Bloomberg Opinión — Los líderes de la Unión Europea acordaron finalmente prohibir la mayoría de las importaciones de petróleo ruso, allanando el camino para un sexto paquete de sanciones destinadas a erosionar la capacidad del Kremlin para financiar su brutal guerra en Ucrania.
Es una solución imperfecta que además llega tarde. También hace múltiples concesiones que extienden su implementación en el tiempo y cede a demandas de Hungría. La sanción al gas gas, cuya infraestructura vincula mucho más a Rusia con Europa, permanece fuera de la mesa. A pesar de ello, es un paso hacia adelante vital.
Primero veamos los defectos. El acuerdo del lunes llega con un retraso vergonzoso. Durante meses, Europa ha expresado su indignación por las acciones de las fuerzas del Kremlin, al tiempo que permitía la financiación del conflicto mediante cuantiosos pagos por petróleo y gas rusos. Según el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio, los países de la UE han pagado a Moscú 57.000 millones de euros (US$61.000 millones) por combustibles fósiles desde la invasión, una situación moral y diplomática insostenible que los Estados miembros apenas comienzan a abordar. En el caso del gas, el plan sigue siendo reducir la demanda y aumentar el suministro fuera de Rusia, lo que la Comisión espera, con optimismo, que pueda allanar el camino hacia una drástica reducción de las importaciones este año, y una eventual independencia.
Lo más preocupante es que tras las impresionantes muestras iniciales de unidad y velocidad, el indecoroso regateo que precedió a este anuncio puso de manifiesto fracturas en Europa que no harán sino animar a Moscú. Las discusiones terminaron con importantes concesiones al húngaro Viktor Orban, que fue capaz de bloquear un acuerdo durante semanas y poner sus intereses por delante de la seguridad colectiva, un precedente preocupante. Como resultado, las sanciones sólo incluirán el petróleo suministrado por vía marítima, con “una excepción temporal” para el petróleo de los oleoductos que los líderes volverán a tratar “tan pronto como sea posible”. La declaración también describe medidas de emergencia “para garantizar la seguridad del suministro”, en respuesta a las demandas de Orban de que se le permitan opciones si se interrumpen los suministros del oleoducto.
Otros compromisos hacen que algunas medidas no entren en vigor hasta seis u ocho meses después de que se adopte la propuesta. Ya se han abandonado algunas importantes y audaces, como un plan para prohibir que la industria naviera de la UE transporte crudo ruso.
Nada de esto debe restar importancia a algo que sigue siendo un logro significativo, casi impensable hace unos meses. Un embargo energético, aunque sea imperfecto, es doloroso para el Kremlin de inmediato, y es una importante señal de intenciones. Si se cumplen las promesas de Alemania y Polonia de desprenderse del petróleo de los oleoductos, el embargo debería cubrir el 90% de las importaciones de petróleo ruso a Europa para finales de año.
Los efectos en los mercados del petróleo y, en particular, de los productos derivados del petróleo, podrían ser dramáticos. Rusia es, con cierto margen, el mayor exportador neto de productos derivados del petróleo del mundo (EE.UU., cuyos volúmenes brutos son mayores, obtiene gran parte de sus exportaciones del refinado del crudo de otros países). Las importaciones europeas de diesel ruso representan alrededor de una quinta parte del comercio mundial de ese producto. Casi todo eso se terminará en cuestión de meses. Los contratos de futuros para el diesel europeo, que promediaron US$630 por tonelada métrica durante la última década, se están vendiendo al doble. Los inventarios en el centro de comercio de petróleo de Europa occidental están en niveles vistos por última vez de forma sostenida en 2008, cuando los precios del crudo Brent alcanzaron un máximo de US$146 por barril.
No es imposible que suceda otra vez. El Brent ya cotiza a US$123. En caso de un embargo similar al actual, podría alcanzar los US$150 en julio, según estimó el Instituto de Estudios Energéticos de Oxford a principios de este mes. Es probable que esto afecte a la industria pesada europea, dependiente del gasóleo, que ya tiene problemas con los altos precios, además de provocar una mayor inflación y aumentar el atractivo de los vehículos eléctricos e híbridos, que ahora representan casi la mitad de las ventas de automóviles de pasajeros del continente.
A corto plazo, es posible que Europa salga perjudicada mientras Rusia se beneficia del aumento de precios. Sin embargo, el panorama a largo plazo parece mucho más complicado para Moscú. No puede simplemente cortar el suministro de manera temporal sin sufrir consecuencias, y las sanciones sobre el seguro marítimo resultarán casi imposibles de eludir, dado que los especialistas operan en gran medida en Europa, EE.UU. y las naciones aliadas, ahogando el comercio de petróleo.
Sí, el gas está ausente. Rusia es el mayor exportador de gas y Europa es su mayor cliente y es cierto que, aparte de dejar de lado el gasoducto Nordstream 2, Europa se ha negado a restringir las importaciones, algo que a Rusia le habría resultado más difícil solucionar. Es posible que aún tenga que recurrir a Rusia para llenar los almacenes subterráneos de gas antes del invierno boreal. Todo ello es problemático, sin duda.
Pero aquí se puede encontrar aliento. El paquete más amplio incluye otros factores, como la retirada de más bancos, incluido el Sberbank (SBER), el más grande de Rusia, del sistema de pagos SWIFT. Las sanciones tienen un historial irregular a la hora de conseguir que los Estados cambien su comportamiento (especialmente los gobiernos autoritarios implicados en actividades que perciben como intereses nacionales fundamentales), pero el objetivo ahora es claramente aislar y drenar las fuentes financieras del Kremlin. A pesar de un rublo fuerte, sostenido por los controles de capital, y de un abultado superávit de cuenta corriente, las medidas impuestas por Bruselas, Washington y sus socios ya están funcionando. El impacto de las restricciones a la importación de componentes ya ha mostrado los límites de los programas de sustitución de importaciones de Rusia. Por ejemplo, es posible que Aeroflot PJSC (AFLT) se vea pronto obligada a canibalizar aviones para obtener piezas.
La guerra siempre ha dependido de las finanzas. Al cortar el flujo de dólares a las arcas del Kremlin, Europa hace que sea mucho más difícil para el Kremlin mantener la beligerancia actual. Incluso las sanciones defectuosas son mejores que la ausencia de sanciones.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.
Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.