Bloomberg — La dinastía Rajapaksa de Sri Lanka gobernó durante años la nación isleña con mano dura, atemorizando a sus opositores, a periodistas y a cualquiera que amenazara su dominio. Actualmente, los manifestantes la están desalojando de sus residencias y del poder.
El presidente Gotabaya Rajapaksa, de 73 años, se prepara para dimitir este miércoles tras meses de manifestaciones por el incremento de los precios y la escasez de productos básicos como los alimentos o la gasolina. Después de atrincherarse un tiempo en la residencia oficial junto al mar, los manifestantes al grito de “Gota Go Home” (Gota vete a casa) lo obligaron a huir el sábado mientras rompían las puertas del recinto en escenas dramáticas.
La furia del pueblo se manifestó en los disturbios contra Rajapaksa, cuya gestión de tres años ha dejado a Sri Lanka suplicando por dinero al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a países como China e India, tras dejar de pagar la deuda externa por primera vez desde su independencia en 1948 de Gran Bretaña. Furiosos también están los tenedores de bonos: el mes pasado, uno de ellos presentó una demanda contra los Rajapakas por US$250 millones de deuda no pagada, la primera de posiblemente muchas otras.
Que Rajapaksa dejara su cargo era no solo lo que querían los manifestantes, sino también algunos miembros de su familia, que lo veían como un líder débil. Su sobrino Namal Rajapaksa, de 36 años, trabaja ya en una forma de restaurar la reputación de la dinastía a futuro, aún cuando las protestas, cada vez más violentas, llevaron a algunos observadores a cuestionar si toda la familia se vería obligada a abandonar el país.
En la oficina del partido gobernante en Colombo, vandalizada durante actos de violencia el 9 de mayo, Namal dijo en una reciente entrevista que Gotabaya " debía completar su mandato e irse”. La situación actual de la familia fue descrita como un " problema temporal”, y añadió que el propósito ahora era “proporcionar toda la estabilidad posible para atender las necesidades básicas de la gente, mientras se trabaja en estrategias a futuro”.
Namal es el hijo mayor de Mahinda Rajapaksa, de 76 años que gobernó el país de 2005 a 2015 y hermano del actual presidente. Durante ese tiempo, con Gotabaya como ministro de Defensa, Mahinda acabó con una insurgencia de tres décadas de rebeldes tamiles recurriendo a tácticas salvajes que suscitaron una gran consternación por la muerte de civiles. Simultáneamente, los hermanos intentaron doblegar a la oposición política y se endeudaron por miles de millones de dólares, principalmente con China.
Los hermanos pierden el poder en las elecciones de 2015, pero regresan cuatro años más tarde, con Gotabaya como presidente y Mahinda como primer ministro. Sin embargo, una combinación de desatinos políticos y la pandemia de Covid-19 no tardaron en provocar una escasez de alimentos y combustible que desató multitudinarias protestas, lo que finalmente obligó en mayo a Mahinda a dimitir de su cargo de primer ministro.
De acuerdo con personas conocedoras de la situación, la decisión de renunciar como primer ministro abrió una brecha entre los hermanos, ya que Mahinda se resistió durante semanas a las peticiones de Gotabaya para que se hiciera a un lado, para luego acceder a ellas. A principios de año, Gotabaya era el único de los seis Rajapakas del gabinete que permanecía en pie y muy pronto se marchará.
Las desavenencias entre los hermanos son un reflejo de sus diferentes estilos de liderazgo, en opinión de Paikiasothy Saravanamuttu, director ejecutivo del Centre for Policy Alternatives (Centro para formulación de políticas alternativas), un grupo de investigación con sede en Colombo.
“Las personas quieren a Mahinda, quien es un político populista”, dijo Saravanamuttu. “En cambio, su hermano es mucho más reservado e introvertido, sin experiencia de gobierno “.
Anteriormente, los Rajapaksas no solían enfrentarse en público, pero ahora se acusan mutuamente.
El mes pasado, durante una entrevista en su residencia oficial, ahora tomada por los manifestantes, Gotabaya admitió que las amplias reducciones de impuestos y la prohibición de los fertilizantes, aplicadas poco después de su llegada al poder, no dieron resultado. Pero calificó esas fallas como colectivas, y dijo que el año pasado presionó para obtener un rescate del Fondo Monetario Internacional, siendo rechazado por asesores y familiares mientras las protestas se descontrolaban.
“Yo no recibí el apoyo o la ejecución pertinente por parte de los encargados”, indicó Gotabaya, añadiendo que no se presentaría nuevamente a la presidencia cuando su mandato termine en 2024.
Según Namal, su padre no estaba de acuerdo con la implementación de amplios recortes fiscales e insistió en que Gotabaya no siguiera adelante con una prematura prohibición de los fertilizantes sintéticos. “De haber sido mi padre el presidente, jamás hubiese tomado esa decisión”, dijo Mahinda.
Independientemente de quién sea el responsable, los Rajapaksas se enfrentan a una caída récord y necesitan un cambio de imagen. En este sentido, el que se está posicionando como la figura principal de la próxima generación para tomar el relevo es Namal.
Hablando con voz moderada y tranquila Nadal se mostró como un político experimentado durante la entrevista. El ex ministro de Deportes, aficionado al fisiculturismo, vestía una camisa de manga corta la cual dejaba ver parte de sus bíceps.
Dejó muy claro que su formulación de políticas estaría más en consonancia con las de su padre que con las de su tío. Según él, el problema de Sri Lanka es que se ha alejado del objetivo de convertirse en un gran centro de fabricación y transbordo. También consideró necesario modernizar los aeropuertos para captar más turistas y potenciar su producción agrícola para que el país tuviera suficientes recursos para alimentarse.
Dijo no creer en la “política dinástica”, pero reconoció la historia de su familia en los círculos de poder.
“Yo comencé hace cinco años, mi padre comenzó hace 55 años en Hambantota; el recorrido en la política es largo”, afirmó Namal. “Esta es una mala racha, así que hay que afrontarla y seguir adelante”.
En el distrito de Hambantota, en la costa meridional, la base de poder de la familia durante décadas, el destino político de los Rajapaksas sigue siendo una incógnita. Soldados armados patrullan frente a su extenso bungalow ancestral, que fue reducido a escombros quemados en mayo. Los lugareños también destruyeron un museo construido en honor de la familia, destrozaron sus tumbas y derribaron una estatua chapada en oro que representaba a un héroe de la familia.
El vínculo de la familia con Hambantota data de hace décadas. D.A. Rajapaksa, el padre de Mahinda y Gotabaya, fue un prominente legislador. Sus familiares tienen casas repartidas por todo el distrito. Nuan Sameera, de 60 años, agricultor de la aldea de Hukura Wallya, recordó con cariño cómo Mahinda frecuentaba un templo cercano y se mezclaba con los habitantes.
“Ellos forman parte de nosotros”, dijo Sameera, al tiempo que criticaba a los Rajapakas por la escasez de alimentos y fertilizantes.
Los detractores de los Rajapaksa relacionan Hambantota con los derrochadores hábitos del clan. El aeropuerto internacional construido hace una década con su nombre no tiene vuelos de pasajeros. El estadio de cricket apenas celebra partidos internacionales. Y los buques de carga apenas atracan en un puerto de US$1.000 millones construido con fondos chinos.
A pesar de ello, Mahinda sigue siendo popular en Hambantota, un distrito principalmente agrario enclavado en medio de arrozales y cocoteros. Sunil Rajapaksa, un agricultor que no tiene relación con la familia pero que vive cerca de una de sus casas, dice que no le sorprendería que Namal liderara la dinastía hacia una nueva era.
“Si Bongbong Marcos pudo volver, ¿por qué no los Rajapaksas?”, comentó, haciendo referencia al hijo de un antiguo dictador que acaba de ganar la presidencia en Filipinas. “Sólo es cuestión de tiempo que la gente se dé cuenta de que los Rajapaksas han trabajado para mejorar el país”.
Una cosa tiene clara Namal: no tiene planes de marcharse de Sri Lanka por muy mal que estén las cosas.
" No abandonaremos nunca el país, eso no sucederá nunca”, afirmó. “Si el pueblo no nos quiere, tiene el voto, no la bala”.
Este artículo fue traducido por Miriam Salazar