Bloomberg — El empeoramiento de la crisis del costo de la vida, un turbio escándalo político y la amenaza de nuevas repercusiones de la invasión rusa a Ucrania conforman un telón de fondo improbable para una celebración de la estabilidad nacional en el Reino Unido.
Mientras el país celebra el Jubileo de Platino de la reina Isabel II, los nubarrones mencionados hacen recordar que la monarca de 96 años no estará presente para siempre. Y lo recuerda justo cuando el país se enfrenta a un futuro incierto. Más allá de los retos más inmediatos, el estatus no resuelto de Irlanda del Norte tras el Brexit y la división en Escocia en relación a la independencia plantean dudas sobre si el reino seguirá siquiera unido en las próximas décadas.
El esplendor de la realeza o el escrutinio público de sus dramas familiares acaparan más a menudo la atención en todo el mundo, pero a lo largo de 70 años las reuniones privadas semanales de la reina con el primer ministro han sido posiblemente igual de importantes para proporcionar un hilo conductor constante en la vida pública británica.
Ese profundo nivel de experiencia significa que cuando Boris Johnson visita el Palacio de Buckingham cada miércoles, habla con una confidente que tuvo audiencias regulares con su héroe, Winston Churchill. Elizabeth tenía sólo 25 años cuando comenzó sus conversaciones semanales con el primer primer ministro del Reino Unido, y ha tenido una visión única de cada crisis política que ha atravesado desde entonces.
Ha escuchado las preocupaciones sobre política interior y exterior, ha revisado las los informes de Estado de manera diaria y ha ayudado a suavizar las relaciones diplomáticas recibiendo a líderes mundiales. Todo esto le confiere una autoridad, incluso a medida que se vuelve más visiblemente frágil, que su heredero, el príncipe Carlos, no podrá igualar.
El ex ministro del gabinete británico, David Lidington, recuerda los documentos delicados que pasaban por su mesa con la reina a la cabeza de la lista de destinatarios. “Para cualquier primer ministro, es el hecho de que vas y es la única persona en el país con la que puedes hablar con total franqueza y saber que no se va a filtrar”, dijo Lidington, que fue suplente de facto de Theresa May. May se tomaba las reuniones “muy, muy en serio”, dijo.
La monarquía es más constitucional que política: como jefa de Estado, la monarca reina pero no ejerce el poder. También está teñida de un aura de misterio: como dijo el periodista y economista victoriano Walter Bagehot: “No debemos dejar que la luz del día se filtre sobre la magia”.
Las leyes aprobadas por el Parlamento del Reino Unido requieren la aprobación real, aunque el sistema lo convierte en una formalidad. Pero aunque “permanece políticamente neutral en todos los asuntos”, según la página web oficial de la Casa Real, también puede “aconsejar y advertir” al primer ministro cuando sea necesario.
Su larguísimo reinado ha supuesto un inmenso cambio en la sociedad británica y en sus otros 14 reinos que componen la Commonwealth (Mancomunidad). Cerca del 85% de la población británica nació mientras ella era monarca.
Isabel tenía 25 años en 1952 cuando su padre, el rey Jorge VI, murió. En ese momento el líder de la época de la Segunda Guerra Mundial, Churchill, atravesaba su segundo período como primer ministro. A lo largo de las décadas, el equilibrio de poder cambió en las audiencias semanales con sus jefes de gobierno a medida que Isabel acumulaba más conocimientos y experiencia.
La reina mantenía relaciones dispares con ellos. Se dice que era especialmente cercana a Harold Wilson, que fue primer ministro del partido Laborist) durante dos mandatos en los años 60 y 70. El ex Boy Scout de Yorkshire, que fumaba en pipa, describió en sus memorias la “relajada intimidad” que había entre ellos. En la década de 1980 se informó de que su relación con la primera ministra conservadora Margaret Thatcher, que gobernó durante 11 años, se había agriado.
Cuando John Major, sucesor de Thatcher, la conoció en 1990, era una “enciclopedia andante de la política contemporánea”, dijo Andrew Marr, locutor y autor de Elizabethans: How Modern History Was Forged (Elizabethans: Cómo se forjó la historia moderna). Cuando un primer ministro llega ahora con una crisis o un escándalo, saben que “ella ha visto pasar todas estas cosas antes”, dijo Marr. La reina lo expresó de otra manera en una entrevista de 1992 con la BBC: “Saben que puedo ser imparcial, y es bastante agradable sentir que uno es una esponja”.
El 26 de mayo, Johnson dijo en la Cámara de los Comunes que ella le había dado la razón en varias ocasiones, por ejemplo, recordando fechas históricas clave. “Nuestras conversaciones son siempre inmensamente reconfortantes, porque ella ha visto todo lo que hay que hacer, y ha visto el ciclo que va de la tristeza a la euforia”, dijo.
La relación también podría funcionar en sentido contrario. Al laborista Tony Blair se le atribuyó el mérito de convencer a la reina de que rindiera homenaje a la difunta princesa Diana tras su muerte en 1997, después de que se le acusara de haber juzgado gravemente el estado de ánimo del público.
En otras ocasiones se han puesto a prueba los vínculos. Recientemente, la oficina de Johnson se disculpó con ella en enero después de que saliera a la luz que su personal celebró una fiesta en la víspera del funeral de su difunto marido, el Príncipe Felipe, en 2021, cuando estaban vigentes las restricciones de Covid-19.
David Cameron también le pidió disculpas en 2014 después de ser grabado diciendo que había “purred down the line” (“ronroneado por la línea”, expresión que utilizó para decir que ella estaba de tono feliz o satisfactorio) cuando la llamó por teléfono para decirle que Escocia había rechazado la independencia en un referéndum.
La realidad es que nadie sabe verdaderamente lo que ella cree, a pesar de los reportajes de los periódicos que lo intentan. La noticia de primera página de The Sun en 2016, según la cual “Queen backs Brexit” (la “reina apoya el Brexit”), fue considerada “significativamente engañosa” por el organismo de control de la prensa del Reino Unido.
“La gente ha tratado de poner palabras en su boca sobre la Unión Europea y sobre Inglaterra-Escocia”, dijo Vince Cable, ex ministro del gabinete y líder liberal demócrata. “Pero no creo que haya llegado muy lejos, y no estoy seguro de que sepamos lo que ella piensa”.
La monarquía cambiará inevitablemente con su sucesor. Cambiará desde su relación con las naciones de la Commonwealth, con creciente sentimiento republicano, hasta esas discusiones semanales con los primeros ministros. Ya se está produciendo una transición silenciosa, demostrada por el hijo mayor y heredero, el príncipe Carlos, al pronunciar el discurso de apertura del Parlamento.
A medida que la reina inevitablemente tome un paso atrás de sus obligaciones de primera línea en los próximos meses, se plantearán preguntas sobre el impacto en la política. Carlos ya es conocido por las cartas de “araña negra” que ha escrito a los ministros a lo largo de los años con su característico garabato, expresando opiniones sobre todo tipo de temas, desde el calentamiento global hasta la arquitectura.
También está la cuestión de la actitud pública hacia la monarquía. A pesar de todos los elogios de los políticos, una encuesta de Ipsos publicada el 27 de mayo reveló que la nación está dividida sobre si la familia real es un lujo que el Reino Unido no puede permitirse. Las últimas cuentas muestran que la monarquía costó al contribuyente 87,5 millones de libras (US$111 millones) durante 2020-21, un aumento de 18,1 millones de libras (aproximadamente US$22.500 millones) respecto al ejercicio anterior.
La institución también tuvo que lidiar con las consecuencias de las acusaciones de abuso sexual contra el hijo de la reina, el príncipe Andrés, que resolvió en un tribunal estadounidense. El nieto, príncipe Harry y su esposa Meghan Markle, por su parte, se han desligado y mudado a Estados Unidos.
“Tienes a todos estos estadounidenses viendo The Crown y están atrapados por ella”, dijo Nigel Evans, vicepresidente de la Cámara de los Comunes, refiriéndose a la exitosa serie de Netflix (NFLX). “Tengo que decirles: la realidad es mucho mejor que la ficción”.
Con la asistencia de Kitty Donaldson.
Este artículo fue traducido por Andrea González