¿Qué se obtiene cuando tres pandemias coinciden con una sequía? El pollo más caro que se ha visto en años.
Los precios de la carne más consumida del mundo se han disparado en los últimos meses. El pollo entero al por menor en los Estados Unidos costaba US$1,79 por libra (0,45 kilos) en abril, el precio más alto en 15 años de registros y aproximadamente un 19% más que su promedio de 10 años. En Tailandia, el cuarto mayor exportador después de EE.UU., Brasil y la Unión Europea (UE), aves similares costaban la semana pasada $62,50 baht (US$1,82) por kilo, lo que supone un aumento de un tercio en seis meses. El pollo congelado al por mayor en Brasil se vendía en $10,21 reales (US$2,12) por kilo el 19 de mayo, más del doble de su promedio de 10 años.
Algunos desajustes impactantes se han producido como consecuencia de ello. Esta semana, Malasia dijo que detendría las exportaciones de carne a finales de este mes para asegurarse de tener suficientes suministros internos. Esto ha provocado cierta alarma en Singapur, que considera el arroz con pollo de Hainan su plato nacional y depende de su vecino para el suministro de aves frescas. Taiwán hizo lo contrario el mes pasado, relajando las restricciones de cuarentena sobre las aves de corral para aumentar las importaciones desde EE.UU.
En Estados Unidos, las raciones de alitas de pollo se venden al doble de lo que costaban hace unos años, mientras que la cadena de supermercados británica Co-operative Group Ltd. ha advertido que la carne de pollo podría llegar a ser pronto tan cara como la de vacuno. Las acciones de productores de carne de pollo como Pilgrim’s Pride Corp. (PPC) y Tyson Foods Inc. (TSN) se han disparado.
La causa de todo este caos ha sido una verdadera carga de caballería de jinetes apocalípticos. Tres pandemias separadas están exprimiendo la carne blanca. Una variante de la gripe aviar que rara vez infecta a los humanos, pero que es devastadora para las parvadas, ha barrido las principales regiones productoras. El resultado ha sido el sacrificio masivo de aves de corral, ya que los ganaderos han luchado por detener la propagación. Sólo en los Estados Unidos se han sacrificado más de 38 millones de pollos desde principios de febrero. En Francia se ha sacrificado una de cada 20 aves. Entre los principales productores avícolas del mundo, sólo Brasil y China se han mantenido inmunes hasta ahora.
En épocas normales, el impacto sería menor, ya que los consumidores se decantan por otras alternativas, pero una segunda pandemia, la peste porcina africana, sigue arrasando las piaras de cerdos del mundo, especialmente en los países asiáticos, donde la carne de cerdo es un sustituto especialmente común del pollo. Como resultado, esta alternativa no está desempeñando su papel habitual como válvula de seguridad para reducir la presión sobre las aves de corral cuando la demanda de proteína animal empieza a superar la oferta.
Por si fuera poco, hay que tener en cuenta nuestra propia pandemia. El pollo es una carne especialmente popular para la comida rápida y los restaurantes, y cerca de la mitad de las aves de corral en Estados Unidos se cocinan fuera de casa. Durante los dos años de Covid-19, ese extremo del mercado entró en una prolongada caída, lo que ayudó a llevar los precios minoristas estadounidenses a un mínimo de ocho años a principios de 2020.
Sin embargo, a medida que el mundo vuelve a la normalidad, el resurgimiento de la demanda choca con una industria que se ha adaptado a los niveles de consumo más limitados de la era del Covid-19. El mercado del pollo puede reequilibrarse con notable rapidez -los pollitos pueden criarse hasta el peso de sacrificio en poco más de un mes, en comparación con los seis meses de los cerdos y más de un año de los bovinos-, pero todavía llevaría tiempo reconstruir las parvadas hasta los niveles normales, incluso si la gripe aviar no fuera un factor.
Por si todo esto no fuera suficiente, también hay que tener en cuenta el impacto de la sequía. El coste del pollo está tan íntimamente relacionado con los granos utilizados para engordar a los pollos de engorda que los analistas suelen estudiar las relaciones precio-alimentación, que estiman la carne como un producto matemático de los precios del maíz y la soja, del mismo modo que los márgenes de las refinerías de petróleo se estilan como el diferencial entre el crudo y los principales productos.
El maíz, el grano más importante para la alimentación animal, alcanzó en abril su nivel más alto en 10 años y cuesta aproximadamente el doble que en la mayor parte de la década de 2010. El ciclo climático de La Niña, que suele traer condiciones secas y rendimientos agrícolas débiles a las zonas productoras de maíz del Medio Oeste de EE.UU. y Sudamérica, está entrando en su tercer año consecutivo. La soja estadounidense también suele sufrir durante los ciclos de La Nina, aunque los cultivos tropicales de Brasil lo hacen un poco mejor.
En los países ricos, la gente se lo toma con calma. Las subidas de los precios del pollo no afectan a los ingresos en la misma medida que el coste del combustible, y en los lugares donde los alimentos representan aproximadamente el 10% del gasto, no es difícil gastar un poco más. En los lugares donde la alimentación representa un tercio o más del presupuesto familiar, como en los países en desarrollo de Asia y África, la gente no tendrá más remedio que prescindir de ella. Incluso en Brasil, un país relativamente acomodado, los consumidores que en los últimos años han pasado de la carne de vacuno a la de pollo, están suprimiendo la carne por completo o sustituyéndola por huevos o carne de cerdo, ya que los años de recesión e inflación han reducido los ingresos.
Aunque el mundo necesita reducir su consumo de carne, esto no es motivo de celebración. Las proteínas siguen siendo una parte esencial de una dieta equilibrada, y los ricos no tendrán muchos problemas para pagarlas, este año ni el próximo. Sin embargo, en los países pobres con mayor riesgo de desnutrición, una fuente de nutrición y placer esencial está quedando gradualmente fuera de su alcance.
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Este artículo fue traducido por Andrea González