Los pasos que tendría que dar América Latina hacia una moneda común: ¿Es viable?

Un banco central regional, mayor integración y un hipotético liderazgo de Chile son algunas de las opciones que se han analizado para impulsar una moneda única

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Bloomberg Línea — La propuesta no es nueva pero volvió a resurgir dos veces en los últimos meses. Primero, el ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva aseguró que, de imponerse en los comicios, impulsará la creación de una moneda única para América Latina. Y esta semana el presidente del Senado colombiano, Roy Barreras, retomó la idea durante la ceremonia de posesión del presidente Gustavo Petro.

Sin embargo, para que una idea de ese estilo se materialice, la cantidad de pasos a dar no serían pocos.

El plan para llevarlo a cabo ya estaría en la mente de algunos. Dos de los principales asesores de Lula dejaron entrever que ya han al menos pensado en el recorrido que se tendría que hacer, aunque refiriéndose a una moneda sudamericana. Fernando Haddad, candidato a la gobernación de São Paulo, y Gabriel Galípol, expresidente del Banco Fator, argumentaron en una columna en el Folha de São Paulo que ello no solo tendría beneficios para América del Sur, sino también explicaron los pasos que habría que dar.

Según su visión, primero sería necesaria la creación de un Banco Central Sudamericano que surja de una capitalización realizada por los países miembros. El aporte de cada uno sería equivalente a las participaciones que tienen en el comercio regional y se financiaría con las reservas internacionales de los países o con un impuesto a las exportaciones que se envían a las economías fuera de América Latina.

Vale recordar el tiempo que tomo la creación del euro, pues si bien los estados miembros de la Unión Europea acordaron en 1995 tener una moneda común, esta recién comenzó a circular en enero de 2022. El Instituto Monetario Europeo, el antecesor del Banco Central Europeo, comenzó a operar en 1994.

Haddad y Galípol reconocen que la idea no sería fácil “dada la profunda heterogeneidad estructural y macroeconómica de los países de la región”. Sin embargo, consideran que sería una manera de impulsar la fortaleza regional de cara a la hegemonía de otras monedas como el dólar estadounidense.

El billete verde es el rey indiscutido en el sistema monetario internacional. Según las cifras más recientes del Fondo Monetario Internacional, al cuarto trimestre de 2021, el 58,8% de las reservas de los bancos centrales de todo el mundo estaban compuestas por esta divisa.

Además, según cálculos de la Reserva Federal, entre 1999 y 2019 la divisa estadounidense representó el 96% de la facturación comercial en el continente americano.

El SUR

Para Haddad y Galípol, el proyecto de integración regional debe ser capaz de conformar un bloque “económico de mayor relevancia en la economía global y de otorgar mayor libertad al deseo democrático, a la definición del destino económico de los participantes del bloque y a la expansión de la soberanía monetaria”.

Incluso han pensado el que sería el nombre de la moneda: El SUR podría utilizarse, aseguran los autores, tanto para el comercio como para los flujos financieros entre países de la región y cada una de las economías involucradas tendría una dotación inicial de esta moneda bajo reglas acordadas previamente.

Sin embargo, los países no tendrían que necesariamente renunciar a su soberanía monetaria, pues plantean que cada uno sería libre de adoptarla internamente o mantener las divisas que ya manejan. “Los tipos de cambio entre las monedas nacionales y el SUR fluctuarían” y cada uno de los países miembros podrían comprar esta moneda para componer sus reservas internacionales, agregaron.

Sumado a la creación del Banco Central Sudamericano, también se necesitaría una Cámara de Compensación Sudamericana que cree un fondo que ayude a financiar “la reducción de asimetrías entre las economías y la promoción de sinergias entre ellas”.

Bajo nivel de integración

Sin embargo, a pesar de que para los asesores de Lula la creación de una moneda única ayudaría a impulsar la integración de la región, para otros analistas esta misma falta de integración es uno de los principales obstáculos para crear una divisa única. Para los economistas León Padilla y Ángel Rodríguez García-Brazales, quienes evaluaron la posibilidad en 2021, “la renuencia de la mayoría de los países a renunciar a su soberanía para lograr una mayor cohesión regional” es un factor clave que se atenta contra este proyecto.

Fernanda Cimini, investigadora senior del Centro Brasilero de Relaciones Internacionales (CEBRI), concuerda en que América Latina, o en particular América del Sur, todavía está luchando con los “primeros pasos” de la integración del mercado.

Padilla y Rodríguez citaron estudios previos que muestran que América Latina está menos integrada económicamente que la Unión Europea, incluso antes de la aparición del euro. Sí abren la puerta a que una unión monetaria sería mucho más probable en un grupo de países -y no en toda la región- y que estos cumplan con condiciones como la “proximidad geográfica, patrones de producción similares, acuerdos comerciales existentes, aspectos históricos y un mayor grado de integración política”.

Para avanzar hacia ello, aseguraron, debería existir una economía que lidere este proceso. Y allí es donde podrían jugar un papel relevante Brasil o Chile. Aunque la primera es la economía más grande de la región, para los economistas tiene la desventaja de contar con “profundos desequilibrios macroeconómicos” y debilidades institucionales que van desde desequilibrios fiscales, presiones inflacionarias, alta tasa de desempleo y una deuda bruta del gobierno más alta que la del resto de la región.

“A diferencia de Brasil, Chile ha logrado un período prolongado de estabilidad macroeconómica y sólida credibilidad institucional”, agregaron los economistas. Niveles moderados de desempleo, estabilidad de precios y mejor desempeño fiscal, junto con la solidez de su banco central, harían que este país fuera el eje más adecuado para impulsar una unión monetaria.

El proyecto, añadieron los economistas, sería más viable en un grupo de países conformado por Chile, Perú, Ecuador, Brasil y Argentina, que comparten fronteras. Esto facilitaría el comercio intrarregional, lo que podría reducir los costos y hacer atractiva la integración.

“El camino más factible sería una integración monetaria parcial en la que las economías que tienen las mejores condiciones para adoptar una moneda común formen un núcleo y luego puedan integrarse gradualmente otras economías que cumplan con los requisitos básicos”, dijeron los analistas.

Diferencias económicas

Los profesores Kurt A. Hafner y Lennart Kampe también han analizado la viabilidad de una moneda común, pero encuentran obstáculos en las diferencias económicas en términos de ingresos, crecimiento y estructura económica de cada uno de los países de la región. A esto le suman “las preferencias heterogéneas de los líderes políticos nacionales” y el hecho de que se comercia más con Estados Unidos, que entre los mismos países.

Esta no es la primera vez que una iniciativa de esta naturaleza entra en el debate público: en 2009, la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) intentó promover el SUCRE para reemplazar progresivamente al dólar estadounidense en el comercio entre los países del ALBA.

En su etapa inicial, el SUCRE se quedó en un sistema de pagos, controlado por los bancos centrales y utilizado para facilitar el comercio entre los países del ALBA. Las transferencias se hacían a través de este sistema y luego eran convertidas a cada una de las monedas locales de los países miembros del ALBA.

Sin embargo, la iniciativa no prosperó y autoridades de Ecuador y Venezuela incluso llegaron a investigar transacciones relacionadas al lavado de dinero, según se informó en 2013, pues las órdenes que recibía el Banco Central de Ecuador no coincidían con los registros de exportaciones que había hacia Venezuela.

En octubre de 2021, el Banco Central del Ecuador recomendó que el Estado abandonara el sistema, pues en los últimos dos años el número de operaciones prácticamente desapareció.

Para Hafner y Kampe, los países de Centroamérica y aquellos que pertenecen a la Comunidad Andina de Naciones tienen mayor similitud y apertura, lo que podría impulsar una moneda común. Al hacerlo, las economías involucradas podrían ganar al eliminar el tipo de cambio como fuente de incertidumbre, además de reducir costos de transacción entre los países.

Esto podría ser acompañado con una política monetaria restrictiva por parte de un banco central común, que mantenga bajas las tasas de inflación y que fomente las entradas de inversión extranjera directa.

No obstante, advierten que cada país renunciaría a la autonomía de su política monetaria, una herramienta que se suele usar en momentos de crisis.

Para Hafner y Kampe, antes de pensar en una unión monetaria, hay que promover una mayor integración económica y política e, incluso, un marco institucional supranacional. “Este podría ser el siguiente paso hacia una moneda común donde la pérdida de soberanía económica y sus costos se compensan con creces con las ganancias de eficiencia monetaria resultantes”.

Cimini, del CEBRI, concluye que antes de pensar en dar ese paso, hay que reducir la dependencia a la exportación de productos básicos para disminuir la vulnerabilidad de las economías lo que, según sus palabras, “sería más factible a corto plazo que la implantación de una moneda única”.