Bloomberg — La posibilidad de que la libra esterlina caiga hasta la paridad con el dólar estadounidense es cada vez menos improbable. La amenaza cada vez más grande de una recesión, una aguda dependencia de capital extranjero, mayores costos de endeudamiento y la creciente posibilidad de que la autonomía del Banco de Inglaterra se vea socavada son malas noticias para los activos británicos. En consecuencia, los bonos y la libra están en una posición cada vez más frágil.
Criticar al Reino Unido se ha vuelto una suerte de pasatiempo nacional, pero más allá de ello es difícil tener una perspectiva positiva si se miran los datos sin pasiones mediante. No hay motivo para cuidar las palabras: la situación es sombría.
El Reino Unido se enfrenta a los mismos desafíos que otros países, pero le agrega los suyos propios. Ha visto una mayor inflación tras las políticas de estímulo de la pandemia, seguidas de la mayor subida de tasas de interés en muchos años. Se espera que el crecimiento se desacelere fuertemente en los próximos meses dado el claro mensaje de unos indicadores a la baja: no pasará mucho tiempo hasta que el Reino Unido entre en recesión.
Los problemas se ven exacerbados por un un posible “punto único de fractura” en su enorme déficit por cuenta corriente. El país arrastra desde hace tiempo un gran déficit por cuenta corriente que sigue aumentando. El déficit en el campo de los bienes está cayendo más de lo que mejora el superávit de servicios.
Además, la balanza de ingresos primarios es ahora estructuralmente deficitaria, ya que la capacidad del Reino Unido para obtener una prima sobre lo que recibe de los activos en el extranjero en comparación con lo que paga por los activos que mantiene en el extranjero se ha evaporado. Podrá ser culpa del Brexit o no, pero los datos no mienten.
El déficit presupuestario también es grande, ya que aproximadamente el 25% de los gilts en circulación son propiedad de extranjeros. Además, el Reino Unido se enfrenta a un reto similar al de otros países europeos por la espiral alcista de los costos energéticos, que probablemente tendrán que ser subvencionados de alguna manera por el Tesoro. El Reino Unido no tiene una exposición directa al gas ruso, pero sigue expuesto a los efectos indirectos dada su dependencia energética de otros países, que ronda el 35%.
Si añadimos el déficit por cuenta corriente, el Reino Unido tiene uno de los mayores déficits gemelos del mundo. Con un 11,1% del producto interior bruto, es un océano de capital extranjero el que se necesita para mantener las ruedas en movimiento.
En épocas de bonanza esto es un problema menor. Pero cuando el crecimiento está a punto de ralentizarse bruscamente, el acceso a tu mayor mercado de exportación está plagado de nuevos retos y tu moneda está en constante declive como activo de reserva, la amabilidad de los extraños empieza a parecer menos un acto de benevolencia que un requisito para la supervivencia.
Por si fuera poco, la factura de la deuda del gobierno del Reino Unido podría alcanzar pronto niveles de presión astronómicos. Por razones que probablemente tenían sentido para alguien cuando la inflación estaba en un régimen bajo y estable, cerca del 24% de la deuda pública británica emitida está vinculada a la inflación. Esto significa que, si se cumplen algunas de las previsiones más altas, el Reino Unido podría acabar pagando cerca del 3% del PIB el próximo año sólo en cupones de deuda ligada a la inflación.
No obstante, los mercados de deuda se muestran cada vez más cautelosos con la que probablemente será la próxima primera ministra del Reino Unido. Liz Truss, que según los pronósticos se convertirá en primera ministra el 5 de septiembre, ha abogado por revisar el mandato del Banco de Inglaterra sobre la fijación de las tasas de interés.
Interferir en el delicado pacto que ha evolucionado durante las últimas décadas entre los bancos centrales más transparentes y el mercado de bonos estaría cargado de riesgos en el mejor de los casos. Pero cuando el crecimiento está a punto de desplomarse, los costos de la deuda se disparan y la necesidad de capital extranjero es enorme, es quitarle la clavija a la granada.
El Reino Unido puede evitar este destino, por supuesto, pero los mercados tienen cada vez más una opinión diferente.
La libra esterlina frente al dólar es el par de divisas más antiguo del mundo, con 250 años de antigüedad, pero la probabilidad implícita de que alcance un mínimo histórico de 1,05 a finales de año es ahora de 1 entre 7. Y, a pesar de que a principios de este año era una fantasía, incluso la probabilidad de que la libra esterlina alcance el Rubicón de la paridad con el dólar, de 1 entre 32, parece ahora una apuesta razonable. Estamos avisados.
NOTA: Simon White escribe para el blog Markets Live de Bloomberg. Las observaciones que hace son suyas y no pretenden ser un consejo de inversión.
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