Bloomberg Opinión — El mundo está obsesionado con la disminución de la población de Japón. Cada año, la noticia de que el país tiene un poco menos de gente puede ser invocada de forma fiable a la hora de escribir reportes, que tienden a verlo como un misterio japonés, uno de esos conceptos inherentemente orientales que los extranjeros no podrían penetrar, como el wabi-sabi o el código bushido de los guerreros samurái.
The New York Times se preguntaba en 2012: “Sin bebés, ¿puede sobrevivir Japón?”. The Atlantic escribió sobre “el misterio de por qué los japoneses tienen tan pocos bebés”. Para ser justos, en Japón se habla de la crisis de la población tanto como en cualquier otro lado: un periódico recientemente pidió la declaración de “estado de emergencia por la disminución de la tasa de natalidad.”
La propuesta tiene ecos de la legislación de “emergencia climática” aprobada por gobiernos como el del Reino Unido, con el objetivo de aumentar la conciencia sobre el calentamiento global. Pero Japón es a la crisis de fertilidad lo que las islas bajas del Pacífico son a la medioambiental: sólo una señal temprana de los mismos problemas que se avecinan para el resto.
Japón se dio cuenta por primera vez del descenso de los nacimientos en 1989, en un suceso conocido como el “shock del 1,57″: la tasa global de fecundidad (TGF) que se registró ese año, inferior incluso al 1,58 de 1966, cuando muchas parejas evitaron tener hijos por temas supersticiosos relacionados a un acontecimiento poco propicio en el zodiaco chino.
A pesar de tres décadas de grupos de trabajo, programas de apoyo gubernamental y ministros encargados del tema, poco ha cambiado. Aunque se ha detenido el descenso de la tasa, Japón no ha podido hacer casi nada para aumentar la tasa de natalidad de forma significativa. En 2005 se registró un mínimo histórico de 1,26, que ha pasado a ser de 1,3 en 2021 y, aunque la cifra se ha visto afectada por la pandemia, esta no ha superado el 1,5 en más de tres décadas.
Japón suele estar convencido de que su malestar económico desde los años 80 es la raíz de sus males, pero ese vínculo no parece tan claro. Los nacimientos disminuyeron a lo largo de los años 70 y 80, y el “shock del 1,57″ se produjo en la cúspide de su poderío económico. En todo caso, parece haber una relación inversa entre riqueza y fertilidad: Okinawa, la región más pobre del país, tiene sistemáticamente la tasa más alta, y Tokio, la más rica, la más baja. La experiencia de otros países también indica lo contrario: el rico Singapur tiene una tasa aún más baja que la de Japón. Casi todos los países de Europa están por debajo del nivel de 2,1 necesario para mantener los niveles de población, y países como Croacia, Portugal y Grecia perderán niveles similares a los de Japón en las próximas tres décadas.
“Las condiciones económicas no son tan útiles para explicar las tendencias persistentes”, explica Mikko Myrskyla, director del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica, con sede en Rostock, Alemania. “Los científicos se sienten un tanto impotentes para explicar qué es lo que impulsa el cambio a largo plazo”.
Es una variación del principio de Anna Karenina: Todas las sociedades fértiles son iguales; cada sociedad infértil lo es a su manera.
Mientras que los medios de comunicación occidentales solían obsesionarse con el poco sexo que tenían los japoneses, ahora se observa el mismo fenómeno a nivel global. ¿Existen quizás otras condiciones sociales únicas? Visto desde un punto de vista occidental, algunos de los problemas de Japón podrían parecer obvios: una notoria cultura de las horas extras en el trabajo o las listas de espera para las guarderías.
Sin embargo, muchos de estos problemas ya no son tan crónicos como antes, y aliviarlos ha tenido poco impacto en los niveles de fertilidad. La media de horas extras se ha reducido a la mitad en menos de 10 años, según un informe. El número de niños en lista de espera para las guarderías se ha desplomado, con un descenso de casi el 80% en 2021 respecto a 2017, incluso cuando la tasa de participación laboral femenina ha aumentado.
¿Qué pasa con la baja igualdad de género en Japón? En todo caso, el creciente papel de la mujer fuera del hogar en las últimas décadases uno de los factores que contribuyen al descenso en el país, ya que permite a las mujeres retrasar el matrimonio o no casarse, según un informe. La vecina Taiwán se presenta como la sociedad más igualitaria de Asia, pero tiene una tasa de fecundidad de sólo 1,08, la peor del mundo, según una estimación.
“Puede que Japón tenga su propia idiosincrasia, pero dado el gran número de países con baja fertilidad persistente, cada uno de los cuales llega a la baja fertilidad a su manera, sería difícil señalar algo específico”, dijo Myrskyla. Para ilustrar su argumento señala a países europeos como Italia, Alemania, Finlandia y Hungría, donde las normas de género y el apoyo público a las madres trabajadoras varían enormemente, pero la TGF es siempre baja.
Myrskyla sugiere que, a la hora de formular políticas, la “adaptación” es una respuesta probablemente mejor que los 30 años que lleva Japón tratando de aumentar los nacimientos, invirtiendo en educación, manteniendo a la gente en sus puestos de trabajo durante más tiempo e integrando a las mujeres y a los inmigrantes para completar la mano de obra. En los últimos años, la combinación de políticas japonesas también se ha ido centrando gradualmente no en cambiar la mentalidad de la gente sobre el matrimonio o los hijos, sino en ayudar a los que carecen de oportunidades: la celebración de eventos para que las comunidades rurales conozcan a posibles parejas, o la reciente incorporación a la cobertura del seguro médico de los costosos tratamientos de fertilización in vitro.
Tal vez lo que une a los países con una baja tasa de fecundidad es que suelen ser ricos, aunque los países ricos no tengan necesariamente niveles inferiores a la tasa de reemplazo. Aunque Japón se preocupa por su riqueza real, sigue siendo un país muy rico en términos de PIB per cápita. Muchos se sorprenden al saber que Estados Unidos tiene una tasa de fertilidad persistentemente baja, de sólo 1,66. Un dicho japonés describe un problema ajeno como un “fuego al otro lado del río”. Cuando se trata de población, los problemas de Japón son cualquier cosa menos eso.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.
Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.