Los plásticos amenazan la vida, pero ¿es posible un mundo sin ellos?

La contaminación plástica está afectando desde océanos, bosques, y lugares tan remotos como el Ártico y la Antártida, hasta animales y el cuerpo humano

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Cada minuto, el equivalente a un camión de basura lleno de plásticos es vertido en los océanos, contaminando las playas, dañando la vida silvestre y causando un grave impacto hasta en el suministro de alimentos, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Aunque el plástico es estéril, duradero y versátil en su uso, su huella de carbono es elevadísima y eliminar sus residuos no es tan factible ni fácil, por lo que termina en la naturaleza, los animales y hasta en el cuerpo humano.

El crecimiento de la población y el aumento de los ingresos, especialmente en mercados emergentes, han favorecido una mayor producción mundial de plásticos, que se duplicó entre los años 2000 y el 2019, alcanzando en este último los 460 millones de toneladas (Mt), de acuerdo con un informe de la OCDE, que además proyecta que para el 2060 el uso de este material se triplicará hasta las 1.231 Mt, impulsado por un incremento en el nivel de vida.

Pero la elevada producción de plásticos lejos de emocionar a los expertos, genera múltiples preocupaciones, pues el material representa el 3,4% de las emisiones mundiales de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y la gestión de sus desechos se ha quedado corta para enfrentar su impacto negativo. De hecho, la OCDE prevé que los GEI del ciclo de vida de los plásticos se dupliquen, así como también la formación de ozono, la acidificación y la toxicidad humana.

Y es que la contaminación plástica ya está básicamente en todas partes, desde océanos, bosques y en sitios tan remotos como el Ártico y la Antártida. Los plásticos preocupan en dos sentidos: primero por la mala gestión de sus desechos de tamaño grande, conocidos como macroplásticos. El informe señala que hay aproximadamente 30 Mt de residuos plásticos en los mares y océanos, y otros 109 Mt en los ríos, lo que implica que las filtraciones hacia los océanos continuarán durante décadas, incluso si se llegara a limitar su producción.

En segundo lugar, preocupan las filtraciones de microplásticos, que son pequeñas piezas de plástico de menos de 5 milímetros, que llegan al medioambiente a través, por ejemplo, del desgaste de neumáticos o el lavado de fibras textiles sintéticas. La OCDE estima que en 2019 la fuga global de plásticos fue de 22 Mt y prevé que el valor se duplique, para llegar a 44 Mt en el 2060.

Esas filtraciones perjudican el crecimiento de corales y manglares y hacen que especies marinas, aves y mamíferos enfrenten riesgos de intoxicación, asfixia y trastornos del comportamiento, según la ONU. Y eso no es todo, el cuerpo humano también es vulnerable ante las fugas de plástico, que pudieran alterar el sistema endocrino, que produce las hormonas que regulan el crecimiento y el desarrollo.

De hecho, un estudio de la WWF (World Wildlife Fund) y la Universidad de Newcastle estima que las personas consumen alrededor de 2.000 pequeñas piezas de plástico cada semana presentes en el agua, el aire y los alimentos, lo que equivale aproximadamente a 5 gramos semanales, es decir, cerca del peso de una tarjeta de crédito.

El problema se agrava, además, porque de los residuos plásticos casi dos tercios provienen de aquellos que tienen una vida útil menor a cinco años, según la OCDE, y que solo un 9% se recicla, por lo que la incorporación de nuevos plásticos es cada vez mayor.

Tanto la ONU como la OCDE coinciden en que eliminar la contaminación por plásticos es posible, pero requiere de acciones e inversiones globales de gran magnitud. Y es que eliminar el plástico completamente de la economía no sería factible en un mediano plazo. Hay que tener en cuenta que este material se ha infiltrado en casi todos los sectores y aspectos de la cotidianidad.

El uso de los plásticos como los conocemos hoy en día, derivados en gran medida de combustibles fósiles, despegó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando apenas comenzaban a calar por fuera del ámbito militar. Pero actualmente se utilizan en la construcción de edificios, en el transporte, las señalizaciones viales, en muebles, electrodomésticos, aparatos tecnológicos, alfombras, ropa, empaques de comida, utensilios de hospital como guantes, tubos, jeringas y bolsas de sangre y en innumerables objetos más que son esenciales.

“El problema es que, como población, hemos seguido innovando y creando nuevas formas de usar el plástico, hasta el punto de que dependemos del plástico en nuestra vida cotidiana”, señala Erin Simon, directora de investigación y desarrollo de sustentabilidad de WWF en un boletín de prensa. “De todo el plástico que se ha fabricado, la mitad se elaboró en los últimos 15 años. Pero no sabemos qué hacer con todo este plástico una vez que hemos terminado con él”, agrega.

Según Simon, la mayoría de los desechos plásticos que terminan en los océanos se generan por una gestión de desechos limitada o inexistente. “Puedes hacer que algo sea 100 % reciclable, pero si no tienes una instalación de reciclaje, acaba como basura”, dice.

Entonces, ¿Cómo combatir los efectos negativos del plástico?

Lograr el objetivo mundial de eliminar la contaminación por plásticos, tal como estipuló la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente el pasado mes de marzo, requiere metas compartidas y esfuerzos coordinados a nivel mundial. La OCDE señala que sin acciones estrictas y ambiciosas, la comunidad mundial estará lejos de alcanzar su propósito en el largo plazo.

Tanto la OCDE como la ONU y WWF coinciden en que los países deben combinar medidas enfocadas a todas las fases del ciclo de vida de los plásticos y que todos tienen un papel en esta meta: las empresas, la industria de gestión de residuos, los gobiernos y los consumidores.

Estas medidas implican limitar la demanda de plásticos, favorecer su circularidad mediante el diseño de productos más duraderos, reducir la cantidad de plástico nuevo, fabricar “plástico” a partir de recursos renovables, establecer sistemas efectivos de recolección y reciclaje.

La organización señala que las fugas de plástico al medio ambiente se reducirían casi a cero en 2060 si se logra que el 60% de los residuos se reciclen llevando la cuota de mercado de plásticos reciclados hasta un 41%, mientras se logra que los residuos mal gestionados estén por debajo de los niveles de 2019.

“Hoy la ciencia nos dice que es posible una reducción del 50%. Como organización de conservación que vemos la urgencia y los impactos directos en nuestros ecosistemas, sabemos que eso no es suficiente. Creo que tenemos que ser ambiciosos, porque el problema es muy grande. Todos estamos totalmente de acuerdo: el plástico no pertenece a la naturaleza y debemos evitar que termine allí”, asegura Simon.

Las alternativas al plástico

En el mundo se han empezado a utilizar plásticos de origen biológico que tienen cualidades similares, como impermeabilidad y transparencia, a las de los plásticos petroquímicos. El ácido poliláctico a base de almidón de maíz, por ejemplo, se está usando para fabricar pajillas. Estos bioplásticos suelen ser biodegradables, lo que implica impactos más positivos en el medioambiente y podrían ser una alternativa.

“Cuando se hizo la transición de las materias primas de origen vegetal o animal tipo mineral hacia el uso de materiales derivados del petróleo desaparecieron las empresas que elaboraban productos biodegradables, ahora es momento de retomarlas para aprovechar la ventaja de conocimientos y tecnologías que permitirán generar a gran escala materiales similares al plástico, como los derivados del maíz y la yuca”, señaló Carlos Devia, ingeniero forestal de la Universidad Javeriana de Colombia, a Bloomberg Línea.

Ahora bien, la OCDE resalta que si continúan los esfuerzos tal y como van, los plásticos de base biológica apenas representarían una fracción del uso total de los plásticos: en torno al 0,5% para 2060. Y si, en cambio, se logrará sustituir una gran mayoría de la producción de plásticos de origen fósil, las emisiones directas de GEI disminuirán considerablemente.

Aunque este último escenario también representaría retos, pues tendrían que replantearse alternativas para disminuir las emisiones generadas a partir del uso de tierra adicional que se usaría para cultivar estas materias primas.

Devia resaltó que en todo caso estos bioplásticos permitirían que a futuro se tengan fuentes de alimento más seguras, teniendo en cuenta los problemas de alimentación de animales que se cazan o pescan para el consumo humano y que están siendo dañados por los microplásticos. Además, le daría una oportunidad a América Latina de crecer económicamente a través de nuevos modelos de negocios basados en cultivos propicios para la región.

“Sí es posible eliminar el plástico porque existió una sociedad funcional antes del plástico y puede y debe existir una sociedad después del plástico que aproveche sus nuevos desarrollos tecnológicos para tal fin”, señaló Devia.