Cómo fueron las hiperinflaciones que azotaron América Latina en las últimas décadas

Varios países de la región sufrieron algún período de descontrol de precios, con tasas de inflación mensuales superiores al 50%. Venezuela, el caso más reciente

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Entre las diferentes crisis económicas que han sufrido los países de América Latina, algunas de las más dolorosas están relacionadas a procesos hiperinflacionarios. Es decir, aquellos momentos de la historia en los cuales los precios semana a semana se incrementan incesantemente, desgastando el poder adquisitivo de las personas. El ejemplo más reciente en América Latina sucedió en Venezuela entre 2017 y 2021.

Si bien existen diferentes definiciones académicas de lo que implica una hiperinflación y en qué se distingue de un régimen de alta inflación como el que vive, por ejemplo, Argentina en la actualidad, una de las más aceptadas indica que una sociedad está frente a una “híper” cuando el índice de precios al consumidor marca subidas mensuales superiores al 50% y se mantiene allí por tres meses.

En las últimas décadas hubo varios países de la región que se vieron golpeados por este tipo de fenómenos, además del ya mencionado caso en Venezuela: Bolivia en los ‘80 y Nicaragua, Argentina, Brasil y Perú entre fines de los ‘80 y principios de los ‘90. En tanto, Chile debió afrontar inflaciones anuales superiores al 600% en los años ‘70.

Bloomberg Línea desarrolló un recorrido por los distintos episodios hiperinflacionarios que atravesó la región y, a la hora de analizar la mayoría de los casos, los especialistas encuentran como causal un fuerte desequilibrio fiscal previo.

Hiperinflación en Bolivia

La mayor espiralización de precios en la historia de Bolivia comenzó en abril de 1984 y terminó en septiembre de 1985. Fue el primer país que sufrió un proceso de este tipo en la década del ‘80.

Según explica en uno de sus libros el economista y diputado venezolano José Guerra, Bolivia fue el primer país en sufrir una hiperinflación sin una causa directa previa. Los países europeos que habían sufrido procesos de este tipo habían estado inmersos en guerras civiles o con el exterior.

Bolivia comenzó a registrar altas tasas de inflación desde comienzos de los años ochenta y la situación se hizo inmanejable entre de abril de 1984 y mediados de 1985. El pico se observó en febrero de 1985, cuando la tasa de inflación mensual llegó a 182%. En aquella época, el banco central actuaba como financista del Gobierno ante la caída de la recaudación y la falta de ingresos.

En 1982 se habían agotado las reservas del banco central boliviano y el Gobierno implantó un sistema de tipo de cambio dual que fracasó.

Según datos del Banco Mundial, Bolivia finalizó el año 1984 con una inflación de 1281,3% y en 1985 el índice cerró en 11.749,6%. En 1986 cayó a 276,3% y en 1987 se ubicó en 14,6%. Con los años la situación se fue calmando, al punto que hoy Bolivia es uno de los países de la región con mayor estabilidad de moneda y de precios.

El Banco Central de Bolivia destaca en su información institucional que la hiperinflación fue “detenida en seco” en el último semestre de 1985, “a través de una serie de medidas entre las que se incluía la vigencia de una nueva moneda nacional, el boliviano, en reemplazo del devaluado peso boliviano”. La entidad subrayó que el Banco Central también fue parte de las reformas y su estructura fue reorganizada.

No obstante, el control de la inflación no llegó solamente de la mano de la autoridad monetaria. El 7 de junio de 1985 ganó las elecciones Víctor Paz Estenssoro, quien accedió al Poder Ejecutivo por cuarta vez, y el 29 de agosto de 1985 promulgó un decreto que contenía duras modificaciones en todas las áreas importantes de la economía. “La iniciativa, conocida como la Nueva Política Económica (NPE), cambió por completo el curso que venía siguiendo Bolivia”, resume un artículo de Observatorio de la Economía Latinoamericana.

Sus políticas establecían un régimen de cambio único y flexible, implementado por el Banco Central de Bolivia a través de un sistema de subastas, haciendo que la paridad con la divisa norteamericana quedara fijada por el mercado, aunque “administrada” por el Banco Central dentro de lo que se denomina una flotación “sucia”. Se autorizó a todo el sistema bancario a operar con moneda extranjera. Se abolieron las restricciones al comercio exterior. Y se elevaron los precios de los derivados del petróleo, llevándolos al nivel internacional, así como los de otros bienes y servicios provistos por las empresas públicas, entre otras decisiones que se tomaron.

Nicaragua

La hiperinflación en Nicaragua comenzó en abril de 1987 y concluyó en abril de 1991. En un paper académico, el especialista David Alvarado, tomando en cuenta la tasa de inflación mensual anualizada más alta, la clasificó como la cuarta hiperinflación más alta del mundo en el Siglo XX, sólo superada por las de Hungría (agosto 1945-julio 1946), Grecia (noviembre 1943-noviembre 1944) y Alemania (agosto 1922-noviembre 1923).

Sin embargo, aclaró Alvarado, la hiperinflación de Nicaragua duró cuatro años y registró el récord de mayor duración hasta ese momento, al superar la de dos años y un mes en Rusia (diciembre 1921- enero 1924).

El proceso hiperinflacionario en Nicaragua se contextualizó en medio de un cambio de régimen socio político y una guerra civil, contrariamente a los otros casos que se vieron en la región.

En 1979, tras la revolución que sacó del poder al dictador Somoza, se conformó la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, presidida por Daniel Ortega e integrada de manera plural pero con claro dominio del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El sandinismo buscó desarrollar una economía centralizada y planificada, aunque al interior de la Junta había distintas vertientes.

En 1985, Ortega llega a la Presidencia del país y la tendencia se acentúa. Según describe el economista Oscar Morales Rodríguez, en un artículo publicado en el blog Efecto Cocuyo, “el país comprometió sus equilibrios macroeconómicos por causa de los numerosos rescates financieros a las empresas estatales, los incrementos salariales no fundamentados y las inversiones públicas que terminaron en negocios corruptos.”

En medio de este escenario interno, aunado a los factores externos, como por ejemplo el fin de la guerra fría y embargo estadounidense, Ortega es presionado y convoca a elecciones en 1990, cuando la inflación alcanzó al cierre de ese año los 7.485%., aseguró Morales Rodríguez.

Durante la presidencia de Violeta Chamorro (quien había derrotado a Ortega en 1990) se inició un plan de austeridad fiscal, recorte de salarios públicos y privatización las empresas del Estado que generó múltiples protestas y conflictividad. Pero a partir de 1992 se logró generar una cierta estabilización de la economía. Parte del ajuste había comenzado ya en 1988 con Ortega, según reseñó Morales Rodríguez, pero no tuvo mayor éxito.

Además del ajuste, el Gobierno y el banco central diseñaron la estabilización macroeconómica alrededor de una nueva moneda indexada, el “córdoba oro”, que surgió como unidad de cuenta a partir de mayo de 1990, con un tipo de cambio de CO$1 por US$1, y comenzó a circular paralelamente al córdoba desde agosto de 1990, con el pago de la planilla gubernamental. El público huyó del “córdoba” y buscó el “córdoba oro”, y desde ese momento se dolarizó extraoficialmente la economía nicaragüense.

Argentina y los ciclos inflacionarios

La tercera economía de América Latina sufrió altos índices de inflación durante la década de 1970 y a lo largo de toda la década de 1980. Sin embargo, la hiperinflación llegó en 1989, año en que el índice de precios al consumidor llegó a 3.079,8%. Esta situación aceleró la caída del presidente Raúl Alfonsín, quien ya había perdido las elecciones, pero cedió anticipadamente el poder a su sucesor, Carlos Menem.

De todas formas, ya con Menem en el poder, la inflación de 1990 concluyó el año en 2.313,9%. Argentina había intentado estabilizar los precios con el un programa de estabilización monetaria denominado Plan Austral, iniciado 1985, teniendo éxito pero por un corto período.

Los intentos fallidos por controlar la inflación habían deteriorado la imagen de las autoridades políticas y económicas del país, y el déficit fiscal (4,99% del PIB en 1987 y 5,8% del PIB en 1988) agregaban leña al fuego. Asimismo, el Banco Central de la República Argentina acumulaba un importante déficit cuasi fiscal por los instrumentos de absorción monetaria.

¿Cómo logró la Argentina controlar la inflación, al punto que entre 1992 y 2001 tuvo valores extremadamente bajos en comparación con su media? Menem llevó adelante una serie de reformas del Estado que incluyeron apertura generalizada al comercio exterior y al movimiento de capitales, la desregulación económica, la privatización de empresas públicas, la reducción del Estado y la reorganización del sistema tributario. Además, en 1992 se implementó la Ley de Convertibilidad, que estableció la paridad del dólar estadounidense con el peso argentino.

Posteriormente, este régimen estalló en 2001 y llevó al país a una megadevaluación en 2002.

Actualmente, Argentina es junto a Venezuela y Cuba uno de los tres países de la región que se mantienen en régimenes fuertemente inflacionarios. Sin embargo, no volvió a estar nunca cerca de los indicadores que se observaron en la década del ‘80.

Aquella hiperinflación tuvo efectos dramáticos en términos de crecimiento de la pobreza y conflictividad social. De hecho, en mayo y junio de 1989 hubo saqueos en varias de las principales ciudades del país. Según las cifras oficiales, unas 14 personas murieron por enfrentamientos entre civiles y policías.

Más de 7.000% de inflación en Perú

Perú venía sufriendo una inflación superior a los tres dígitos desde 1983, pero en 1988 se disparó a 667% y en 1989 finalizó en 3.398,6%. En tanto, en 1990 el índice de precios concluyó en 7.481,7%.

Según el libro de José Guerra, la hiperinflación en Perú se fue gestando desde el gobierno de Belaunde Terry y hace explosión con Alan García. El proceso hiperinflacionario se inició en septiembre de 1988 y finaliza en abril de 1989. Ésta parece estar asociada a las políticas de sobre expansión fiscal y monetaria de 1985 y 1986 en el contexto del fracaso del plan heterodoxo aplicado para enfrentar la inflación heredada”, detalló el analista.

En 1990, con la llegada de Alberto Fujimori a la presidencia del país, Perú encaró una serie de reformas liberales, que combinaron unificación cambiaria con austeridad fiscal y endurecimiento monetario.

El economista peruano Marco Ortiz detalló ante la consulta de Bloomberg Línea: “Perú tuvo éxito para controlar la inflación de una manera muy agresiva. Vendió las empresas públicas y despidió miles de trabajadores públicos: con eso ganó la credibilidad necesaria para impulsar un ajuste monetario. Para dar esa credibilidad debía también blindar al banco central de futuros ataques del Ejecutivo. Por ello logró protección constitucional de la independencia del Banco Central en la ley orgánica de 1992″.

Brasil y la calma con el Plan Real

La principal economía de América Latina también tuvo que lidiar con una espiralización inflacionaria. A fines del gobierno de José Sarney, entre los meses de febrero de 1989 y marzo de 1990, la subida de precios llegó al 2.751% anual y al 86% mensual.

El mandatario había intentado aplicar planes de estabilización en 1987 y 1989, pero ambos fracasaron. Finalmente, según datos del Banco Mundial, en 1989 el país acumuló una inflación del 1.430,7%; en 1990, del 2.947,7%; en 1991 cayó a 432,8%, pero en 1993 rebotó a 1.927,4% y en 1994 a 2.075,90%.

Para 1990 el país estaba bajo el gobierno de Fernando Collor de Melo, quien en 1992 dejó la Presidencia por un juicio político y asumió en su lugar Itamar Franco, que en 1993, junto a su ministro de Hacienda, Fernando Henrique Cardoso, lanzó el Plan Real.

Este último fue un plan de estabilización y reforma del Estado de corte liberal, con una impronta de apertura al comercio exterior, muy en línea con un clima de época.

El éxito de estas medidas le permitió a Cardoso llegar a la Presidencia en 1994.

En los años ‘80 y ‘90, Brasil puso en marcha cinco planes económicos para intentar reducir la inflación, que fueron descriptos a Bloomberg Línea por la economista Carla Beni Menezes de Aguiar, profesora de la Fundación Getulio Vargas

  • El Cruzado (1986): adoptó una propuesta heterodoxa de shock y tenía cuatro medidas principales: reforma monetaria, congelar y desindexar la economía y eliminar la contaminación del índice de inflación en las cuentas de ahorro. Tuvo un enorme éxito inicial, pero ante ante un demanda creciente comenzaron a aparecer señales de escasez en la economía, surgieron problemas en los precios de productos de la canasta básica que luego se extendió al acero combustible y tarifas públicas.
  • Bresser (1987) y Verão (1989): tenían como objetivo promover un shock deflacionario, buscando evitar los errores del Plan Cruzado. En este período se combinaron políticas ortodoxas y heterodoxas. Por el lado del diagnóstico ortodoxo, se colocó un interés real positivo para contraer el consumo, al mismo tiempo que se buscó reducir el déficit público mediante aumentos de tarifas y recorte de inversiones públicas. También se decidió un congelamiento de precios y salarios. Para evitar el deterioro de cuentas externas no se congeló el tipo de cambio. Crearon una tabla de reglas para contratos de alquiler. El plan Bresser tuvo un cierto éxito al principio en el control de la inflación, pero luego los precios volvieron a subir.
  • Collor de Mello 1: El 16 de marzo de 1990 el entonces presidente Collor de Mello introdujo el cambio del patrón monetario, reemplazando el cruzado novo por el cruzeiro y congeló por 18 meses los ahorros. Fue una medida traumática para el país. Un patrón de intervención estatal nunca antes observado en Brasil.
  • Collor de Mello 2: El segundo plan de estabilización de Collor de Mello se anunció 31 de enero de 1991 y constó de congelar precios, salarios, aumentar tarifas públicas y la creación de una tasa de referencia.

Luego de referirse a todos estos planes, la economista brasileña resumió: “Lo que se observa aquí es una suma de ensayos y errores; a veces tratando de congelar los activos y servicios en el lado real de la economía, a veces tratando de congelar las inversiones financieras. En esta complejidad y después de todos estos planes, surgió finalmente el Plan Real″.

Este último fue el que finalmente logró estabilizar la economía brasileña. En su primera etapa, el Plan Real implicó una profundización en la apertura comercial y las privatizaciones con el fin de equilibrar las cuentas del Gobierno y reducir la inflación. En 1994 Brasil concretó la reestructuración de su deuda externa dentro del llamado “Plan Brady”. La última fase del Plan Real se llevó a cabo el 1º de julio de 1994 con la sustitución de la Unidad Real de Valor (que había sido implementada en la primera etapa del plan) por un nuevo signo monetario denominado real (a razón de 2750 cruzeiros por cada nuevo real).

Se establecieron restricciones para la indexación de contratos, mientras que la emisión monetaria se limitó al nivel de reservas internacionales. Se estableció una paridad de 1 a 1 entre el real y el dólar, aunque se evitó fijar el tipo de cambio por Ley, a diferencia de lo que sucedió en Argentina.

Venezuela, el caso más reciente

Venezuela ingresó en 2017 en un período hiperinflacionario, que recién logró resolver entre 2021 y 2022. En aquel año, la inflación llegó a 2.616%, según datos difundidos por el diputado opositor Rafael Guzmán.

En 2018 Venezuela cerró con una inflación de 130.060%, de acuerdo a cifras publicadas en ese entonces por el Banco Central de Venezuela que llevaba tres años sin referirse al respecto.

También tomando cifras oficiales, el 2019 habría finalizado con una inflación de 9.585,5%; el 2020, con un 2.968,8% y el 2021, con un 686,4%.

Actualmente Venezuela continúa en un régimen de alta inflación. En julio de 2022, la interanual fue del 137%.

“El Gobierno sobredimensionó el gasto, a partir de las estatizaciones de las empresas, que empezaron en 2007″, señaló José Guerra en diálogo con Bloomberg Línea. “Ese gasto en principio se financiaba con los altos precios del petróleo, pero luego los precios empezaron a disminuir un poco; eso fue cubierto con deuda externa entre 2010 y 2011. Luego el Gobierno empezó a recurrir al financiamiento y interno y más tarde al financiamiento monetario, con muchísimas fuerza a partir de 2014 / 2015″.

Así, se fue incubando un proceso “muy típico” de financiamiento monetario con emisión de dinero.

Respecto de cuáles fueron las herramientas para empezar a dejar atrás la hiperinflación, el economista venezolano respondió: “Se salió con un anclaje cambiario, con una fuerte contracción monetaria, con una fuerte restricción fiscal y con salarios muy bajos, al punto que en 2019 el salario mínimo ya era de US$4″.

Chile, al borde la hiperinflación en los ‘70

Chile no llegó nunca a cruzar el umbral del 1.000%, aunque sí superó los tres dígitos antes que la mayoría de países latinoamericanos. En 1974, el país cerró el año con una índice de precios al consumidor ubicado en 504,7%, para luego comenzar un gradual descenso año a año.

El economista chileno Hermann González, coordinador macroeconómico de Clapes UC, describe el proceso inflacionario: “Es la historia de muchos países que hasta hoy tienen altas inflaciones: enormes déficit fiscales financiados con emisión de dinero pro parte de bancos centrales no autónomos”.

Según su visión, la solución pasó, en primera instancia, por fortalecer la posición fiscal (recortar gastos y subir impuestos), con la idea de dar sostenibilidad a las finanzas públicas. “Con el tiempo, se dio paso a la autonomía del Banco Central (consagrado en la constitución de 1980, pero efectivo desde 1989), lo que junto con un manejo fiscal responsable y una regla fiscal de balance estructural (desde 2001) permitió ganar la lucha contra la inflación”, definió.

México, con valores elevados en los ‘80

La segunda economía de la región, México, llegó a mostrar cifras inflacionarias preocupantes en buena parte de la década de 1980 y 1990, alcanzando los tres dígitos en 1987 (142,2%) y 1988 (100,4%). No obstante, no llegó a tener los niveles que el resto de los casos mencionados ni a acercarse a la definición de una hiperinflación.

El economista mexicano Marco Oviedo, quien se ha desempeñado como asesor económico del expresidente Felipe Calderón y fue economista jefe para Barclays México, señaló a Bloomberg Línea que “en México tomó casi 12 años” domar la inflación y señaló que tal proceso requiere “corrección fiscal” e “independencia del Banco Central”.

El proceso no estuvo exento de marchas y contra marchas. Oviedo explicó que la crisis de deuda de 1982 llevó a que el gobierno de Miguel de la Madrid conviva con seis años de inflación alta. En 1988 llegó Carlos Salinas que, con algunas medidas, logró bajar la inflación y que en 1993 llegue a un dígito, pero luego vino el Efecto Tequila y en 1995 la inflación mexicana cerró en 35%. Recién para el 2000 el país logró estabilizar los incrementos anuales de precios por debajo del 10%.

La post hiperinflación

En la actualidad solo Argentina y Venezuela muestran cifras que los colocan como países con regímenes de alta inflación. Si bien otras economías empiezan a mostrar algunos síntomas preocupantes, como Chile, que superó el 13% anual en julio.

Sin embargo, a nivel regional la situación parece mucho más estabilizada que lo que se observó entre los años ‘70 y ‘90. Tras aquellas experiencias, en la mayoría de naciones latinoamericanas los gobiernos han buscado mantener dentro de ciertos límites los resultados fiscales.