Bloomberg Línea — “Una nueva era”. Con esas palabras, el presidente Xi Jinping calificó las relaciones entre China y América Latina cuando participó en la reunión de la CELAC celebrada en septiembre de 2021 en Ciudad de México. Con una corbata roja, un traje azul oscuro y un cuadro gigante de la muralla china a sus espaldas, el mandatario envió un discurso a través de un video en el que calificó las relaciones entre ambas partes como una amistad renovada de “beneficio mutuo”.
Sus palabras ilustraban una vez más el creciente interés de China en América Latina, que se ha manifestado a lo largo de la última década y que ha convertido al gigante asiático en el principal destino de las exportaciones de al menos cuatro de las principales economías de la región (Brasil, Perú, Chile y Uruguay).
La dinámica no sucede en el vacío. China busca superar a Estados Unidos como la principal economía global y forjar lazos económicos con distintas naciones a través del comercio, la inversión y hasta préstamos de bancos estatales.
Después de años de ver el crecimiento de la presencia de Pekín en la región, Washington tomó nota, al punto que el presidente Joe Biden lanzó, en medio de la Cumbre de las Américas en junio, una estrategia para contrarrestar las inversiones chinas que se han multiplicado por el continente.
No obstante, a largo plazo el resultado de la puja no es claro, al punto que, en 2035, se podrían dar una serie de escenarios en los que ambos países compitan muy de cerca por ser el principal socio comercial de la región, según un análisis del Atlantic Council, un think tank estadounidense.
El ascenso chino
Si bien EE.UU. domina actualmente como destino de exportaciones en la región, no es descabellada la posibilidad de que China tome la delantera a juzgar por la tendencia de los últimos años. La participación de China como destino de las exportaciones de América Latina se ha duplicado desde 2010, según cuentas realizadas por Bloomberg Línea a partir de los datos recopilados por el International Trade Centre (ITC), un organismo impulsado por las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio.
A principios de 2010, China solo representaba un 7,7% del total de las exportaciones de América Latina. El año pasado la proporción ya había saltado hasta un 14,2%. La relación con Estados Unidos sigue siendo mucho mayor, y en 2021 cerró con una participación de un 41,7%, pero la proporción ha crecido ligeramente desde el 36,6% que se registró en 2010.
Los países latinoamericanos pasaron de exportar US$68.000 millones hace una década a enviar el equivalente a US$170.000 millones a China, según las cuentas del ITC. En tanto, las exportaciones con Estados Unidos crecieron de alrededor de US$323.000 millones en 2010 a cerca de US$498.000 millones el año pasado.
China también ha achicado la brecha en el campo de las importaciones. Mientras los envíos que se compran a Estados Unidos han permanecido con una participación cercana a un 30%, aquellos desde China han pasado de tener una proporción de un 14% del total de las compras de América Latina en 2010 hasta marcar un 20,8%, según los cálculos del ITC.
“América Latina y el Caribe se ha beneficiado y puede seguir beneficiándose de los vínculos comerciales y de inversión con China. Geopolíticamente (y económicamente), el resultado final para la región es que el costo de oportunidad de no integrarse con China, mientras que todos los demás en el mundo lo hicieron, incluido EE.UU., habría sido enorme; además la creciente presencia de China ofrece una oportunidad para la diversificación”, considera Pepe Zhang, director asociado y miembro del Atlantic Council.
Y es que la relación comercial no es el único factor que ilustra el ascenso de China en la región. A marzo de 2022, 20 economías de América Latina y el Caribe formaban parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, una estrategia que está en el centro de la política exterior de Xi Jinping y que inició en 2013 con un proyecto para unir a la región de Eurasia a través de proyectos de infraestructura, pero que se ha expandido a otros sectores y regiones.
Según el Atlantic Council, en 2017 Beijing ya había formalizado a América Latina y el Caribe “como una extensión natural” de esta iniciativa. El Plan de Cooperación entre la CELAC y China, firmado dos años antes, ya hablaba de invertir US$250.000 millones a lo largo de la próxima década.
Esta relación también se ve en la relevancia que han ganando los préstamos y la financiación de los bancos comerciales y oficiales del gigante asiático. Argentina, Brasil y Perú son las principales economías de la región que cuentan con la mayor cantidad de préstamos comerciales, según el rastreador elaborado por el think tank The Dialogue.
El interés está concentrado en los sectores de energía e infraestructura con el ICBC, el Bank of China y el China Construction Bank como los principales prestatarios.
Si se analiza los llamados ‘policy banks’ (creados por el Consejo de Estado de China en 1994), Venezuela, Brasil y Ecuador se encuentran entre los tres principales deudores. El país gobernado por Nicolás Maduro contabiliza 17 préstamos por US$62.500 millones, según la recopilación de The Dialogue.
Nuevamente, los sectores de energía e infraestructura son los principales destinos del dinero.
Pero no todos ven con buenos ojos estás cifras. Para Shannon O’neil, vicepresidenta y subdirectora de estudios en el Council on Foreign Relations, la financiación china puede ser a menudo opaca y las condiciones onerosas si los deudores se retrasan. “La inversión china es ante todo comercial, centrada en ampliar el alcance y los ingresos de sus empresas, bancos y fabricantes en busca de nuevos consumidores y mercados. Hay un ángulo geopolítico en algunas áreas, aunque en gran parte en garantizar el acceso a materias primas y otros bienes”.
Las puertas que abrió el Covid-19
La pandemia también ayudó a reconfigurar las relaciones entre la región y China y Estados Unidos. Según las cuentas de la firma de consultoría Bridge Beijing, al 11 de julio, América Latina ha recibido la segunda mayor cantidad de vacunas chinas, con la donación de 12 millones de dosis y la venta de 396 millones de vacunas.
Además, el desarrollador chino Sinovac ha vendido 230 millones de dosis a ocho países latinoamericanos de las 848 millones de vacunas que ha comercializado en el mundo. La compañía también ha anunciado la construcción de plantas en naciones como Chile, Colombia y Ecuador.
Zhang recordó un estudio del Atlantic Council en el que concluyeron que la pandemia abrió nuevas oportunidades, tanto para Estados Unidos como para China, en sus intenciones de profundizar los lazos regionales.
“La asistencia y la diplomacia de vacunas contra el Covid-19 de Estados Unidos y China son parte de una tendencia más amplia en la relación triangular. La proximidad de América Latina y el Caribe significa que Estados Unidos siempre tendrá interés en la salud del hemisferio. El creciente alcance global de China significa que no ignorará a toda una región que posee recursos considerables”, dice ese informe.
Estados Unidos, por su parte, ha donado más de 565 millones de dosis a todo el mundo. De estas, con corte al 18 de julio, cerca de 60 millones han ido a parar a las economías de América Latina y el Caribe.
La reacción de Estados Unidos
Pero la donación de vacunas no ha sido la única reacción de Estados Unidos al creciente interés de China en la región. Los préstamos e inversiones de la Iniciativa de la Franja y la Ruta han despertado la atención de un país que en 2020 estuvo cerca de convertirse en el principal origen de la inversión extranjera directa (IED) que llega a los países latinoamericanos.
Según cuentas de la Cepal, la década pasada las empresas europeas fueron los principales inversionistas de la región al punto que antes del inicio de la pandemia concentraban más de la mitad de las entradas de IED. Para 2020, esa proporción cayó a un 38%, muy cerca del 37% al que llegó Estados Unidos, luego de crecer 10 puntos porcentuales a lo largo de la década.
Los anuncios de inversión para ese año, según la Cepal, fueron dominados por las empresas de Estados Unidos. El país también es el principal origen de la IED que llega a Brasil, la economía más grande de la región. Las entradas estadounidenses crecieron un 35% y representaron un 32% de la IED que entró a la economía brasileña durante el período analizado.
Algo similar sucede con México, el segundo PIB más grande de la región, pues en el primer año de la pandemia las entradas provenientes de los bolsillos estadounidenses alcanzaron el 37,1% del total de la IED recibida.
Estados Unidos pretende impulsar estos números con la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas, una hoja de ruta que reveló el presidente Joe Biden en la pasada Cumbre de las Américas.
Aunque el plan no especificó un monto de inversión, dijo que reconstruirá las “economías desde abajo hacia arriba” y que buscará revitalizar las instituciones económicas regionales, mejorar las cadenas de suministro, crear empleos con inversiones en la energía limpia y asegurar un comercio sostenible e inclusivo.
“Definitivamente es un hecho que China ha estado tratando de invertir recursos directos para tratar de tener más control de los sistemas políticos y económicos de los países en Sudamérica y en Centroamérica. Pero lo que nosotros vimos en la Cumbre, que es realmente algo que es importante que los ciudadanos de toda la región en el hemisferio entiendan, es que los jefes de Estado de los países en el Caribe, en Centroamérica, en Sudamérica, quieren tener una alianza más fuerte con los Estados Unidos”, dijo Debbie Mucarsel-Powell, asesora de la Casa Blanca.
Para O’neil, las inversiones y el comercio de China con la región tienen un doble filo, ya que a pesar de que han sido mutuamente beneficiosas, pues le han dado recursos a los gobiernos latinoamericanos, en el intercambio comercial “China devuelve importaciones de productos manufacturados que socavan las industrias de América Latina y su potencial de producción de mayor valor añadido y crecimiento a largo plazo”.
Mucarsel-Powell agregó que China siempre está pidiendo “algo a cambio” mientras que “Estados Unidos no hace eso”. Para respaldar su argumento remarcó anuncios como los de la Corporación Financiera de Desarrollo para apoyar con US$10.000 millones en proyectos de desarrollo y el Acuerdo de Migración Regional para estabilizar los flujos de migrantes en la región.
Precisamente, durante la Cumbre de las Américas, la vicepresidenta Kamala Harris anunció compromisos de inversión por US$1.900 millones para el norte de Centroamérica, que se suman a los US$1.200 millones que se anunciaron en diciembre de 2021 en compromisos del sector privado de empresas como PepsiCo, Nespresso, MasterCard y Microsoft.
Sin embargo, Zhang le dijo a Bloomberg Línea que la mayoría de los países de la región no quieren o no necesitan elegir entre Estados Unidos y China, sino que pretenden trabajar con ambos en áreas que promuevan sus propios intereses nacionales.
El analista añadió en un artículo, escrito junto con el exministro de Hacienda chileno Felipe Larraín, que la región debería tener un “enfoque con visión de futuro” para que pueda trabajar con ambas potencias en áreas de intereses compartidos y más en el contexto de la recuperación pospandemia cuando se necesitará de “todas las fuentes externas de crecimiento y apoyo disponibles”.