Bloomberg — La capital financiera de China advirtió por un resurgimiento del Covid-19, reforzando su capacidad de realizar tests de manera masiva a medida que los casos de transmisión comunitaria reaparecen y los residentes empiezan a moverse más libremente debido a la relajación de la mayoría de las restricciones.
Shanghái informó de siete nuevos casos de Covid-19 fuera de centros de cuarentena establecidos por el gobierno para el jueves. Se trata de la cifra más alta de los casos de esta naturaleza desde que las autoridades empezaron a relajar las restricciones el mes pasado tras declarar el fin de la propagación comunitaria. El viernes se registraron otros tres casos fuera de aislamiento.
Las autoridades dijeron que existía el riesgo de que el virus vuelva a brotar, dado el aumento de las infecciones de transmisión comunitaria desde que se levantaron las restricciones de movimiento para la mayoría de la población el miércoles.
La ciudad añadirá más puestos de pruebas de PCR, aumentará el personal en los lugares más concurridos y ampliará los horarios de servicio para satisfacer las necesidades de los residentes, dijo Xia Kejia, un funcionario a cargo del trabajo de pruebas Covid-19 de Shanghái, en una reunión informativa el jueves. Los residentes siguen necesitando un resultado negativo reciente para acceder al transporte público, entrar en centros comerciales o ir a la oficina.
El regreso de la propagación comunitaria plantea el espectro de una renovada imposición de medidas de confinamiento, ya que China sigue dedicada a su política Cero Covid, es decir erradicar por completo el virus, incluso cuando la mayor parte del mundo lo acepta como endémico.
Aunque trató de tranquilizar a los residentes diciendo que la ciudad está centrada en la vuelta a la normalidad, Wu Jinglei, el jefe de la comisión municipal de salud de Shanghái, dijo que “todavía existe el riesgo de que los casos repunten”.
Los nuevos contagios ascendieron a 74 en toda China el jueves, frente a los 61 del miércoles. Sin embargo, se trata de un cambio notable con respecto a las decenas de miles de casos notificados diariamente en la primera mitad de abril, cuando el brote de Shanghái parecía estar fuera de control, desencadenando un confinamiento en toda la ciudad que perturbó los negocios y trastornó la vida de la gente.
El drástico descenso de los contagios en todo el país, desde un máximo de casi 30.000 a mediados de abril, se considerará una prueba de que el Presidente Xi Jinping está tomando el rumbo correcto. El líder chino ha hecho del enfoque una piedra angular de su gobierno mientras busca un tercer mandato sin precedentes en el congreso del Partido que se celebrará a finales de este año.
China, que fue el epicentro original de la enfermedad, ha pregonado lo que considera su triunfo sobre el patógeno, y su celoso enfoque ha redundado en una de las cifras más bajas de muertes del mundo, especialmente en comparación con Estados Unidos, que ha registrado más de un millón de víctimas mortales.
Precio elevado
Pero mantener el virus fuera está teniendo un precio muy alto: el país esta aislado del resto del mundo y la mayoría de los economistas predicen que la nación no alcanzará su objetivo de crecimiento económico este año.
En algunos casos, las fábricas llevan meses cerradas y las cadenas de suministro están bloqueadas, ya que China ha puesto en marcha un programa de restricciones de movimiento, pruebas masivas y aislamiento obligatorio de todos los casos de Covid-19 y sus contactos cercanos.
Para ayudar a mitigar el trastorno económico y social que supone seguir con la política de Cero Covid-19, la Comisión Nacional de Salud dijo el miércoles a las autoridades locales que no ampliaran “arbitrariamente” los periodos de cuarentena ni impusieran restricciones al Covid-19 en las zonas de bajo riesgo.
Como parte de ese esfuerzo, China está creando la infraestructura necesaria para que las pruebas de detección del virus sean rutinarias. Se está creando una red de decenas de miles de puestos de pruebas en las ciudades más grandes y económicamente vitales del país, con el objetivo de que los residentes estén siempre a 15 minutos a pie de uno. Este cambio permitirá a ciudades como Pekín, Shanghái y el centro tecnológico de Shenzhen exigir la realización de pruebas con una frecuencia de hasta 48 horas, siendo necesario un resultado negativo para subir al metro, ir a una atracción turística o incluso entrar en una tienda.
Al realizar pruebas sistemáticas a su población, China podrá detectar los casos tan pronto como aparezcan, lo que podría evitar la necesidad de realizar confinamientos económicamente paralizantes y otras medidas más drásticas.
Dado que las pruebas se están convirtiendo en un elemento central, la comisión de salud del país también ha pedido a los gobiernos locales que refuercen la supervisión de los laboratorios de pruebas y se aseguren de que el personal recibe la formación adecuada, después de que se detectaran algunas infracciones.
Hasta ahora, Pekín ha evitado el confinamiento de toda la ciudad, ya que las restricciones de movimiento más específicas han conseguido frenar el brote. No obstante, las autoridades afirmaron el viernes que sigue existiendo el riesgo de propagación de Covid-19 en la capital, y que los ancianos no vacunados son los más afectados en la última oleada. Hasta las 3:00 p.m. hora local del viernes se habían registrado dos nuevos contagios.
A diferencia de muchos países occidentales, China no ha dado prioridad a la inoculación de sus personas mayores, lo que ha provocado que las tasas de vacunación sean más bajas, especialmente en los mayores de 80 años. Se trata de un obstáculo clave para la apertura del país, y la mayoría de los expertos apuestan por que China seguirá encerrada y unida con el Cero Covid-19 al menos hasta el congreso del Partido que se celebrará a finales de este año.
Este artículo fue traducido por Andrea González