Bloomberg — Bienvenido a Bloomberg Pursuits Amenity Watch, donde analizamos las emocionantes (ya veces ridículas) ventajas que ofrecen los hoteles de lujo para atraer a las personas de vuelta al mundo.
En un mundo post-pandémico en el que sólo se vive una vez, Lisa Harper desea que sepas que beber mezcalitas y cheladas para inducir una resaca y después curarla con tacos de barbacoa se ajusta perfectamente a la definición de bienestar holístico.
“Al hablar de bienestar, no me refiero a la penuria o al trabajo duro”, dice Harper, antigua CEO de marcas minoristas tan variadas como Gymboree (GYMB), Hot Topic (HOTT) y Belk (BLKIB), la tienda por departamentes con sede en Carolina del Norte que cuenta con unas 300 tiendas en todo EE.UU. (Actualmente supervisa Torrid (CURV), una marca de ropa de mujer de tallas grandes). “Me refiero a las experiencias que proporcionan ese necesario restablecimiento mental y creativo”, dice.
¿Emborracharse en México? Eso puede hacerlo.
A mediados de los años noventa, Harper aterrizó por primera vez en el conjunto de pueblos pesqueros que rodean Todos Santos, resuelta a curarse del agotamiento empresarial instalándose temporalmente en una humilde palapa (cabaña de playa) mientras buscaba una revigorización creativa. Se sintió tan inspirada por la cultura y el lugar, su belleza física, la comida y, sí, las bebidas, se decidió a comprar una pequeña parcela de tierra.
Volvió a casa con la intención de convertirlo en un suntuoso refugio de bienestar llamado Rancho Pescadero, que después diseñó ella misma. El centro se inauguró con 12 habitaciones en 2009 y enseguida se hizo con un público fiel.

En septiembre, luego de una renovación de cuatro años, el complejo se ha convertido en una propiedad completamente nueva, con 103 suites frente al mar en 30 acres (12 hectáreas) y un enfoque intencionalmente indulgente hacia el bienestar, convirtiendo a Harper en una especie de anti-Gwyneth Paltrow.
En vez de eliminar el alcohol y centrarse en dietas de desintoxicación y clases de entrenamiento, el hotel tiene un “pabellón de bienestar” de 25.000 pies cuadrados (2.322,5 metros cuadrados) con actividades para conectar a los huéspedes con las tradiciones locales de varias generaciones (por ejemplo, ceremonias de cacao y sesiones de boticario que hacen un uso personalizado del extenso jardín de hierbas medicinales).

Nada es más emblemático de este enfoque único del bienestar que la Experiencia de la Resaca (Hangover Experience), algo que no se encuentra en un típico retiro de spa, pero que constituye la piedra angular de la nueva concepción del complejo.
Se centrará no sólo en la bebida, sino también en un manjar que los mexicanos utilizan como remedio para la resaca, la cochinita pibil y todas las maneras de prepararla y consumirla pueden tener un efecto restaurador.
En opinión de Harper, el proceso ceremonial de cocción de la barbacoa, desde la envoltura del cordero en hojas de plátano hasta su descenso a un hogar subterráneo para asarlo lentamente durante toda la noche, fue considerado por los antiguos mayas como una forma de estar en comunión con la Tierra, y de curar tanto el corazón como la mente.
Sin embargo, en el Rancho Pescadero, para aprender a preparar el plato no es solo apuntarse a la clase de cocina. (Por otra parte, según Harper, no se puede repetir la receta en la cocina de casa, así que ¿qué sentido tiene?) Si bien los invitados participarán en el proceso de cocción, principalmente lo harán recogiendo chiles y convirtiéndolos en salsas de acompañamiento.
Además, podrán preparar tinturas para acompañar la resaca del día siguiente con algunas de las hierbas medicinales antes mencionadas, hacer tortillas a mano en un horno de comal tradicional y contar historias o escuchar música alrededor de un fuego comunitario. Estas actividades están relacionadas sobre todo con el trabajo manual, la cultura mexicana y la construcción de una comunidad, que son las piedras angulares del bienestar mental.
“La idea es que te comprometas con los rituales”, dice Harper. “Queremos que la gente sienta que lo está experimentando, pero también que participe en algo que conlleva un legado histórico y que se siente, a falta de una palabra más adecuada, auténtico”, explica. “Se forma una comunidad con gente nueva, se aprende sobre bebidas y comidas de las que quizá no se había oído hablar antes y nos ocupamos de ello de una forma totalmente diferente”.
Emborracharse es, por supuesto, parte de la fórmula, si bien se hace a propósito. La barra libre (open bar) de la actividad incluye bebidas tradicionales menos conocidas, como el pulque, que mezcla savia de agave con cáscara de piña fermentada. Un embajador cultural se encargará de introducir elementos de importancia indígena e histórica, como la razón por la que el pulque era considerado sagrado por los antepasados de muchos lugareños.
Y aunque la cocina y la bebida tienen lugar por la noche, la comida tiene lugar a la mañana siguiente, después de que el daño de la bebida esté hecho. “Despertamos a los huéspedes a una hora prudente, después de las nueve”, dice Harper. “Tendremos la amabilidad de ir a su habitación con la primera fase de su cura, que será una de las tinturas [hechas la noche anterior], o algo que les ayude a ponerse a la altura de las circunstancias”. Y seguidamente, dice, se les acompañará al restaurante del hotel, donde tendrá lugar una ceremonia de presentación de la cochinita en torno a una espléndida mesa común.
“Por supuesto, pretendemos culminar todo esto con más bebidas”, ríe Harper, y añade que la experiencia servirá para que los desconocidos estrechen lazos, o para que se convierta en una eficaz actividad de formación de equipos durante los retiros corporativos. “El coctelero es como el médico de nuestro hotel, sabe lo que tiene que servir para que te sientas mejor y no peor”.
Este artículo fue traducido por Miriam Salazar