Santo Domingo — Los países de América Latina y el Caribe tienen un panorama económico y social complejo. Las fuertes presiones inflacionarias que venían produciéndose como resultado de los efectos generados por la pandemia, se recrudecieron por la guerra entre Rusia y Ucrania.
La situación ha llevado a cambios en las políticas monetarias, ha aumentado la volatilidad de los mercados financieros y generando dificultades para acceder al financiamiento. A estas situaciones se le suman los problemas latentes en la región.
Los retos varían de una subregión a otra. Martin Spicer, director regional para Latinoamérica y El Caribe de la Corporación Financiera (IFC) del Banco Mundial, en conversación con Bloomberg Línea puntualizó tres retos que tiene el Caribe para la recuperación de su economía. Además, destacó los trabajos del IFC para apoyar a los países en ese desarrollo.
Inclusión social
Reforzar la inclusión social es crucial para la recuperación económica en la región. Spicer destacó que a pesar de su alta contribución al producto interno bruto (PIB) y a la creación de empleos, el acceso al crédito es uno de los retos más apremiantes para las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYME), y en particular las empresas propiedad de mujeres (WSME). Ya sea porque no tienen historial crediticio, o no tienen las garantías necesarias, se les dificulta acceder a un crédito formal.
Agregó que el sector financiero está bien posicionado para apoyar y ayudar a expandir el financiamiento a estos grupos, con soluciones innovadoras dirigidas a las MIPYME y las WSME, para que puedan invertir, crear empleos y, en el marco de la recuperación tras la pandemia, mejorar su resiliencia y continuar operando.
“El IFC ha trabajado con bancos e instituciones microfinancieras de la región con enfoques exitosos que están ayudando a reducir la brecha de financiamiento. Encontramos que una de las principales causas de este problema es que muchos bancos están enfocados principalmente a la banca corporativa y en algunos casos hay desconocimiento del mercado de MiPymes y mujeres, por lo tanto, no siempre tienen la capacidad para evaluar correctamente los riesgos. También hay una combinación de barreras culturales y la percepción errónea de que las empresas de mujeres son menos rentables”, dijo.
Indicó que las pymes y las mujeres emprendedoras representan una importante oportunidad de negocio para las entidades financieras.
En ese mismo sentido, sostuvo que un reto para el Caribe, relacionado con la limitada oferta de financiamiento para las PYME, son los marcos legales y regulatorios, lo que requieren activos específicos, como terrenos o edificios, como garantía para que los bancos puedan prestar.
“Si alineamos estas políticas con prácticas internacionales, la región podría desbloquear el acceso a una amplia variedad de productos de crédito, ayudar a las pequeñas empresas a prosperar y alentar la formalización de empresas”, destacó.
Según explicó, están trabajando con el Eastern Caribbean Central Bank (ECCB) para ayudar a establecer las bases para un marco común para transacciones garantizadas y registros de garantías que permitirán a los propietarios de PYMES utilizar bienes muebles como garantía cuando busquen financiamiento.
“Estos incluyen maquinaria, cultivos o cuentas por cobrar, por ejemplo. Esto podría tener un impacto dramático en el desarrollo económico del Caribe y fortalecer su estabilidad financiera”, dijo.
Infraestructura
Otro de los retos que citó que tiene el Caribe es la infraestructura. Puntualizó que es necesario invertir en mejorar la infraestructura para desarrollar el turismo y para mejorar los servicios públicos a los ciudadanos. Esto incluye transporte y carreteras, servicios de salud, fuentes de energía limpia, y gestión de agua y residuos.
“La falta de una infraestructura digital adecuada o el acceso limitado a servicios digitales también está obstaculizando el desarrollo y exacerbando las desigualdades, en particular para personas en zonas rurales. Imagínese cómo esta brecha de conectividad ha impactado la educación de los niños, el acceso a servicios financieros o de salud durante la pandemia, o la capacidad de ‘trabajar desde casa’ en los últimos dos años. Invertir en la transformación digital del Caribe puede ayudar a superar los desafíos de desarrollo que han durado décadas, incluida la desigualdad social”, expresó.
En Jamaica, el IFC colaboró con Rock Connect en Jamaica, un proyecto de asesoría para proporcionar “inteligencia de mercado” para la construcción de su red, que entre otros busca acelerar la provisión de banda ancha en el país.
Destacó que a través de las Asociaciones Público-Privadas (APP), se pueden abordar estas brechas de infraestructura sin comprometer el espacio fiscal de los gobiernos. Además, las APP son una alternativa viable para atraer financiación y experiencia del sector privado. Países como Jamaica, Santa Lucía, Trinidad y Tobago y, más recientemente, Barbados, han dado pasos en esta dirección. El IFC tiene una trayectoria en la región con las APP.
Cambio climático
Tanto por su posición geográfica, como por las infraestructuras, el cambio climático es otra de las amenazas para el Caribe, el cual podría aumentar las tasas de pobreza.
La región sufre desproporcionadamente los impactos de desastres naturales y los costos que conllevan, tanto por las pérdidas de activos como por la pérdida de consumo.
A nivel mundial, se estima que los eventos climáticos causaron cerca de $200 mil millones de dólares en daños durante el 2020.
“Necesitamos políticas y regulaciones que puedan dar paso al desarrollo de una cartera de proyectos viables y bancables, priorizando la adaptación al clima y la resiliencia”, indicó el ejecutivo del IFC.
Afirmó que el desarrollo de taxonomías verdes abre las puertas a inversiones con impacto social y ambiental. En ayuda de la institución, Colombia lanzó la primera de este tipo para la región Latinoamericana y República Dominicana trabaja para lanzar la primera en su clase en el Caribe.
Adelantó que están comenzando un programa de infraestructura resiliente (Building Resilience Index, BRI, por sus siglas en inglés) que tiene como objetivo ayudar a la región a hacer frente al creciente costo humano y económico de los eventos climáticos.
Enfatizó que el Caribe es uno de los más expuestos a eventos extremos y el costo de reconstrucción es cada vez más alto. En 2017, el huracán María le costó a Dominica alrededor del 200% de su Producto Interno Bruto.
“La razón por la que los países han tardado en implementar este tipo de prácticas es la falta de datos para evaluar los costos y beneficios. Esto es lo que pretende hacer el (BRI) de IFC: proporcionar información que pueda ayudar a desarrolladores, instituciones financieras, aseguradoras y gobiernos a evaluar y mejorar la resiliencia en la industria de la construcción. IFC se está asociando con un banco local en la República Dominicana para poner a prueba el programa y explorar oportunidades para mejorar la resiliencia en casas y edificios, tanto nuevos como existentes”, dijo.
Anticipó que las finanzas azules es otra área que puede convertirse en la próxima frontera para el crecimiento económico del Caribe.
“El Mar Caribe apoya las economías de más de 30 países y territorios costeros y pequeños insulares y más de 40 millones de personas. Al igual que hicimos con los bonos y préstamos verdes, IFC ahora está buscando escalar las finanzas azules alrededor del mundo. En él, tienen el potencial de ayudar a diversificar la economía, crear empleos y aprovechar el turismo de playa con un modelo más sostenible que puede duplicar los ingresos actuales en el sector”, expresó.