Los vendedores informales venezolanos, especializados en el cambio de divisa

Se les conoce como buhoneros, y ubicados en algunas de las zonas más populares de la capital venezolana y el resto del país, controlan como linces el uso de las dos monedas

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Caracas — Los vendedores informales venezolanos han logrado controlar el uso de dos monedas en el país, sorteando los aumentos repentinos en el tipo de cambio, con estrategias combinadas que no ponen en riesgo su negocio pero sí el bolsillo de quienes acceden a ellos.

Mientras el precio del dólar en el mercado oficial se ubica en 7,90 bolívares y el paralelo se sitúa en 8,23 bolívares por divisa, la venta de un producto entre los llamados buhoneros, a orilla de calle en la capital venezolana, puede ofertarse con una tasa calculada en 9 bolívares.

El aumento individual no corresponde a ningún promedio, ni siquiera a alguna evaluación sobre los informes de política cambiaria. La medida asumida por la economía informal, que es emulada por el sector de transporte público, en el cambio devuelto a los pasajeros que cancelan en divisas, solo obedece a un intento de proteger sus ganancias en una Venezuela con una moneda local devaluada.

“Cuando estaba estable el dólar, lo dejábamos a la tasa negra, porque no había mucha diferencia. Cuando empieza a aumentar de golpe, tenemos que protegernos y vendemos los productos a una tasa por encima. Si está en 6 bolívares en el Banco Central, lo ponemos a 7 bolívares, y así vamos”, comenta Martha, una vendedora de accesorios electrónicos, como cargadores y audífonos, en el bulevar de Catia, al oeste de Caracas.

Martha, que junto al resto de sus compañeros de acera, no se considera una experta en política monetaria, sí reconoce que bajo este formato ha logrado mantener su negocio frente a la inestabilidad económica y en medio de lo complicado que resultaba, al menos al principio, la dolarización de facto.

“Ya casi nadie usa bolívares en efectivo”, dice a Bloomberg Línea, la técnico en informática, que ante la falta de buenas ofertas laborales, prefirió dedicarse a un puesto propio de venta informal, que le garantiza ingresos para ella y su familia.

Con el elevado porcentaje que representa su estrategia, asegura que sus clientes prefieren efectuar la compra en dólares. Son menos los que pagan a través de herramientas como pago móvil, aunque no les resta importancia, sobre todo por percibirle como su pequeño aporte para darle valor a la moneda nacional, un movimiento que ha intentado la administración chavista desde finales de marzo, con la entrada en vigencia del Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras.

Los buhoneros o vendedores informales, restringidos para la aplicación de este nuevo impuesto para los pagos en divisas, que representa el 3% de la compra, lo han adaptado sin embargo, con un cobro de la tasa más elevada, que ya venía siendo ejecutado desde antes de la política de intervención cambiaria impulsada por el BCV para contener el tipo de cambio.

“Y es que también nuestros proveedores nos cobran a la tasa paralela o más. Nos venden un producto en tasa paralela hoy, pero ya el próximo lunes, cuando vamos a buscar reposición, no podemos costearlo por el aumento que hubo en el dólar. Si lo vendemos a la misma tasa, perdemos demasiado”, explica Carlos, un vendedor de alimentos empaquetados, en el centro de Petare, hacia el otro extremo de la ciudad.

El remarcaje de precios, en bolívares, al igual que los grandes comercios, es parte también de su día a día, precisamente cuando el bolívar sufre devaluaciones como la experimentada en la última semana de agosto, que marcó la variación de precios más alta en lo que va de año, en 17,3% según el Observatorio Venezolano de Finanzas.

Claro que noo todos los vendedores informales aplican esta estrategia. Otros optan por adquirir menos mercancía, para lograr venderla en un menor tiempo, que les permita recuperarse y reponer inventario a la misma tasa.

Usan como referencia el comportamiento más reciente de los aumentos en el tipo de cambio, e incluso revisan proyecciones de especialistas. No son expertos, pero han aprendido a manejar bien las distorsiones económicas, con seguridad independiente, pero no improvisada para sus pequeños emprendimientos, exentos de pagos de alquiler o servicios de un local, o incluso impuestos municipales.