San Pedro Sula — Para Santos, su bastón es una extensión de los ojos que no tiene. Nacido hace 52 años en la aldea Concepción del municipio Orocuina, Choluteca —al sur de Honduras— el menor de los nueve hermanos Espinal Montoya es el único ciego.
“Mis padres, campesinos puros, no sabían que hacer, no estaban preparados”, dijo en conversación con Bloomberg Línea. La necesidad de educarse lo llevó a mudarse 246 kilómetros lejos de su casa, hasta Tegucigalpa, donde en diciembre de 1989 fundó la Unión Nacional de Ciegos Hondureños (Uncih), una organización sin fines de lucro, integrada y dirigida por personas con discapacidad visual.
En ella, los afiliados trabajan por la promoción de sus derechos a través de procesos de incidencia política para mejorar las condiciones de vida y lograr una verdadera inclusión en la sociedad.
“La lucha de la persona con discapacidad nunca termina, porque se pelea contra las malas actitudes, las barreras que la familia le pone y la sociedad impone, los obstáculos en el trabajo y en la educación, pero si bajo la guardia nadie va a pelear por mi”, refirió Santos.
El también periodista egresado de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah) recordó aquellos días cuando recién llegó a la capital para estudiar y salía con su madre. “Ella me decía ‘y para qué vas a llevar el bastón si vas conmigo’ y yo le respondía, ‘mamá, pedirme que deje el bastón es como pedirle a usted que deje sus ojos’. El bastón es parte de mi seguridad, de mi independencia”.
Un emprendimiento social
En Honduras no es tan fácil adquirir los artículos que simplifican la vida de las personas ciegas, como bastones, relojes, teléfonos móviles, y la regleta y el punzón para escribir braille. Estos implementos son importados y por ende, los costos más altos.
Ante esa necesidad, en la Uncih surgió la idea que algunos de los afiliados pudieran formarse en El Salvador para poner en marcha la primera fábrica de bastones para personas con discapacidad visual, pero por distintas razones, ese proyecto había quedado estancado.
Fue hasta que la Asociación Danesa de Personas con Discapacidad (ADD) les brindó apoyo en aspectos formativos y financiamiento para que, finalmente, a mediados de julio hicieran posible el inicio de operaciones de la fábrica en Tegucigalpa, que actualmente emplea a cuatro personas, tres de ellas ciegas y una con cierto grado de visión.
“Hemos comenzado con una máquina y estamos adquiriendo otra, porque queremos solidificar esta fábrica, tener una buena producción”, refirió Santos. Los bastones que fabrican son de aluminio, con cuerda elástica, punta de rodillo y correa de mano, todos materiales importados.
“Lógicamente eso hace que sea un poquito más caro, pero aún así es más barato que si lo mandáramos a traer. Hasta ahorita estamos comprándolos en El Salvador, pero como estamos conociendo mercados, queremos ubicar a otros proveedores. Probablemente más adelante encontremos otras oportunidades, pero por ahora ese es nuestro mercado”, explicó el fundador de la Uncih.
La mayoría de los bastones que Honduras importa vienen de Estados Unidos y Canadá, y pueden costar un promedio de US45 en el mercado nacional. Los fabricados en el país rondarán entre US$16 y US$20, según estimaciones.
Independencia y soporte
Para Santos, la fábrica tiene otro componente que muchos no dimensionan. “Hay gente en la calle que, sin ningún cuidado, me han quebrado mi bastón o no me ayudaron a recogerlo y me he quedado sin él. Aunque tenga los recursos para comprar otro, no existe disponibilidad en el país. La existencia de bastones va a facilitar ese tipo de situaciones que parece pequeñeces, pero que marcan nuestra vida”.
Los bastones se compran por número, porque tienen una medida estándar que debe llegar a la boca del estómago de cada persona.
“El bastón tiene su lógica, su área de cobertura. Cuando va a dar el paso, el bastón le va cubriendo el otro pie. Usted da el paso con el pie derecho, el bastón está a su lado izquierdo”, explicó Santos.
Los afiliados de la Uncih esperan que en la medida que vaya perfeccionándose la fábrica y se amplíe el mercado de posibles compradores y proveedores, puedan ir avanzando en atender otros desafíos cotidianos.
En Honduras, el único censo ampliado que incluyó a las personas con discapacidad data de 2002, pero no ofreció un dato estadístico acorde a la media mundial que establece que entre 10% y 15% de la población padece algún tipo de discapacidad, un aproximado que también aplica en economías como la del país centroamericano, es decir, entre un millón y 1.5 millones de hondureños.
Para ello, en las próximas semanas, diferentes instituciones planean trabajar una agenda para incluir a la población con discapacidad en los próximos censos, un paso que contribuirá con fundamentar decisiones de política pública.
También el Servicio Nacional de Emprendimiento y de Pequeños Negocios (Senprende) anunció que trabaja para crear un modelo económico alternativo que incluya a los sectores vulnerables del país.