia, según la estimación más reciente del equipo “donde estimábamos incrementos graduales tanto de gasolina corriente y diésel encontrábamos que al cierre de año la inflación podría estar 50 puntos básicos por encima del escenario en donde no tuviéramos ningún tipo de ajuste y al cabo del año, si se hiciera el ajuste completo, ese incremento podría estar en inflación anual sobre 4% o 5% (adicional)”.
Sin embargo, Espinosa hizo la salvedad de que una estimación precisa del impacto de los precios de los combustibles en la inflación “no la tenemos porque el anuncio no incluyó detalles, ni el monto del ajuste, ni el momento en el que se haría.
En palabras de Germán Machado, docente de economía de la Universidad de los Andes, “los aumentos en el precio de los combustibles generan inflación de manera directa e indirecta, especialmente encareciendo el costo del transporte de carga y pasajeros. El efecto del aumento de los precios de los combustibles en la inflación podría tardar más de un año en diluirse debido a los efectos sobre los precios de los insumos y los encadenamientos productivos”.
De acuerdo con Sergio Olarte, economista principal de Scotiabank Colpatria, “si se sube el precio de la gasolina hacia los $16.000 como se anticipó, el efecto inicial sobre los precios, solamente por esa subida, sería más o menos de 2 puntos porcentuales en la inflación, es decir que la inflación que tenemos ahora de 10,8% pasaría a 12,8%”. No obstante, la inflación podría llegar hasta 15% si se tocan los precios del ACPM pues ello encarecería los costos transporte y con esto otras cosas más.
Lo malo de no subir los precios
No aumentar los precios de la gasolina y ACPM al ritmo que se han encarecido los precios internacionales del crudo ha traído un déficit en el Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (FEPC) que superaría los $60 billones a 2023, según el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo. Esa cifra es más de lo que el país destinaría el próximo año para el rubro de educación sin incluir deuda del sector: $53,4 billones.
La principal crítica es que esos recursos que van a cubrir el déficit del fondo que subsidia los combustibles, los cuales saldrán del presupuesto nacional, podrían destinarse a otros programas con mejor focalización para no terminar beneficiando principalmente a los de más altos ingresos como sucede con el subsidio a la gasolina, por ejemplo.
Según un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) de 2019, con datos de 2017, “el 20% más rico de los hogares recibe casi la mitad de los subsidios a la gasolina y el diésel (en Colombia), mientras que el 20% más pobre recibe solo el 7% del total de subsidios”.
Según el presidente Gustavo Petro, “la otra cara de no subir la gasolina y aumentar el déficit del fondo es dejar aumentar el hambre y la pobreza en Colombia”.