Bloomberg Opinión — La campaña de la industria de los jets privados “Sin avión no hay ganancia” (No Plane, No Gain) hace hincapié en los beneficios económicos y de productividad de los vuelos privados. Y a juzgar por el aumento de las ventas de aviones ya usados el año pasado y el número récord de vuelos privados en Europa este verano boreal, los viajeros comprenden bien el atractivo de evitar el infierno de los viajes comerciales.
Sin embargo, ya sea por la fanfarronería de las estrellas de Instagram o por los sitios que rastrean a los propietarios multimillonarios como I Fly Bernard (Arnault), la aviación de negocios -su nomenclatura preferida para no enfocarse demasiado en todos esos vuelos a Ibiza y Cerdeña- está perdiendo la batalla de las relaciones públicas. ¿Cuál es el problema? Su enorme huella de carbono.
Después de un verano de sequía y calor agobiante en el hemisferio norte, los políticos ecologistas franceses exigen la prohibición total de estos aviones, que suelen volar vacíos y producen varias veces más emisiones por persona y kilómetro recorrido que los vuelos comerciales.
La prohibición es improbable en el país, teniendo en cuenta que Francia es la sede de Airbus SE y Dassault Aviation SA (fabricante de los aviones Falcon); París y Niza son también los destinos europeos más concurridos para los vuelos en jets privados.
La prohibición de los aviones privados también podría ser contraproducente: Muchas de las tecnologías necesarias para descarbonizar la aviación aparecerán primero en aviones más pequeños antes de dar el salto a los grandes. Deberíamos dejar que los ricos que vuelan financien esa innovación.
El Gobierno francés está estudiando nuevos impuestos y regulaciones para el sector y tiene previsto consultar a sus socios europeos sobre el tema en otoño. ¿Y por qué no?
Penalizar los viajes de alto consumo y promover aviones y combustibles con menos emisiones de carbono puede ayudar a los operadores de aviones privados a mantener su dispendiosa licencia social. Y aunque el sector se ha comprometido a lograr un nivel neto de emisiones cero para 2050, los vuelos privados impulsados por combustibles fósiles deberían terminar mucho antes que eso en las rutas más cortas.
Es cierto que los aviones privados sólo representan el 0,04% de las emisiones mundiales, pero tienen una enorme importancia simbólica. Los gobiernos difícilmente pueden instar a los ciudadanos a contaminar menos cuando los ricos hacen lo que quieren. Quienes intentan volar lo menos posible -y, por tanto, ver a sus amigos y familiares menos de lo que les gustaría- se sienten frustrados cuando los famosos revolotean en jets (y veranean en superyates) como si la emergencia climática fuera irrelevante.
Decir a los seguidores de Instagram que has comprado compensaciones de carbono no es suficiente. A corto plazo, el combustible de aviación sostenible (SAF), que puede producirse a partir de aceites y grasas de cocina residuales o de electricidad renovable, es la forma más factible de que la industria se limpie.
Aunque es al menos dos veces más caro que el combustible de aviación normal, la disponibilidad del SAF está mejorando gracias a empresas como la finlandesa Neste Oyj. Los innovadores programas de “book-and-claim” (reservar y reclamar) permiten a los clientes comprar créditos de SAF incluso cuando el combustible no está almacenado en su punto de partida. Cada vez más, los clientes de la aviación privada no tienen excusa para no pagar la prima por un combustible con menos emisiones de carbono.
La Unión Europea ha fijado objetivos para la adopción del SAF y la Ley de Reducción de la Inflación de la Administración Biden ofrece créditos fiscales para estimular su desarrollo. (La mezcla de SAF con queroseno normal está limitada al 50%, pero la industria aspira a certificar los aviones para el 100% de SAF)
Los aviones eléctricos son la otra gran esperanza para mantener los vuelos privados. Aunque todavía no es una opción realista para los viajes transatlánticos, los aviones híbridos y eléctricos, como los producidos por la empresa israelí-estadounidense Eviation Aircraft Ltd., deberían volar trayectos cortos dentro de unos años.
Por ello, cuando sea tecnológicamente viable, creo que debería haber una fecha de eliminación más rápida de los vuelos privados con motor de combustibles fósiles, similar a la prohibición de los coches con motor de combustión por parte de diversos gobiernos, que debería entrar en vigor en torno a 2035.
Hasta que los viajes con cero emisiones sean una realidad, será necesario frenar el crecimiento de los vuelos privados. Parece que ya se está produciendo un cambio cultural: si no puedes presumir en las redes sociales o tu avión es rastreado en todas partes, ¿merece la pena pagar por él? Los incentivos financieros también pueden motivar elecciones más responsables desde el punto de vista medioambiental.
Las deducciones fiscales por aviones privados contaminantes, como las promulgadas por el ex presidente Donald Trump, deberían eliminarse.
El impuesto sobre artículos de lujo selectos de Canadá, que entra en vigor el próximo mes y añade un 10% al costo de un avión privado, es una contramedida contundente. Los impuestos vinculados a la eficiencia de los aviones son una mejora y, de nuevo, la industria del automóvil puede servir de inspiración: Los compradores franceses de los coches más contaminantes deben pagar un recargo de 40.000 euros (US$40.300). ¿Por qué no los aviones también? (La tasa tendría que ser, por supuesto, más alta).
Los gobiernos deberían garantizar que los vuelos de los aviones privados se incluyan en los sistemas de comercio de emisiones - actualmente hay exclusiones para los pequeños operadores en la UE.
Hasta ahora, el combustible de los aviones también ha pasado desapercibido para las autoridades fiscales. A partir del año que viene, Europa tiene previsto imponer una tasa sobre el combustible a todos los viajes de negocios y de placer en jet privado, aunque sólo se aplica a los vuelos intraeuropeos y el tipo impositivo es bastante bajo.
También merece la pena pensar en una tasa sobre los billetes de los aviones privados, escalada en función del peso del avión y la longitud del trayecto, como propone Suiza en 2020. Los viajes en los que existen alternativas de bajas emisiones de carbono, como el ferrocarril, deberían ser los más penalizados, o prohibidos por completo.
Encarecer los vuelos privados no cambiará mucho el comportamiento de los multimillonarios, pero los ingresos pueden utilizarse al menos para financiar los esfuerzos de descarbonización. Mientras tanto, los pasajeros menos adinerados podrían pensárselo dos veces la próxima vez antes de abandonar los vuelos comerciales. O como dice el refrán: “Sin avión no hay vergüenza” (no plane no shame).
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.
Lea más en Bloomberg.com