Bloomberg — El pasado 19 de junio, un día después de que los termómetros llegaran a máximos históricos en varias partes de España y Francia, una boya que flotaba en el mar Mediterráneo frente a la costa de las Islas Baleares registró una temperatura de 29 grados Celsius.
El calor extremo en tierra desencadenó una ola de calor marina que aún continúa, según Melanie Juza, investigadora del Sistema de Observación y Predicción Costera de las Islas Baleares, que realiza un seguimiento diario de las temperaturas marinas en todo el Mar Mediterráneo.
“Nunca se había producido una ola de calor marina tan intensa tan pronto en el año”, dijo Juza. “Estamos hablando de 26 grados centígrados y más en el mar Balear el 19 de junio: es brutal”, dijo.
Las olas de calor marinas son relativamente desconocidas para los científicos, ya que los trabajos de investigación sobre estas temperaturas oceánicas no empezaron a aparecer hasta 2013. Desde entonces, el fenómeno se ha convertido en una señal clave del cambio climático: por décadas, los océanos han absorbido la mayor parte del calor adicional de la atmósfera, actuando como esponjas del calentamiento global.
“Se observa un mayor aumento de la frecuencia de olas de calor severas con cada grado adicional de calentamiento global en comparación con la frecuencia cambiante de otros tipos de clima extremo”, dijo Luke Harrington, investigador principal del Instituto de Investigación del Cambio Climático de Nueva Zelanda. “Las olas de calor marinas están cambiando más rápido que las terrestres”, agregó.
Los científicos saben que los océanos han absorbido el 93% del calor captado por los gases de efecto invernadero desde la década de 1970. También saben que su capacidad de seguir capturando y almacenando dióxido de carbono dejó de seguir el ritmo de las emisiones en la década de 1990. Averiguar cuánto se están calentando y cuánto calor más pueden almacenar las masas de agua es esencial para entender a qué velocidad se calentará el planeta a lo largo de las próximas décadas.
“Entre los oceanógrafos no hay negacionistas del cambio climático”, afirma Andrew Pershing, director de ciencia climática de la organización de investigación Climate Central, en Princeton (Nueva Jersey). “Simplemente no puede haberlos porque la señal es demasiado fuerte”.
Las altas temperaturas atmosféricas, la escasa nubosidad y la ausencia de viento contribuyen a las olas de calor marinas, según Samuel Somot, jefe del equipo de modelización climática regional del pronosticador nacional francés Meteo France.
“Las olas de calor marinas se suman al calentamiento continuo de los océanos, que está relacionado con el calentamiento global; eso es lo que hace que las olas de calor marinas sean más largas e intensas”, dijo.
No hay una definición única de las olas de calor marinas, pero los científicos suelen considerar que el fenómeno se produce cuando las temperaturas del mar alcanzan máximos extremos durante cinco días o más. Fenómenos de este tipo alteran la circulación vertical del agua, lo que a su vez afecta a la capacidad de los océanos para absorber el calor y el dióxido de carbono, así como a la circulación de nutrientes clave para la fauna marina.
“Los impactos en los ecosistemas marinos son devastadores”, dijo Juza. “Incluyen el blanqueamiento de los corales, daños en las praderas marinas, floraciones de algas nocivas, mortalidad masiva de especies marinas y migración de especies”.
Las actividades humanas como la pesca y el turismo también sufren como consecuencia de esto. La más reciente ola de calor marina en el Mediterráneo, por ejemplo, ocurrió durante la temporada de reproducción del atún rojo, una captura cara y popular. Aunque los biólogos no saben si el calor extremo afectará a los huevos del atún, sí saben que las altas temperaturas dañan la posidonia, el alga mediterránea que sirve de vivero para muchas especies.
El impacto económico de una ola de calor marino en la pesca ha dado lugar a uno de los primeros estudios sobre el fenómeno. Una ola de calor de 2012 en el Golfo de Maine causó estragos en el mercado local de langostas y llevó a los investigadores a esta conclusión de gran alcance: “Extraer lecciones de sucesos como la ola de calor de 2012 es fundamental para desarrollar estrategias de adaptación que mejoren las capacidades existentes para sostener los ecosistemas marinos y la pesca en el contexto del cambio climático.”