Shanghái cerca del fin del confinamiento pero angustia por Covid-19 crece en China

La estrategia contra Covid-19, que en su momento fue un claro éxito, se ha convertido en un lastre

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Bloomberg — Después de seis semanas de confinamiento de la población en sus casas, soportando la escasez de alimentos y el miedo constante a ser arrastrados por la fuerza, los cierres en Shanghái parecen tener una fecha de finalización. Pero la cada vez más tensa batalla de China contra el Covid-19 está lejos de terminar.

Las autoridades del centro financiero declararon el viernes que están tratando de detener la propagación del coronavirus en la comunidad para el 20 de mayo, una señal de que finalmente podrían desmantelar las agotadoras restricciones que han trastornado vidas y perturbado todo, desde la banca hasta la fabricación de automóviles. Sin embargo, la perspectiva de los confinamientos en las principales ciudades de China sigue siendo grande, y Pekín se enfrenta a una creciente lista de restricciones por Covid-19 que hacen temer que pronto sufra el mismo destino.

La estrategia china de Covid-19, que en su momento fue un claro éxito, se ha convertido en un lastre. El enfoque de tolerancia cero que mantuvo al virus alejado durante gran parte de la pandemia se está tambaleando ante la aparición de variantes más contagiosas, y la paciencia se está acabando para las restricciones a los viajes, las cuarentenas forzadas y las incesantes pruebas necesarias para intentar erradicar el Covid-19 de forma continua.

El objetivo de Shanghái de levantar el confinamiento se anunció después de que la ciudad no consiguiera en los últimos días mantener un lapso de tres días con cero infecciones fuera de las zonas de cuarentena. Ese ha sido un hito clave para que las autoridades locales de China consideren que un brote se ha contenido con éxito y justifique la reanudación de la vida normal.

Sin embargo, el presidente Xi Jinping parece estar adoptando restricciones cada vez más estrictas contra la enfermedad ante una reacción popular sin precedentes contra su estrategia de cierres y las advertencias de una fuerte recesión económica. La semana pasada, el órgano político supremo del Partido Comunista, el Comité Permanente del Politburó, se comprometió a “luchar resueltamente contra cualquier intento de distorsionar, cuestionar o negar” su política.

Para Xi, lo que está en juego es la política. Su gobierno ha promocionado la lucha de China contra el Covid-19 como moralmente superior a la de Estados Unidos y los países europeos, lo que hace difícil que cambie de táctica, ya que busca asegurar un tercer mandato como presidente, lo que sienta un precedente, a finales de este año. Esto ha obligado a las autoridades a mantener el rumbo y a tratar de reprimir las críticas internas, incluso cuando el jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus (considerado durante mucho tiempo por Pekín como un aliado) dijo que la estrategia Cero Covid-19 ya no era sostenible.

“Ahora está claro para cualquier persona que está muriendo más gente por el encierro que por Covid-19 y que se ha convertido en una excusa para impedir que la gente se mueva”, dijo Anne Stevenson-Yang, cofundadora de J Capital Research Ltd., que pasó aproximadamente un cuarto de siglo en China. “Este tipo de cosas tienden a alimentarse a sí mismas, así que a mayor represión, mayor revuelta, y las cosas se salen de control”.

La última medida que ha hecho cundir el pánico se produjo el jueves, cuando la Administración Nacional de Inmigración dijo que limitará estrictamente los viajes al extranjero no esenciales de los ciudadanos chinos y restringirá el acceso a los documentos necesarios para salir. Aunque la medida reforzó las normas existentes en lugar de instituir nuevos controles fronterizos, suscitó muchos comentarios de internautas preocupados por que las autoridades trataran de impedir que la gente saliera al extranjero.

“Es como echar sal en la herida”, dijo Sofia Fang, una profesional de las finanzas con sede en Shanghái. “¿Por qué nos impiden salir?”.

Las autoridades de Pekín también desmintieron el jueves el rumor generalizado de un cierre inminente de los 22 millones de habitantes de la ciudad, que estimuló las compras de pánico en las tiendas de alimentos. Las autoridades anunciaron que, en su lugar, harían tres rondas de pruebas de Covid-19 para la mayoría de las personas, al tiempo que aconsejaban encarecidamente a todos que se quedaran en casa. La policía, por su parte, dijo que había detenido a una mujer por fabricar supuestamente rumores sobre un supuesto periodo de silencio de tres días sin entrega de alimentos.

Al menos tres distritos de la capital china, entre los que se encuentran zonas populares entre los extranjeros que albergan a la mayoría de las embajadas, han hecho obligatorio el trabajo desde casa y han cerrado una serie de estaciones de metro y autobús para limitar los desplazamientos. Mientras tanto, las escuelas han permanecido cerradas este mes y está prohibido cenar en los restaurantes. También han cerrado locales como gimnasios y museos.

Aunque la mayoría de los analistas ven pocas perspectivas de que se produzcan protestas generalizadas o de que Xi sea sustituido de alguna manera, las medidas están empezando a erosionar la confianza en los dirigentes entre los ciudadanos que antes aclamaban las medidas de China como superiores a las del resto del mundo.

Al principio de la pandemia, había un apoyo generalizado a medidas como las pruebas masivas, el aislamiento obligatorio de todos los infectados y los cierres repentinos. Pero la aplicación más frecuente y contundente de estos controles en respuesta al ómicron está empezando a acarrear penurias que nunca creyeron posibles, especialmente en Shanghái y otros lugares cerrados.

Mientras que antes los ciudadanos chinos podían comparar favorablemente sus vidas con las de sus amigos y familiares que vivían en el extranjero, ahora su creencia en la superioridad del enfoque del Partido Comunista se ha tambaleado, afirma Mark Tanner, director general de la empresa de marketing y branding China Skinny, con sede en Shanghái, que mide regularmente el sentimiento de los consumidores chinos para sus clientes.

“Se sentían muy orgullosos de lo estupendo que era el sistema de China”, dijo. “Y de repente, creo que muchos de ellos probablemente sientan que es lo peor”.

Con la asistencia de Krystal Chia y Philip Glamann.

Este artículo fue traducido por Andrea González