Putin cree que el mayor aliado de su guerra en Ucrania es el tiempo

Cuál bando se doblegará primero puede ser la predicción más importante y difícil de la guerra dada la gravedad de su impacto en la economía mundial

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Bloomberg — A medida que la invasión rusa de Ucrania se convierte en una guerra de agotamiento, la respuesta a una pregunta más que cualquier otra probablemente decidirá el resultado: ¿De qué lado está el tiempo?

Gran parte de lo que ocurra estará determinado por la imprevisible dinámica del campo de batalla, especialmente cuando las fuerzas rusas intenten ganar territorio en el este de Ucrania antes de que la artillería pesada de Estados Unidos y otros países llegue para reforzar las defensas que tienen que superar.

El martes, el presidente de los estados Unidos, Joe Biden, escribió en el New York Times que había decidido aprobar el suministro de sistemas de cohetes de lanzamiento múltiple de 80 kilómetros a Ucrania, la artillería más potente enviada hasta la fecha.

Sin embargo, a medida que transcurra el tiempo, las vulnerabilidades económicas y políticas más amplias (la perspectiva de que el apoyo internacional a Ucrania se desvanezca y los componentes industriales de Rusia fracasen) adquirirán al menos la misma importancia. Y dada la gravedad del impacto de la guerra en la economía mundial, cuál bando se doblega primero puede ser la predicción más importante y difícil de la guerra.

Para Ucrania, que sigue en desventaja, devastada económicamente y que, según los analistas militares, tiene dificultades para integrar un flujo constante de reclutas, un riesgo clave reside en la durabilidad de del apoyo fiscal y militar del extranjero que ha ayudado a mantener la lucha.

Rusia se enfrenta en muchos sentidos, al desafío opuesto, con dificultades para reunir nuevas tropas y sin contar con importaciones, incluidos los componentes necesarios para producir y reemplazar los misiles guiados y otras armas perdidas en el frente. Como resultado, la ventaja de Rusia en cuanto a potencia de fuego apunta a erosionarse con el tiempo.

El presidente ruso, Vladimir Putin, parece contar con que la solidaridad internacional con Ucrania se fracturará primero, ya que las economías de todo el mundo se ven presionadas por la inflación y la escasez de alimentos exacerbadas por la guerra, así como por los divergentes intereses políticos y de seguridad internos.

“El estado actual de la economía mundial demuestra que nuestra posición es correcta y está justificada”, dijo Putin en un discurso pronunciado a finales del mes pasado en un foro de la Unión Económica Euroasiática, una alternativa a la Unión Europea (UE) dominada por Moscú que incluye a Armenia, Bielorrusia, Kazajistán y Kirguistán.

“Estas economías avanzadas no han tenido una inflación semejante en los últimos 40 años; el desempleo crece, las cadenas logísticas se rompen y las crisis globales crecen en áreas tan sensibles como la alimentación”, dijo Putin. “Esto no es una broma”.

Según Tatiana Stanovaya, fundadora de la consultora política R.Politik, “la estrategia de Putin es esperar a que esto ocurra y está absolutamente seguro de que tiene mucho tiempo porque ve que Occidente se enfrentará pronto a grandes problemas económicos y el descontento popular crecerá”.

Supuestos similares de debilidad por parte de Kiev y sus aliados resultaron catastróficamente erróneos en febrero, cuando Putin envió sus fuerzas esperando poca o ninguna resistencia. “Se equivocó”, escribió Biden en su artículo. “Si espera que vacilemos o nos fracturemos en los próximos meses, está igualmente equivocado”.

Sin embargo, hay indicios de que el máximo apoyo a Ucrania puede estar acercándose. Según una encuesta realizada entre el 12 y el 16 de mayo por el Centro de Investigación de Asuntos Públicos de The Associated Press-NORC, ahora son más los estadounidenses que dicen que la prioridad del gobierno debería ser limitar los daños a la economía estadounidense que castigar a Rusia. Con un 51% frente a un 45%, el resultado supone un cambio de tendencia respecto de abril, cuando se formularon las mismas preguntas.

Francia, Alemania e Italia, en particular, han empezado a pedir conversaciones para un alto al fuego que, si concluyera hoy, dejaría hasta un 20% del territorio ucraniano bajo control ruso. Hungría hizo mucho por diluir y retrasar la prohibición parcial de las compras de petróleo ruso que los líderes de la UE acordaron en principio esta semana. Turquía sigue bloqueando las solicitudes de Finlandia y Suecia para formar parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Los funcionarios rusos, mientras tanto, parecen confiar en que tienen tiempo al menos para lograr los objetivos mínimos de Putin para la “operación militar especial” en Ucrania, a saber, la anexión de todas las provincias de Luhansk y Donetsk que conforman la región oriental del Dombás.

La economía rusa parece haber resistido mejor de lo esperado la embestida de las sanciones estadounidenses y europeas, con un rublo fuerte, ingresos del petróleo y el gas elevados y expectativas de inflación que se estabilizan. Se espera que el aumento de los precios de los combustibles haga que Rusia obtenga este año ingresos extraordinarios por exportaciones energéticas de US$285.000 millones, lo que creará un gran colchón financiero contra las sanciones.

El pesimismo inicial en la comunidad empresarial rusa se ha convertido en la creencia de que las fuerzas del país prevalecerán junto con una carrera para comprar activos baratos dejados por los inversores extranjeros que se retiran, según un empresario que viaja regularmente entre Rusia, los Emiratos Árabes Unidos y EE.UU., que también pidió no ser nombrado.

Renault SA (RNO) ha transferido su participación mayoritaria, de US$2.300 millones, en el fabricante de automóviles AvtoVAZ a entidades estatales rusas por una suma simbólica. Holcim Ltd. (HOLN), el fabricante de cemento con sede en Suiza, dijo que vendería sus tres fábricas rusas. Muchas otras empresas ya se han ido.

Sin embargo, el reloj también corre para la economía rusa. El Producto Interno Bruto se contrajo un 3% en abril con respecto al año anterior, tras registrar un crecimiento del 1,3% en marzo, según una estimación del Ministerio de Economía, que achacó el cambio a “la presión sin precedentes de las sanciones” que afectan a las conexiones de transporte y a la demanda de los consumidores.

El banco central ruso prevé que el PIB se contraiga hasta un 10% este año y que la inflación llegue al 23%. La entidad ha citado las interrupciones de la cadena de suministro y la retirada de las empresas extranjeras como motores clave de una recesión que sería tanto “transformacional” como “estructural”.

Entre los más perjudicados, según un documento del Banco de Finlandia publicado el mes pasado, estará el transporte, desde la construcción de autos hasta la de aviones, así como la producción de maquinaria y electrónica. Sólo esto podría causar una pérdida neta del 4% del PIB con las sanciones actuales, o hasta el 10% si éstas se agravan.

“No creo que Putin y su gente hayan comprendido realmente lo integrada que está Rusia en la economía mundial desde hace 30 años”, afirma Iikka Korhonen, que dirige el Instituto de Economías Emergentes del Banco de Finlandia. La escasez resultante de importaciones avanzadas está destruyendo puestos de trabajo productivos, un proceso que probablemente se acelerará a medida que los inventarios se reduzcan y los componentes insustituibles se rompan en los próximos meses, dijo.

La industria automovilística rusa, la más dependiente de los insumos extranjeros, ya se ha paralizado, con el cierre de plantas por falta de piezas y la caída de las ventas interanuales del 79% en abril. Incluso las importaciones rusas procedentes de China cayeron bruscamente este año, ya que las sanciones forzaron la desvinculación de Rusia de la economía mundial.

“La gente se enfoca mucho en las variables financieras, como el rublo, pero creo que la variable clave no será ninguna de ellas, sino lo que ocurra en la economía real”, dice Branko Milanovic, antiguo economista del Banco Mundial que ahora trabaja en el Centro Stone de Desigualdad Socioeconómica de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.

Milanovic ve a Rusia embarcada en un experimento único, sustituyendo las importaciones de alta tecnología con componentes de una base industrial exsoviética que ahora tiene 30 años o más. Eso parece implicar, dijo, construir autos Lada sin bolsas de aire o sistemas de navegación, y expandir la producción de aviones de pasajeros Tupolev.

En la actualidad, casi todos los procesos de manufactura en Rusia dependen de la importación de componentes extranjeros, desde los chips de silicio taiwaneses, pasando por los widgets de la maquinaria básica de las fábricas, hasta las máquinas de rayos X Siemens de las que dependen en gran medida los sistemas de seguridad de los aeropuertos rusos, según Milanovic. Los componentes que pueden reproducirse en casa o importarse de China, y los que son insustituibles, surgirán sólo poco a poco y con el tiempo.

“Es la teoría de la junta tórica de la quiebra económica”, dijo Milanovic, refiriéndose a las juntas de goma defectuosas que condenaron al transbordador espacial estadounidense Challenger en 1986, “cuando te falta una sola pieza sin la cual no puedes continuar”.

Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.