Bloomberg Opinión — Los anuncios del Banco de Inglaterra del jueves pasarán a la historia, no solo porque la entidad llevó a cabo el mayor aumento de su tasa de interés en 27 años sino, quizás en algo que es más significativo aún, por el tipo de franqueza analítica y la honestidad intelectual que parece eludir constantemente a otros de los principales bancos centrales. Además, la incómoda perspectiva del banco central para la economía del Reino Unido tiene implicaciones para la economía global, pero no solo por algunas de sus circunstancias únicas.
En una decisión de 8 a 1, el Banco de Inglaterra elevó las tasas de interés en 50 puntos básicos, advirtió que la inflación alcanzaría un máximo de más de 13% en octubre y dijo que era poco probable que se regresara a la meta del 2% antes de 2025. Advirtió que, dada la configuración de la política monetaria actual, el país está contemplando una recesión que comenzaría en el cuarto trimestre y duraría hasta el próximo año, lo que resultaría en una caída libre del producto interno bruto hasta alrededor de un 2% y fuertes disminuciones en el ingreso real de muchos hogares. Su evaluación del balance de riesgos no fue tranquilizadora.
A diferencia de lo que viene sucediendo repetidamente en Estados Unidos con la Reserva Federal, ninguno de mis conocidos trató de descartar los mensajes y pronósticos del banco central al tildarlos de “ilusiones”, “risibles”, “inexplicables” o “analíticamente indefendibles”, frases reales que han sido utilizadas por economistas reconocidos y exfuncionarios de la Fed en reacción a los comentarios del banco central de EE.UU. En cambio, los anuncios del Banco de Inglaterra se perciben hasta ahora como “refrescantemente” directos y honestos. También actúan como un catalizador para discusiones y análisis serios y, más importante aún, una consideración más profunda de lo que proponen los dos candidatos a primer ministro.
El Banco de Inglaterra le recuerda al mundo lo que un banco central independiente a nivel político puede y debe hacer: actuar como un “asesor de confianza”, dispuesto a compartir opiniones analíticamente honestas que otras instituciones políticamente más sensibles no pueden o no quieren hacer.
Por supuesto, este no es un enfoque libre de riesgos. Tal honestidad, en lugar de catalizar respuestas apropiadas de las autoridades de política monetaria que conduzcan a mejores resultados económicos y sociales, puede provocar comportamientos domésticos y corporativos que aceleran los malos resultados. Sin embargo, vale la pena correr los riesgos involucrados, especialmente cuando la alternativa es un banco central que pierde credibilidad institucional y que ve cómo se erosiona la efectividad de su orientación política hacia adelante y se vuelve aún más vulnerable a la interferencia política.
También cabe señalar que la situación del Reino Unido difiere de manera significativa de la de otras naciones. Los desafíos económicos del país se complican no solo por el repunte de los precios de la energía, sino también por la transición política y la naturaleza cambiante de las relaciones del país con sus socios comerciales.
Esto no quiere decir que las implicaciones para otros países no vayan más allá de la importancia de la franqueza analítica y la honestidad intelectual. Sí van más allá. De hecho, pienso particularmente en otros cuatro aspectos:
- Ilustrar la elusividad de las respuestas de política monetaria de “mejor ser primero” en un mundo en el que los bancos centrales se quedaron atrás en la respuesta a la inflación.
- Actuar como un recordatorio de que, en un mundo así, las perspectivas de alta inflación y recesión pueden coexistir.
- Destacar la necesidad de que los bancos centrales actúen de manera relativamente agresiva a pesar de la probabilidad de que la inflación destruya la demanda.
- Enfatizar la necesidad de que los Gobiernos y las instituciones multilaterales ayuden en los esfuerzos para contener la inflación, promover la productividad y el crecimiento, y proteger a los segmentos más vulnerables de la población.
Sospecho que, en los próximos días, el Banco de Inglaterra volverá a darse cuenta que no es fácil ser el mensajero de noticias desagradables, por muy honesto y bien intencionado que sea el acercamiento. No obstante, el ejemplo que establece para otros bancos centrales es inspirador, al igual que la posibilidad de actuar como catalizador para una respuesta más holística a los desafíos económicos y sociales del Reino Unido.
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