Guatemala — Un glifo con forma de cabeza de venado debajo de dos puntos y una línea es la evidencia más antigua de una anotación de calendario de la que se tiene constancia en la cultura maya, según publicaron el 13 de abril unos investigadores en la revista Science Advances, informó EFE.
El Proyecto Regional Arqueológico San Bartolo-Xultun compartió una poco usual fecha calendárica en fragmentos de murales excavados en el sitio de San Bartolo, Petén, Guatemala.
Según el artículo de EFE este fragmento y otros diez restos murales proceden de la pirámide de Las Pinturas, en el yacimiento arqueológico de San Bartolo (Guatemala), y el equipo encabezado por David Stuart, uno de los grandes expertos en esta cultura, los dató entre 300 y 200 a.C.
El equipo está integrado también por Heather Hurst, Boris Beltrán, y William Saturno.
El siete venado
Uno de los restos representa la fecha “siete venado” (7 Manik en maya), formada por dos puntos (de los que solo se conserva uno) y una línea, sobre la cabeza de un ciervo.
Los autores consideran que se trata de la anotación de calendario más antigua del área maya datada con seguridad y estiman que debería considerase entre las primeras evidencias del calendario (ritual) de 260 días en Mesoamérica, e incluso la primera.
El fragmento con la fecha, que se presenta junto a otros de texto en escritura jeroglífica pertenecientes al periodo preclásico tardío de la cultura maya (entre 400 a.C. y 200 d.C.), revelan “una tradición de escritura establecida, múltiples manos de escribas y murales que combinan texto con imágenes de un complejo ritual temprano”.
Aún hay más secretos
También, el medio internacional El País publicó un extenso artículo y detalló que, aunque los mayas y otros pueblos de Mesoamérica tenían distintas formas de organizar el poder y sociedades diferentes, usaban el mismo calendario ritual visto en San Bartolo, un calendario que siguen usando las comunidades indígenas.
Para los descubridores del siete venado, San Bartolo aún tiene muchos secretos por desvelar. Algunos siguen dentro de la pirámide. Pero otros están fuera. Hasta la ciudad llegan o parten de ella cuatro calzadas, refirió el medio español.
La arqueóloga Heather Hurst, detalló a El País, que los mayas tienen un calendario solar, como nosotros, pero también tienen uno ritual. “Nosotros también tenemos uno, la Semana Santa es parte de esa secuencia de rituales a lo largo del año”, añadió.
Estaba asociado a una mitología del origen y también para marcar las celebraciones que acompañaba al Haab, el calendario de 360 días.
Los cinco restantes, aunque se contaban, eran nefastos y la gente evitaba salir de sus hogares. Rodeando a ambos estaba la rueda calendárica, que completaba su ciclo cada 52 años. La compleja forma que los mayas tenían para organizar el tiempo se completa con la cuenta larga, un sistema vigesimal (de base 20) de contar los días de forma lineal. Es con esta última la que se ha permitido encontrar equivalencias entre el calendario maya y el calendario gregoriano, concluyó Hurst.
Una referencia personal
También, el Diario de Yucatán resaltó el hallazgo y explicó que el equipo analizó once fragmentos de pared recuperados entre 2002 y 2012. Estos restos fueron datados usando la técnica de radiocarbono primero en 2005 y después en 2020 para determinar las edades de los contextos arqueológicos de los que procedían.
Es posible que siete venado haga referencia a la fecha de un año, pero también que sirviera como referencia personal, pues algunas estaciones del calendario de 260 días fueron empleadas también como nombres de personas y deidades en tiempos históricos.
La fecha parece estar en una posición inicial, “quizás como parte de un título o para acompañar a una escena o a una figura humana que no se conserva”, indica la investigación.
Durante el periodo Clásico (del 200 al 900), los escribas mayas raramente usaban la cabeza del venado como glifo para el séptimo día y era mucho más normal emplear el símbolo de una mano en el que los dedos pulgar e índice se tocaban.
Este fragmento, indican los autores, es “un ejemplo muy raro de una clara fecha jeroglífica del periodo preclásico tardío. Solo un puñado de registros de fechas de ese periodo se conocen en los restos arqueológicos de Mesoamérica, de los que muchos son difíciles de datar con precisión”.