Bloomberg — Incluso en Argentina, un país cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de crisis financiera, la situación actual es álgida.
Con una inflación que se acerca a los tres dígitos y, según los economistas, a solo uno o dos errores de política de desencadenar una hiperinflación, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) está tratando desesperadamente de evitar una devaluación del peso que solo daría paso a otra ola de alzas de precios.
Cada día, el BCRA envía a sus operadores a vender dólares y comprar pesos que nadie quiere. En promedio, gasta US$60 millones diarios. Por ahora, eso ha mantenido al peso mayormente estable en el mercado primario de divisas.
El problema es que las reservas internacionales del BCRA, es decir, de moneda fuerte como provisión de emergencia para proteger al país de la ruina financiera, están tan bajas que cuesta estimar cuánto queda para gastar. La semana pasada, Argentina sufrió una hemorragia de US$1.470 millones, y eso fue después de que el presidente Alberto Fernández le entregara amplios poderes a un nuevo ministro de Economía, Sergio Massa. Según algunos informes, el BCRA ya utilizó todas las reservas netas fáciles de gastar, dejándolo con dificultades para encontrar formas de convertir los activos ilíquidos en efectivo.
Los datos públicos del BCRA son demasiado turbios para descifrar cómo está utilizando exactamente las diversas pilas de dinero que componen sus reservas, y los funcionarios no hablan sobre el tema.
Lo que se sabe es esto: hay pocas posibilidades de obtener ayuda financiera del extranjero. Los inversores extranjeros con bonos soberanos de Argentina, que ya venían presionado el precio de los títulos hacia los 20 centavos de dólar, están demasiado asustados por la serie de defaults del país como para prestarle plata ahora. Y también es poco probable que el Fondo Monetario Internacional intervenga en este momento. Ya ha comprometido cerca de US$44.000 millones para el país y no parece estar interesado en ofrecer más capital.
Todo esto significa que los operadores locales se están posicionando para una gran devaluación. Llevaron el peso a un mínimo de 335 por dólar el mes pasado en el mercado paralelo no oficial, donde se negocia libre de la intervención del Gobierno, un 60% más abajo que los $130 por dólar que se ofrecen en el mercado oficial. Una devaluación de esa magnitud, dicen los economistas, podría provocar un aumento inmediato en los precios de hasta un 30% en bienes esenciales como alimentos y aumentos aún mayores en combustibles, profundizando las dificultades financieras que los argentinos han estado soportando durante años.
“El problema es que nunca tuvimos un tipo de cambio real tan bajo ni una brecha tan alta, por lo que no van a aguantar con este nivel de reservas sin devaluar”, dijo Emiliano Anselmi, economista de la corredora Portfolio Personal Inversiones.
En un intento por contener la crisis, Fernández nombró la semana pasada al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, como ministro de Economía, dándole al exjefe de gabinete y político experimentado una cartera ampliada y la misión de arreglar la economía. Massa, que asumirá el cargo el miércoles después de que su predecesora durara solo tres semanas, enfrentará profundas divisiones políticas que paralizarán a la coalición gobernante de izquierda de Argentina, sin mencionar a los inversionistas globales que sacan dinero de los mercados emergentes a medida que la Reserva Federal eleva las tasas de interés.
Sin efectivo
A medida que el dinero sale de Argentina, las reservas del país brindan una última línea de defensa para el peso. La mayoría de las estimaciones ubican las llamadas reservas netas de Argentina (sus activos disponibles, menos el dinero que debe) en alrededor de US$2.000 millones, y algunos economistas estiman que son aún menores.
Más de la mitad del dinero en el balance del BCRA se mantiene en líneas de swaps de divisas con China y el Banco de Pagos Internacionales. El oro representa una pequeña porción. La mayor parte del resto, unos US$12.000 millones, proviene de los depósitos bancarios de los ahorristas.
El banco central se negó a comentar sobre la composición exacta de sus US$38.000 millones en reservas brutas o qué dinero usa para respaldar el peso. Dice que mantiene suficiente moneda extranjera disponible para sostener el crecimiento económico normal y mantener un mercado de divisas equilibrado.
Los temores sobre la insolvencia del Gobierno son tan agudos que los ahorristas se apresuraron el mes pasado a sacar dólares de sus cuentas bancarias. Los depósitos en dólares cayeron a su nivel más bajo desde 2016 cuando los argentinos retiraron casi US$750 millones.
“La gente reacciona rápidamente en tiempos de tensión en el mercado”, dijo Pablo Waldman, estratega sénior de Inviu en Buenos Aires. “Prefieren esconder sus ahorros debajo del colchón proverbial”.
Graves aprietos
Sin duda, Argentina se las ha arreglado con menos antes, cuando sus reservas totales cayeron hasta US$37.000 millones en marzo antes de que la nación llegara a un nuevo acuerdo con el FMI. También existe la esperanza de que Argentina pueda recibir una avalancha de dólares si puede persuadir a los productores de soja para que vendan unos US$13.400 millones de sus granos almacenados, en lugar de esperar una tasa de cambio más favorable.
Los inversionistas son optimistas de que Massa tendrá más posibilidades de apuntalar la economía que su predecesora, Silvina Batakis.
“Massa es una mejora”, dijo Graham Stock, estratega sénior de deuda soberana de mercados emergentes en Bluebay Asset Management en Londres.
No obstante, puede que no haya mucho que él pueda hacer. Devaluar la moneda avivaría una inflación que ya supera el 60%, pero tratar de mantenerla cerca de sus niveles actuales será un desafío dada la falta de dólares en el país. El Gobierno necesita recortar el gasto, pero eso presenta el riesgo de socavar el apoyo popular.
“El problema central sigue siendo que no hay una solución fácil para la crisis”, dijo Stock. “La alta inflación está haciendo que el Gobierno sea impopular y está impulsando la fuga de capitales”.
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