Bloomberg Opinión — La guerra en Ucrania se ha convertido en una brutal y pesada competencia de desgaste. A medida que el conflicto se sigue alargando, la pregunta es, ¿a qué lado favorece? Kiev está apostando a que su influencia aumentará a medida que una Rusia aislada se enfrenta con la ruina económica y militar. La apuesta del presidente ruso, Vladímir Putin, es que puede devastar Ucrania incluso con un ejército debilitado, mientras utiliza la amenaza del caos económico mundial para cortar la línea de vida de Kiev con el mundo exterior. Cada lado está tratando de desangrar y aplastar al otro, una dinámica que alimentará una inestabilidad que excederá la geografía del conflicto y presentará a Estados Unidos desafíos desagradables.
A lo largo de las últimas semanas, los combates se han producido principalmente en el este de Ucrania. Rusia ha utilizado infernales bombardeos de artillería y ataques metódicos para apoderarse lentamente de más territorio, con la esperanza de “liberar” por completo la región de Dombás. Ucrania está resistiendo. Ha inflingido terribles bajas y sufrido, según admite el propio presidente Volodymyr Zelenskiy, grandes pérdidas.
A pesar de las ganancias territoriales rusas, Ucrania todavía tiene motivos para mostrar optimismo. Su poder militar está aumentando a medida que Kiev recibe artillería de mayor rango y otras armas sofisticadas de los países occidentales. Algunos de los principales servicios de inteligencia del mundo también están trabajando de manera efectiva para Kiev, brindando información que ayuda a los líderes militares ucranianos a anticipar los golpes del enemigo y asestar muchos de los suyos.
El poder militar de Rusia, por el contrario, probablemente se reducirá con una guerra prolongada, porque la economía y la industria de defensa del país están sujetas a duras sanciones, y la moral de sus fuerzas se desvanecerá a medida que aumenten las bajas. Mientras Ucrania cuente con el apoyo de la mayoría de las democracias avanzadas del mundo, es factible que pueda esperar debilitar y, en última instancia, derrotar al Ejército ruso, y luego quizás recuperar parte del territorio que Moscú ha robado.
Pero hay matices cruciales a esto. Uno es la amenaza de la “fatiga de Zelenskiy”, el peligro de que los líderes occidentales se cansen de las solicitudes de dinero y armas de Kiev en un momento en que sus propias economías se debilitan y sus propios arsenales se agotan. Un reciente paquete de apoyo estadounidense de US$40.000 millones para Ucrania suscitó críticas republicanas por estos motivos. Si los costos de la guerra siguen aumentando, y si Zelenskiy sigue insistiendo en que Ucrania liberará todo el territorio que Rusia ha tomado desde 2014, sus patrocinadores extranjeros pueden llegar a verlo no como una inspiración sino como una carga.
Esa perspectiva interactuará con la estrategia de Putin, que implica aguantar el impacto de las sanciones y convertir a Ucrania en una zona de desastre. El bloqueo de los puertos del Mar Negro de Ucrania, especialmente Odesa, dificulta enormemente la exportación de trigo y otros productos. La brutalización del país ha causado una contracción económica catastrófica. Es posible que Rusia no pueda derrotar militarmente a Ucrania, pero puede arruinar su economía y obligar a Kiev a hacer enormes demandas a sus partidarios internacionales a lo largo de muchos años.
Además, Putin está utilizando la perspectiva de una masacre económica mundial como medio de coerción geopolítica. Si Ucrania no puede exportar trigo, los países de todo el mundo sufrirán. Los altos precios de la energía están exacerbando las presiones recesivas en las economías desarrolladas y en desarrollo por igual. Si genera suficiente dolor, Putin tal vez pueda remover de la coalición democrática a miembros más reticentes como Alemania y hacer que Ucrania pida la paz. El caos global también podría ayudar a Putin de otras maneras: cuanto más dure la guerra, mayores serán las posibilidades de que una crisis importante en Irán o Taiwán atraiga la atención de EE.UU. Unidos a otros lugares.
De hecho, tenga esta estrategia éxito o no, pondrá a prueba a Washington. En respuesta a la campaña de estrangulamiento económico por parte de Moscú, EE.UU. podría usar los activos estatales rusos que ha congelado para sostener a Ucrania y reconstruirla. Sin embargo, eso inevitablemente aumentaría los temores globales sobre las implicaciones militares del dominio financiero estadounidense. EE.UU. podría intentar devolverle la jugada a Putin incrementando la coerción económica de Rusia. Pero esto probablemente requeriría un mayor uso de sanciones secundarias, penalizando a terceros que hacen negocios con Moscú, lo que a su vez causaría mayores fricciones con los países que dependen del petróleo ruso u otras exportaciones.
Quizás lo más delicado sea el tema de restaurar la capacidad de Ucrania para exportar (especialmente trigo) al mundo. Esto es crucial para aliviar los impactos económicos que ha causado la guerra. Sin embargo, podría requerir tomar medidas como escoltar a los barcos ucranianos, “cambiar la bandera” para que se consideren estadounidenses o abrir por la fuerza un corredor terrestre o marítimo seguro, acciones que proyectarían el poder de EE.UU. en el corazón de una guerra en proceso.
En lugar de enfocarse principalmente a disuadir a Rusia de atacar a los países de la OTAN, EE.UU. estaría tratando de obligar a Rusia a que deje de obstaculizar el comercio de Ucrania con el mundo. Esto podría conducir a un momento peligroso, ya que el éxito en aliviar la presión económica de Rusia podría significar el fracaso de la estrategia de Putin para ganar la guerra.
Puede aparentar que el conflicto en Ucrania se ha asentado en un equilibrio violento, pero la agitación que produce la guerra y los dilemas globales que presenta, apenas han comenzado.
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