Según una encuesta reciente, la mayoría de las personas afines al partido republicano de EE.UU. y una amplia cantidad de demócratas creen que Estados Unidos está en recesión. La cuestión es saber hasta qué punto hay que tomarse en serio sus quejas.
La mayoría de los estadounidenses probablemente no conozcan la definición formal de recesión (“un descenso significativo de la actividad económica que se extiende por toda la economía y dura más de unos pocos meses”), pero sí saben que los precios actuales de la gasolina y los alimentos se encuentran en niveles especialmente altos, y que la inflación está aumentando a su ritmo más rápido de los últimos 40 años. Al mismo tiempo, el desempleo está por debajo del 4% y la economía estadounidense sigue creando nuevos puestos de trabajo a un ritmo rápido.
Al hablar de la economía, los republicanos tienden a centrarse en lo negativo y los demócratas en lo positivo. Si los partidos fueran intelectualmente coherentes, el escenario sería el contrario.
Pensemos en la presidencia de George W. Bush. Los republicanos ofrecían una visión coherente (aunque discutible) del éxito a nivel económico: una “sociedad de propietarios” en la que el patrimonio neto era relativamente alto, los ahorros eran elevados y la gente confiaba en sus propios recursos para hacer frente a las vicisitudes del mercado. Con derechos de propiedad seguros y ahorros elevados, las alteraciones momentáneas podían compensarse con la economización individual. La gente podía hacer frente a precios temporalmente más altos consumiendo menos o buscando sustitutos adecuados. El problema inicial, de considerarlo como uno, era que no había suficientes hogares eran propietarios o tenían recursos materiales.
La administración Bush nunca consiguió hacer realidad la visión de la sociedad propietaria. Pero avancemos hasta el presente: Sin quererlo, la pandemia ha dado lugar a la sociedad propietaria, pero una versión distorsionada y algo distópica. Los estados de cuenta de los hogares han sido notablemente fuertes y la liquidez es alta, en parte porque la pandemia redujo el gasto y en parte por la respuesta del gobierno federal en materia de política fiscal.
Se podría pensar que los republicanos encontrarían esta situación al menos tolerable. Sin embargo, como no están en el poder, hacen hincapié en los aspectos negativos.
Muchos demócratas también se muestran contradictorios. El enfoque del bienestar de los hogares, ampliamente demócrata, consiste en utilizar subvenciones y regulaciones para bajar los precios de productos importantes. Estos programas podrían incluir cupones de alimentos, viviendas públicas y subvencionadas y Medicaid (programa de seguros de salud del Gobierno de EE.UU. para la gente necesitada). La teoría es que los precios de mercado altos y volátiles en estas áreas son perjudiciales, lo que crea un argumento a favor de los subsidios o, en algunos casos, la provisión directa.
Estos programas de transferencia, que muchos demócratas quieren ampliar, tienen el efecto a largo plazo de reducir las tasas de ahorro. Si el seguro de desempleo y Medicaid se hicieran más generosos, por ejemplo, la demanda de ahorro disminuirá, porque el gobierno pagará una mayor proporción de la cuenta.
A riesgo de simplificar demasiado, puede decirse que el ideal demócrata es el de los precios bajos, uno donde el gobierno ayuda a bloquear o frenar las grandes subidas de precios de los productos domésticos. Según este ideal, la solidez de los estados de cuenta de los hogares no es una prioridad, ya que muchas de las políticas preferidas reducirían las tasas de ahorro.
Se podría pensar entonces que los demócratas verían la actual mezcla de alto ahorro con precios altos y volátiles como bastante desastrosa. Sin embargo, los apologistas de la situación económica actual son con más frecuencia demócratas. Paul Krugman, por ejemplo, ha argumentado en repetidas ocasiones que existe una enorme desconexión entre la imagen que la gente tiene de la economía y la situación real. En esencia, cree que hay demasiadas quejas.
Entonces, ¿Quién tiene razón? ¿Es el estado actual de la economía estadounidense algo por lo que alegrarse o no? No hay una respuesta sencilla. Diré que he observado que muchas personas internalizan rápidamente las ganancias y, en contraste, se centran emocionalmente en las pérdidas, como el aumento de los precios de muchos artículos de consumo.
Pero, al menos en un sentido, los optimistas tienen razón. Dentro de unos años, parte de la riqueza añadida a los estados de cuenta de los hogares se mantendrá. Al mismo tiempo, es posible que los precios de los alimentos y la energía hayan vuelto a niveles más normales. Los niveles de felicidad deberían repuntar.
Ese futuro puede parecer demasiado lejano e incierto para que los estadounidenses sean felices ahora. La gente es miope y descuenta excesivamente el futuro. Esta es una razón para que la política se incline hacia el otro lado, lo que puede significar que, después de todo, la visión de una sociedad propietaria tiene algo de cierto.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.
Este artículo fue traducido por Andrea González