Ciudad de Panamá — Pedro Pérez es un panameño común, de esos que cada día tienen que ingeniárselas para poder llevar alimentos balanceados a sus casas, pues cada vez le es más difícil alimentar a los suyos.
“Mi esposa es una maga. Veo como cada día exprime el dinero para poder comprar los alimentos básicos para nuestros hijos, pues la plata escasea y hay que multiplicarla”, afirma mientras frunce el ceño y hace un silencio que se interpone en medio de la conversación.
Y es que en una economía que proyecta un saludable crecimiento, cada panameño necesita hoy día al menos $275 dólares para poder satisfacer sus necesidades básicas de alimentación.
Héctor Alexander, ministro de Economía y Finanzas, sostiene que este año el crecimiento de la economía panameña no será menor del 5%, toda vez que se estima que el país seguirá destacándose regionalmente a nivel económico.
Trabajando como ayudante en una empresa distribuidora Pedro Pérez recibe cada quincena un salario de $320, monto que debe dividir en alimentación y pago de los servicios básicos de electricidad, telefonía y agua potable, entre “otras minucias”, como suele decir.
A abril de este año el precio de la canasta básica familiar se situó en $275.66, cuando en igual mes del 2021 se estableció en $264.40, según las cifras de la Autoridad de Protección al Consumidor y Defensa de la Competencia.
El aumento en abril de este año representa un centésimo de dólar más que en marzo, cuando la misma alcanzó los $275.65, y en febrero experimentó un alza de 0,6%, en productos como vegetales, verduras, lácteos cereales y azúcar.
La canasta básica familiar de alimentos en Panamá considera una ingesta promedio mínima de 2,305 calorías por persona por día y está estructurada en 10 grupos de alimentos y 50 productos que aportan el total de las calorías que se estiman requiere un individuo promedio.
Quizás como una ironía, entre esos productos se encuentran las manzanas, en detrimento de las frutas tropicales, y las gaseosas, ambos de alto consumo entre la población istmeña.
Un país netamente importador como Panamá ya sufre las consecuencias del conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, país este último de donde proviene más del 50% de los insumos necesarios para la producción agrícola local.
La guerra ha causado una gran conmoción en los mercados de productos básicos, alterando los patrones mundiales de comercio, producción y consumo de forma tal que los precios se mantendrán en niveles históricamente altos hasta finales del 2024, advirtió el Banco Mundial en su último informe Commodity Markets Out.
El aumento en los precios de los productos básicos alimentarios, de los cuales Rusia y Ucrania son grandes productores, y de los fertilizantes, en cuya producción se utiliza gas natural como insumo, ha sido la más marcada desde 2008.
“En conjunto esto representa la mayor crisis de productos básicos que hemos experimentado desde la década de 1970. Como ocurrió entonces la crisis se ve agravada por el aumento de las restricciones al comercio de alimentos, combustibles y fertilizantes”, señala en el informe el vicepresidente de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del Banco Mundial, Indermit Gill.
Dentro de este escenario, que cada día se decolora más, Pedro Pérez manifiesta con un dejo de cierto orgullo que al menos no forma parte de la legión de sus compatriotas que se encuentran en la informalidad laboral, que a finales del 2021 se situó en 47,6%, mientras que el desempleo se mantuvo en 11.3%.
“Mientras haya vida, hay esperanza. Ojalá esa guerra acabe pronto y el mundo vuelva a ser lo que antes era”, exclama Pérez, apretando un crucifijo que lleva en un collar que cuelga de su cuello. Amanecerá y veremos.