Como inversor piense en el riesgo, no en la clase de activo

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Bloomberg Opinión — Más que usar el tradicional análisis de las clases de activos, he descubierto que utilizar un criterio de factores de riesgo es particularmente provechoso para entender el impacto de la economía y la política en los mercados este año, así como para explicar la tendencia de las valoraciones, las relaciones y la volatilidad, y también para indicar lo que hay que tener en cuenta a corto plazo.

El análisis de los distintos factores de riesgo se basa en el desglose de un activo financiero o de una clase de activos en relación con los atributos de su susceptibilidad al mercado, por ejemplo, los tipos de interés, el crédito, la liquidez o el impulso. De este modo, determinadas clases de bonos, como los de alto rendimiento, pueden mostrarse más sensibles a los factores de riesgo que afectan más a las acciones que a los bonos del Estado.

También puede utilizarse el análisis de los componentes de riesgo para explicar los movimientos en general cuando, como ha sucedido este año, los mercados se han visto impactados por factores descendentes comunes.

A lo largo de la mayor parte de 2022, los mercados han respondido a los cambios en las trayectorias de las tasas de interés clave provocados por la persistente elevada inflación y la correspondiente constatación de que la Reserva Federal se está viendo obligada a abandonar su habitual modelo de política de tasas de interés cercanas a cero y previsibles inyecciones de liquidez.

Este súbito y fuerte dominio de los mercados por el “factor de las tasas de interés” acabó con la tradicional correlación inversa de precios entre las acciones y los bonos, provocando considerables pérdidas tanto en el índice compuesto del Nasdaq como en el Tesoro estadounidense a 10 años, entre otros. Además, propició una volatilidad preocupante, que se sumó al malestar de los inversores y suscitó la alarma por las repercusiones negativas en la economía del país.

Conforme los mercados revalorizaban agresivamente la trayectoria de las tasas de interés para la economía, se trasladó la preocupación a las repercusiones en el consumo y la inversión. Así entró en juego el “factor de riesgo de crédito”, que mantuvo la presión sobre las acciones, fomentando una mayor volatilidad pero, con un marcado cambio en relación con lo ocurrido en los primeros cinco meses del año, empezó a restablecer la tradicional correlación entre acciones y bonos.

Mirando hacia el futuro, todo indica que los mercados seguirán fluctuando entre estos dos elementos de riesgo a la espera de pruebas sobre tres aspectos económicos y políticos fundamentales:

  • ¿Hasta qué punto tendrá éxito una Fed atrasada en la lucha contra la inflación, y cuántos daños colaterales se asociarán a su proceso de recuperación?
  • ¿En qué medida un mercado laboral fuerte protegerá a Estados Unidos de una recesión económica?
  • ¿Hasta qué punto se mantendrá la inflación en un contexto de disminución de la demanda agregada?

Los partidarios de un aumento generalizado de las tenencias de activos de riesgo consideran que las respuestas a estas tres preguntas se conjugarán para lograr lo que los economistas denominan un “aterrizaje suave”, o sea, una reducción tanto de la inflación real así como de las expectativas inflacionarias sin que se produzcan daños notables en la economía real.

En concreto, este resultado se produciría si la Reserva Federal consiguiera recuperar la credibilidad y la eficacia de su formulación de políticas, si el mercado laboral consolidara una economía todavía pujante y si la inflación no se viera respaldada por las persistentes perturbaciones del lado de la oferta. Y, lo que es más importante, no sólo se conseguiría que los riesgos de tasas de interés y de crédito fuesen amables, sino que también se garantizaría que no entrase en juego un tercer factor de riesgo amenazador, es decir, una crisis de liquidez que socavase el funcionamiento ordenado de los mercados.

El surgimiento de este “factor de riesgo de liquidez " agravaría los riesgos de crédito y de tasas de interés, lo que haría que el segundo semestre de 2022 resultara tan difícil para los inversores como lo ha sido el primero. Entre ambos extremos, varias permutaciones tienden a favorecer los enfoques de inversión selectivos y la selección cuidadosa de los valores individuales.

Por el momento, y por mucho que nos esforcemos, no hay todavía respuestas claras y seguras a las tres interrogantes económicas y políticas clave y, en consecuencia, lo que es más importante, a cómo evolucionarán los diversos factores de riesgo a partir de ahora. Es un hecho a tener en cuenta mientras muchos se apresuran a predecir asertivamente lo que se avecina para los mercados.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Miriam Salazar