Bloomberg Opinión — En 1974, Ken Langone formó una empresa de capital de riesgo, Invemed, y comenzó a buscar oportunidades. Como sugiere el nombre de la empresa, inicialmente se centró en el cuidado de la salud, pero no pudo deshacerse de la idea de que había grandes oportunidades en las mejoras para el hogar. A todo el mundo le gustaba mejorar sus casas, y al propio Langone, que se había criado en la pobreza, pero el sector de la mejora del hogar era arcaico y estaba fragmentado: muchas tiendas familiares con precios altos e inventarios limitados. ¿Por qué no crear supertiendas bien organizadas que ofrecieran todo lo necesario a precios bajos todos los días?
Langone pasó meses en la infructuosa búsqueda de personas que compartieran su visión antes de entablar relación con Arthur Blank y Bernard Marcus. Planearon meticulosamente sus operaciones, ideando el nombre de Home Depot para su nueva empresa. En 1979, los tres abrieron sus dos primeras tiendas en Atlanta (almacenes de techos altos de entre 55.000 y 75.000 metros cuadrados) y esperaron a que llegaran los clientes. Dos años después salieron a bolsa.
Home Depot Inc. (HD) demostró ser una de las grandes historias de éxito empresarial de la época, transformando el sector de mejoras para el hogar y convirtiendo a los tres fundadores en multimillonarios. Langone es uno de los grandes filántropos de la ciudad de Nueva York y ha donado más de US$200 millones a la facultad de medicina de la Universidad de Nueva York. Pero, como subraya en su efervescente autobiografía “I Love Capitalism!” (¡Amo el capitalismo!) , está igual de orgulloso de que Home Depot convirtiera en millonarios a 3.000 de sus primeros empleados, desde los recolectores de carritos en el estacionamiento en adelante, y de que en la actualidad ofrezca a 400.000 personas puestos de trabajo sólidos.
Los paralelismos entre la década de 2020 y la de 1970 son cada vez más numerosos. La economía se enfrenta a la amenaza de la estanflación. Los precios del combustible se disparan y se avecina una escasez. Los políticos se tambalean. El entorno internacional se deteriora. La Corte Suprema de EE.UU. está revisando el fallo Roe v. Wade de 1973. La tasa de homicidios se dispara en medio de una sensación general de descomposición social. En un reciente viaje a la ciudad de Nueva York, me llamó la atención el lamentable estado del centro de Manhattan, a medida que muchos ciudadanos normales abandonan las calles, sobre todo por la noche, para dejar paso a las personas sin techo y personas con enfermedades mentales. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que Joe Biden se dirija al país sobre el malestar nacional, o para que una plataforma de streaming decida hacer un remake de “Death Wish” (El vengador anónimo) de Charles Bronson?
La respuesta obvia a la perspectiva de una repetición de los años 70 es retirarse del mundo. Si puedes trabajar desde casa, abandona la gran ciudad por los suburbios, los ex-urbios o, mejor aún, el campo; si tienes suficientes ahorros, jubílate pronto. Tira la televisión y en lugar de ello, cultiva tu jardín. “Esta es una hora de la historia que perturba nuestras mentes y hiere nuestros corazones”, dijo el presidente Gerald Ford cuando asumió el cargo en 1974, cuando la década de los setenta comenzaba realmente a morder. “He empezado a pensar que los setenta son los peores años desde que comenzó la historia de la vida en la tierra”, añadió Joseph Alsop ese mismo año. Seguramente lo último que queremos es volver a vivir eso”.
Pero una mirada más cercana a la década de 1970 también sugiere una historia más optimista que contar. A pesar de toda la destrucción schumpeteriana, también hubo mucha creación; y más allá de todas las tonterías, había mucho sentido común: un grupo de intelectuales y políticos con visión de futuro desarrollaron soluciones para los males del mundo que tienen una relevancia renovada en la actualidad.
La década de 1970 fue un periodo de extraordinario vigor empresarial: Mientras las empresas tradicionales luchaban por sobrevivir, los jóvenes visionarios no sólo inventaron nuevas empresas sino que crearon industrias que transformaron el mundo, sobre todo la computadora personal y la biotecnología. La lista de empresas emergentes de esta década supuestamente sombría es impresionante: Southwest Airlines Co. (LUV), Federal Express Corp. (FDX), Nike Inc. (NKE), Genentech Inc., SAS Institute, Oracle Corp. (ORCL), Visa Inc (V)., Ben & Jerry’s HomeMade Inc., Charles Schwab Corp. (SCHW), Price Club, Microsoft Corp (MSFT), Apple Inc.(AAPL) y, por supuesto, Home Depot. Las dos principales empresas de capital riesgo de Silicon Valley, Sequoia Capital y Kleiner Perkins Caufield & Byers, se crearon en 1972.
Como mínimo, esto demuestra que las buenas ideas empresariales seguirán prosperando aunque los vientos económicos dominantes estén en contra. La innovación tecnológica continuó a pesar de la creciente inflación y el estancamiento del crecimiento. El desarrollo por parte de Intel del microprocesador 8080 a principios de los años 70, bajo la dirección de Gordon Moore y Robert Noyce, proporcionó las entrañas de la computadora personal. Entonces, bichos raros y aficionados compitieron febrilmente para producir una PC viable, independientemente de lo que ocurriera en la bolsa o en Irán. Steve Jobs y Steve Wozniak vendieron menos de 200 unidades del Apple 1, lanzado en 1976. Cuando Apple salió a bolsa el 12 de diciembre de 1980, a US$22 la acción, alcanzó una capitalización bursátil de US$1.800 millones y creó 300 millonarios. Bill Gates y Paul Allen se pasaron los últimos años de la década de 1970 jugando con el primitivo PC Altair 8800 y escribiendo un programa BASIC para él, antes de que un acuerdo con International Business Machines Corp. (IBM) en 1980 hiciera su fortuna.
Las eternas verdades empresariales, como las economías de escala y la mejora de la logística, siguieron dando sus frutos. Fred Smith persiguió obstinadamente su idea de entregar paquetes a través de un súper centro, a pesar de la “C” que le puso su profesor de Yale por el trabajo en el que planteó la idea por primera vez, del aumento del precio del combustible y de los US$29 millones de pérdidas que acumuló su empresa, FedEx, en sus dos primeros años. Dee Ward Hock se hizo rápidamente con el 20% del mercado de las tarjetas de crédito en EE.UU. al unir bancos independientes, convirtiéndose en el principal proveedor de “plástico” de EE.UU.. Price Club utilizó la misma técnica que Home Depot de aplicar economías de escala a un mercado fragmentado.
Los éxitos empresariales de la década de 1970 también pueden demostrar algo aún más fundamental: que los tiempos difíciles pueden ser positivamente buenos para la innovación empresarial, ya que las personas con talento se liberan de las viejas instituciones, las personas normales se ven obligadas a buscar gangas y el mercado de la distracción se dispara. La Gran Depresión vio nacer un número inusual de iconos empresariales: Morgan Stanley (MS), Texas Instruments Inc. (TXN), Krispy Kreme Inc. (DNUT), Knoll Inc., United Technologies Corporation, Polaroid Holdings Corp. y, proporcionando glamour y escapismo en una década sombría, Revlon Inc. (REV) y Walt Disney Co. (DIS). La legislatura de Nevada legalizó el juego en 1931, en parte porque el mercado del divorcio se había derrumbado, ya que las parejas decidían permanecer juntas en tiempos difíciles. Hewlett-Packard Enterprise Co. (HPE) se fundó durante la “depresión dentro de la depresión” de 1939, Hyatt Hotels Co. (H) durante la recesión de 1958 y Google durante la crisis de las puntocom de 1998.
La década de 1970 también fue testigo de cómo los intelectuales públicos desarrollaban poderosas soluciones a los problemas de la época, soluciones que acabaron forjándose en el neoliberalismo, el neoconservadurismo y diversas combinaciones de ambos. El American Enterprise Institute y la Brookings Institution, en colaboración, defendieron la desregulación, empezando por el sector de las aerolíneas. Michael Jensen y William Meckling expusieron la solución al problema de la autoindulgencia de los directivos en “Theory of the Firm” (1976) (Teoría de la empresa), con su visión de un mercado activo en el control corporativo. Milton Friedman sugirió una solución al problema de la inflación en forma de monetarismo. Publicaciones periódicas como The Public Interest y Commentary dedicaron los años 70 a señalar las formas en que “el ruidoso desgobierno del caos”, por tomar una frase de Milton, generado por las políticas progresistas sobre la policía y la ley y el orden, estaba destruyendo las ciudades de Estados Unidos (aunque no fue hasta 1982 cuando James Q. Wilson y George Kelling introdujeron su “teoría de las ventanas rotas”).
No será suficiente simplemente volver a aplicar estas soluciones a los problemas de la década de 2020: La revolución neoliberal de las últimas décadas ha producido nuevos problemas propios, en particular el aumento de la desigualdad y la creciente concentración empresarial, que requieren nuevas soluciones. Sin embargo, podemos reconfortarnos con dos cosas, ya que las comparaciones con los años 70 son cada vez más llamativas. La primera es que nos hemos enfrentado a problemas tan graves como los actuales y los hemos superado, gracias a una mezcla de audacia intelectual y determinación. La segunda es que el espíritu empresarial puede florecer por muy hostil que sea el terreno y por muy inclemente que sea el tiempo.
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Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.