Lograr economías libres de carbono parece aún algo lejano, considerando que la mayoría de los países del mundo se encuentra por debajo de sus objetivos comprometidos en el Acuerdo de París para reducir sus emisiones.
Para que América Latina y el Caribe pueda cumplir las metas de este documento, la región debería destinar entre el 7% y el 19% de su PIB colectivo hacia soluciones climáticas de cara a 2030. Esto representaría hasta US$1,3 billones del gasto público y privado al año, según
cifras recientes presentadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, esos mismos datos muestran que, a pesar del costo que representaría transitar hacia gobiernos carbono neutrales, será mucho más barato que asumir los costos de una crisis climática.
La inacción podría ser devastadora: el BID estima que, de no realizarse inversiones en esta dirección, los impactos económicos del cambio climático serán iguales o peores que los efectos que provocó el Covid-19 en 2020, cuando aumentó la pobreza extrema en 5 millones de personas en la región, llevando la cifra regional total a 86 millones.
Pero, ¿cómo puede descarbonizarse una economía? El BID, en un estudio en conjunto con el Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI), plantea que los países que quieran alcanzar dicha neutralidad deberán hacerlo en sus propios términos teniendo en cuenta sus desafíos, sus prioridades de desarrollo, su espacio fiscal y su capital político. “No habrá una solución única para todos”, dijo Graham Watkins, jefe de la División de Cambio Climático del BID durante la presentación del informe.
Sin embargo, para el banco internacional sí hay iniciativas comunes que pueden implementar todos los gobiernos para acercarse a la meta. Entre ellas se cuentan fomentar la energía solar y eólica, diseñar ciudades que faciliten los desplazamientos a pie o en bicicleta, conservar los bosques, promover dietas saludables bajas en emisiones, electrificar el transporte, los edificios y la industria, así como impulsar una economía circular con menos desperdicios y más reciclaje.
De acuerdo con el BID, los beneficios de estas transformaciones no solo son ambientales y sociales sino también económicos. Por ejemplo, alcanzar las emisiones netas iguales a cero para 2050 puede generar beneficios netos por US$41.000 millones en Costa Rica, US$140.000 millones en Perú y US$7.000 millones en Chile, según el informe.
Ahora bien, si se quiere alcanzar la neutralidad de carbono entre 2050 (año en el que se limitaría el aumento de la temperatura global a 1,5°C por encima de niveles preindustriales) y 2075 (2°C), además de frenar otros gases, las transformaciones deben ser rápidas e involucrar a múltiples sectores. Y, enfatiza, esto no es imposible. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) señala justamente que llegar a las cero emisiones es técnicamente factible.
El panorama de América Latina
En los últimos años, señala el BID, América Latina y el Caribe ha comenzado a ver de manera más evidente y regular los efectos de la crisis climática. En 2020, las temperaturas promedio superaron el récord histórico en 4,2°C en Florianópolis, Brasil; 2,4°C en Ciudad Juárez, México; y 4,9°C en Santa Rosa, Ecuador. Durante el mismo año Brasil, Paraguay y Bolivia atravesaron sus peores sequías en 50 años. Además se registraron 30 tormentas tropicales en la cuenca del Atlántico, otro récord histórico.
11 países de la región ya se han comprometido a lograr las cero emisiones netas, la mayoría para el 2050. Si se encarrilan las políticas para lograr la transición para mediados de siglo, señala el BID, LatAm y el Caribe podrían ver beneficios aún antes, a finales de esta década: en concreto, se agregarían 15 millones de empleos nuevos netos y un 1% de crecimiento adicional del PIB para 2030.
Aunque el reto es factible, los desafíos abundan. Hay barreras que deben superarse para alcanzar los objetivos relacionados con la infraestructura, las leyes, las finanzas públicas y privadas. Además, hay que tener en cuenta que ciertas soluciones a la contaminación pueden afectar en el corto plazo a los sectores involucrados. Por ejemplo, la eliminación gradual de las centrales eléctricas de carbón, petróleo y gas puede verse obstaculizada por los impactos negativos que su cierre podría generar para los trabajadores y las comunidades que dependen de ellas, lo que impediría que la transición ocurra rápidamente.
De hecho, de acuerdo con el estudio, si la región se encamina hacia un futuro con bajas emisiones de carbono, perdería para el 2035 más de US$3 billones en regalías petroleras y más de US$200.000 millones en regalías de gas natural. Pero esos son impactos de corto plazo, resalta el informe.
Y entonces, ¿Qué propone el BID para abordar estos retos? Aquí un desglose por sector:
Electricidad
De acuerdo con el BID, se necesita acelerar la generación de electricidad libre de carbono a través de fuentes como la energía solar, eólica, geotérmica e hidroeléctrica, teniendo en cuenta las condiciones topográficas y geográficas de cada país y sus recursos. Además, eliminar gradualmente la generación con combustibles fósiles como el carbón, el gas natural y el diésel.
Y es que la generación de energía y calor causó el 24% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero (GEI) solo en 2018, según la Agencia Internacional de Energía (IEA). Mientras que en LatAm y el Caribe, el sector fue responsable del 13% de las emisiones totales.
El informe señala que impulsar una electricidad limpia supone un ahorro financiero y ofrece rendimientos estables para los inversionistas, lo que se traduce en precios de electricidad más bajos para los usuarios. Además, la disminución del aporte de energía fósil puede reducir la dependencia de los países de las importaciones de energía y puede ayudar a proporcionar servicios de electricidad en zonas de difícil conexión.
Una de las mayores barreras iniciales a superar es el presupuesto inicial, dado que estas iniciativas requieren un alto capital a pesar de que sus costos de ciclo de vida son más bajos. También hay obstáculos en los diseños del mercado energético y la falta de infraestructura. Además, la disponibilidad de financiación para estos proyectos aún es limitada.
Transporte
En la región, el sector del transporte es responsable de aproximadamente el 15% de las emisiones netas de GEI y una de las fuentes de emisiones de crecimiento más rápido, a la par de la generación de electricidad, según cifras del World Resources Institute (WRI). Se espera, además, que su demanda y emisiones aumenten en los próximos años impulsadas por la urbanización, el crecimiento de la población y el PIB.
Para 2050, las emisiones del transporte deberán reducirse a un tercio de los niveles de 2019 para cumplir los objetivos climáticos, por lo que el informe del BID sugiere reducir el transporte motorizado individual y aumentar el transporte público, y las opciones para caminar e ir en bicicleta; reemplazar los vehículos de pasajeros de diésel y gasolina por vehículos eléctricos y de cero emisiones; y cambiar el transporte de mercancía por el ferrocarril, el agua y las tecnología de bajas o cero emisiones.
Según el BID, la disminución de los autos de uso personal reduce los costos del sistema de salud al disminuir la contaminación, las enfermedades relacionadas, y los accidentes. En Costa Rica, por ejemplo, los costos de la congestión, los accidentes de tráfico y los impactos negativos de la contaminación ascienden a US$5.000 millones al año, por lo que de esta manera podrían reducirse.
Además, una reducción del uso de transporte individual permitiría una redefinición del espacio público en el que se puedan tener áreas peatonales o áreas verdes que embellezcan, reduzcan temperaturas y brinden protección contra inundaciones.
Agricultura, silvicultura y uso de la tierra
La agricultura, la silvicultura y el cambio de uso de la tierra, principalmente la deforestación, representaron el 46% de todas las emisiones de GEI en 2018 en América Latina y el Caribe, según WRI. Es por esto que el BID ve como urgente modernizar las prácticas agrícolas para reducir las emisiones de metano y óxido nitroso, perseguir la conservación de los bosques y otros ecosistemas con alto contenido de carbono y la restauración de las tierras de cultivo, así como adoptar dietas saludables que reduzcan la huella de carbono de los alimentos.
Para el organismo, mejorar la eficiencia en el uso de los fertilizantes para recortar el uso total de los mismos sin reducir los rendimientos podría disminuir los costos de los agricultores y reducir la contaminación local del suelo y del agua. Todo eso mejoraría, según el informe, la productividad agrícola y permitiría una menor deforestación, lo que puede favorecer la absorción de los niveles de carbono.
Mientras que la conservación de los bosques favorecerá la moderación de la temperatura del microclima, la absorción de lluvias y el control de inundaciones durante eventos climáticos significativos. Por otra parte, reducir el consumo de carne de vacuno en un 50% puede llegar a disminuir las emisiones de GEI de la producción y el cambio del uso de la tierra en un 30%. Mientras que, pasar a una dieta baja en carne puede mejorar la salud al reducir la obesidad y las enfermedades como las cardiovasculares, el cáncer colorrectal y la diabetes tipo 2. En consecuencia el gasto en sistemas sanitarios también puede verse beneficiado.
Edificios
En cuanto a los edificios, el estudio señala que es indispensable conseguir la mayor eficiencia energética posible para la estructura y los aparatos, así como desplegar la generación de electricidad solar y agua caliente en su interior.
En América Latina y el Caribe, los edificios representan entre el 5% y el 15% de las emisiones directas de CO, por lo que mejorar la eficiencia energética en las propiedades residenciales, comerciales e institucionales reduciría directamente la cantidad de las emisiones al menos un 2% por año a escala mundial, según la IEA.
De acuerdo con esa organización, para lograr las cero emisiones netas a escala mundial para 2050, todas las construcciones nuevas deberían estar listas para producir cero emisiones al 2030 y que se deberán realizar remodelaciones en la mayoría de los edificios hoy existentes para 2050.
Residuos
En LatAm se generan aproximadamente 541.000 toneladas de residuos municipales al día, según Circular Economy Coalition, y se espera que para 2050 este número aumente en un 25%. Además, actualmente, menos del 1% de los residuos de la región se compostan, solo el 4,5% de los desechos se reciclan y aproximadamente una cuarta parte de los residuos terminan en vertederos abiertos.
Bajo este contexto, el BID propone avanzar hacia una economía circular y reducir la pérdida y el desperdicio de los alimentos. De este modo, sería clave reducir drásticamente la demanda de recursos como plásticos, productos de madera y metales, dado que son recursos que a menudo se generan a partir de procesos que son intensivos en energía y altamente contaminantes.
También sugiere trabajar con los reguladores de industrias de manufactura y construcción, entre otros, en la manera en que diseñan, fabrican y empacan sus productos para que usen recursos que duren más, sean reutilizables para otros usos finales y se puedan reciclar.
Además, promueve la reducción y la gestión de los desechos orgánicos. Según el estudio, el desperdicio de alimentos está valorado en un billón de dólares al año, por lo que la reducción de los residuos generaría un beneficio económico directo y la tierra actualmente usada para la sobreproducción de alimentos podría usarse para reforestación o recreación; mientras se ahorraría agua y se reduciría y mejoraría la gestión del metano que se generan de los residuos.