Bloomberg Línea — La evolución de las distintas economías de América Latina a lo largo de las últimas décadas ha sido dispar, y así lo reflejan las cifras de la participación de cada una de ellas en el PIB de la región entre 1961 y 2021.
Una evaluación de los datos, recopilados por el Banco Mundial y en millones de dólares a precios constantes de 2010, muestra cambios en todas direcciones: algunos han incrementado su aporte al total, otros se han mantenido estables y están los que ven sus números disminuidos.
En el período analizado se puede observar que en 1961 el PIB regional (siempre a precios constantes de 2010) era de US$765.190 millones, mientras que en 2021 la cifra alcanzó los US$5,57 billones, según las naciones contempladas por el Banco Mundial (BM) y para las que existen datos disponibles. En 1961, países como Antigua y Barbuda, Barbados, Guyana, y Surinam, aún no tenían información de su PIB en la base de datos del BM, pero esto no altera el total en dólares estadounidenses para ninguno de los dos períodos contemplados en este análisis.
En el comparativo hay casos destacados: están algunas naciones como Brasil, que en 1961 tenía un PIB de US$204.670 millones y representaba el 26,75% del PIB de LatAm. Su relevancia regional había aumentado para 2021, considerando que tenía una economía de US$1,83 billones y una participación en el PIB regional del 32,85%.
México también ha visto una tendencia ascendente: en 1961 llegó a un PIB de US$148.410 millones, el 19,3% de la economía regional. 60 años después tenía una economía de US$1,21 billones y una participación en el PIB de LatAm de 21,63%.
Este es el comparativo del ‘peso’ que han tenido los países de América Latina en el PIB regional:
Otros países de la región han mostrado un rumbo inverso, perdiendo dominancia en la economía regional. Aquí se destaca el caso de Argentina, que en 1961 contaba con un PIB de US$158.980 millones (a precios constantes de 2010) y que representaba el 20,77% de la economía regional, un poco por encima de México. Sin embargo, si bien el PIB local llegó a los US$567.610 millones en 2021, su peso en la economía de la región cayó y llegó al 10,18%.
Un documento de investigación del propio Banco Mundial define que pese a que Argentina es un país rico en activos de capital natural y tiene una “clase media históricamente fuerte”, el rendimiento económico de esta nación ha sido “decepcionante” y ha afectado la capacidad de reducir la pobreza y aumentar los ingresos de sus ciudadanos.
La principal explicación para estos resultados es, según el BM, la “inusual volatilidad del entorno macroeconómico”, pues entre 1950 y 2016 el país atravesó 14 recesiones, con una duración promedio de 1,6 años, dejando como resultado que estas no solo se producen con “frecuencia” sino que también son “profundas”, según el informe Argentina: Escaping crises, sustaining growth, sharing prosperity.
Otro país que redujo su participación en la economía de LatAm fue Uruguay, que pasó de aportar el 2,08% a la economía regional en 1961 (PIB de US$15.960 millones) a representar el 0,97% en 2021 (PIB de US$54.390 millones).
Entre los que han tenido un aporte que se ha movido ligeramente al alza están Chile, Colombia y Perú.
Chile pasó de tener el 3,68% del PIB regional en 1961 al 4,94% en 2021. En Colombia, estos valores son de 4,20% vs. 5,92%; mientras que Perú mantuvo una participación casi homogénea de 3,86% en 1961 a 3,89% en 2021.
Andrés Giraldo, docente del Departamento de Economía de la Universidad Javeriana en Bogotá, dijo a Bloomberg Línea que para el caso colombiano la estabilidad en las cifras se trata de un manejo macroeconómico cauteloso a lo largo de los años. “En 150 años la economía colombiana ha tenido dos recesiones certificadas (1999 y 2020) y una muy probable (la Gran Recesión pero sin datos disponibles), mientras todos los países tienen más de cinco o seis recesiones”, apuntó.
Una de ellas fue a causa del Covid-19, que hizo que la economía de toda la región tuviera una caída de un 6,8% y registrara la peor crisis económica de los últimos 120 años, según las cuentas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La pandemia afectó a todas las naciones de la región por igual. Según las cuentas de la Organización Internacional del Trabajo, el mercado laboral de América Latina retrocedió al menos una década en el primer año del Covid-19. Para inicios de este año las cicatrices todavía se sentían y de los 49 millones de puestos de trabajo que se habían perdido en el peor momento de la crisis, aún faltaban por recuperar 4,5 millones.
El crecimiento económico que se dio en 2021 no fue suficiente para superar los niveles de pobreza y pobreza extrema y, según las cuentas de la Cepal, el año pasado un 13,8% de la población de América Latina estaba en situación de pobreza extrema. Las cifras son mucho más altas que las que había en 2019.
La economía regional frente a la coyuntura mundial
Tras la pandemia, el Banco Mundial ha alertado que la región todavía necesita reformas estructurales que impulsen su crecimiento. El problema, para Giraldo, el profesor de la Universidad Javeriana, es que América Latina casi en su totalidad encuadra en una misma definición: exportadora de bienes primarios y minero energéticos.
Este factor ha hecho que en las últimas décadas los países de la región tengan ingresos externos que provienen de “muy pocos” bienes y sean “muy dependientes” de los ciclos internacionales de los precios. De esta tendencia se podrían excluir a Chile y Perú, pues son protagonistas en el mercado del cobre y sus decisiones de oferta y demanda sí pueden impactar el precio internacional.
Por ejemplo, la recesión de mediados de la década de 1970, impulsada por la crisis del petróleo que se dio en 1973 y el colapso del sistema de gestión económica de Bretton Woods, presionaron a diferentes economías del mundo. En 1975, la economía de Chile marcó un crecimiento negativo del 12,9% y la de Argentina se ubicó en 0%.
Y aunque en 1982 y a inicios de los años 90 también tuvieron recesiones económicas mundiales, para César Ferrari, doctor en economía de la Universidad de Boston, la crisis inmobiliaria de EE.UU. en 2008 fue de las de mayor impacto para América Latina en las últimas décadas.
“La crisis del 2008 y 2009, que fue mundial, impactó gravemente a los países latinoamericanos, se cayó la demanda de las materias primas y con eso los precios y los ingresos en divisas de los países. Eso desaceleró fuertemente a las economías porque son dependientes de Latinoamérica. Igualmente, tras el Covid-19, se ven recesiones en todas partes”, agregó el experto.
Esta ha sido la cifra de crecimiento económico de cada país de América Latina al inicio de cada década en términos nominales, comenzando en 1961 -año en que inicia el recuento del Banco Mundial sobre el PIB de los países-, (pasando por 1971, 1981, 1991, 2001, 2011) y llegando a 2021, que permite generar un comparativo del comportamiento económico de cada nación en los últimos 60 años y sus variaciones:
Aires de recesión y cambio de matriz energética
Las alarmas de recesión en EE.UU. y a nivel global, y las acciones de los bancos centrales para aplacarla (en especial por parte de la Reserva Federal de EE.UU.) vaticinan impactos relevantes en las economías latinoamericanas.
“La Fed está aumentando las tasas y eso se traduce en aumentos de precios domésticos, pero al elevarla, muchos capitales que llegaron a Latinoamérica comienzan a ser llevados a EE.UU. Esa misma crisis internacional reduce la demanda de las materias primas y al caer los precios de los commodities, se tiene un menor ingreso externo y la recesión se convierte en crisis para LatAm”, añadió Ferrari.
A esto sumó que la transición energética que se adelanta en el mundo y que busca reducir los impactos del cambio climático hará que países como Colombia o Venezuela, que son productores por excelencia de hidrocarburos, vean a futuro menor demanda de sus petróleos y por ende problemas en la balanza de pagos “muy serios”.
En este sentido, y teniendo en cuenta también el impacto de los precios del petróleo en la región, ésta tiene una oportunidad de transformar su matriz energética gracias a la producción de energías renovables que avanza en la mayoría de los países. Así, la producción de hidrógeno, litio y cobre podría representar una oportunidad de crecimiento.
La producción de hidrógeno verde, que avanza y tiene potencial en Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica y Uruguay, otorgaría a la región la posibilidad de ser un jugador de peso a nivel global en la provisión de este tipo de energía. Según el Banco Mundial, este mercado alcanzaría a nivel global los US$150.000 millones.
En materia de litio, la región tiene otra oportunidad. Con Bolivia, como poseedor de la reserva más grande de ese mineral en el mundo, Chile y Argentina forman el “triángulo del litio”, que representa el 63% de las reservas en el planeta.
La Agencia Internacional de Energía dio cuenta, meses atrás, que la demanda del litio aumentará 42 veces para 2040, particularmente para la fabricación de baterías para autos eléctricos.
El PIB que se viene
Las estimaciones del Banco Mundial para Latinoamérica y el Caribe indican que crecerá un 2,5% en 2022, alcanzando aproximadamente los US$5,70 billones. La proyección supera en 0,2 puntos porcentuales a la realizada por el organismo en abril pasado.
Asimismo, para 2023 se espera cierta desaceleración en el crecimiento económico de la región, producto “del endurecimiento de las condiciones financieras, el debilitamiento del crecimiento de la demanda externa, la rápida inflación y la alta incertidumbre política en algunos países”. Esta desaceleración será del 1,9%, mientras que estima que para 2024 volverá a repuntar alcanzando un porcentaje cercano al 2,4%.
Por su parte, el FMI indicó, en un reporte de abril pasado, que el PIB de América Latina y el Caribe crecerá un 2,5% en 2022 y en 2023, coincidiendo en su previsión más próxima con la del Banco Mundial. Sin embargo, es una proyección moderada pues el organismo alertó esta semana que volverá a reducir sus cálculos de crecimiento económico.
Aunque no precisó si la región se verá afectada por las variaciones, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, aseguró que este año será muy difícil y probablemente el siguiente lo sea aun más. Al Fondo le preocupan los impactos de la invasión rusa a Ucrania, las consecuencias de la estricta política de China contra el Covid-19 y la inflación que continúa en máximos de décadas en las principales economías.
“Una inflación persistentemente alta podría hundir la recuperación y perjudicar aún más el nivel de vida, sobre todo de los más vulnerables. La inflación ya ha alcanzado máximos de varias décadas en muchos países, y tanto la inflación general como la subyacente siguen aumentando”, advirtió la funcionaria.
El mismo Banco Mundial, en abril, ya alertaba que el crecimiento de América Latina y el Caribe será “mediocre” e “insuficiente” para reducir la pobreza durante los próximos dos años.
Para el organismo multilateral, más allá del impacto coyuntural que se ha dado desde el primer trimestre de 2022, todavía está pendiente una agenda de “reformas de gran alcance” para garantizar tasas de crecimiento satisfactorias y no solo regresar a las que ya se veían antes de la pandemia.