Bloomberg Línea — El Chelsea FC cayó de la gloria al infierno en menos de un año. El equipo inglés pasó de ser campeón de la Champions League y el Mundial de Clubes, a ver cómo se aleja del primer lugar en la Premier League y se le dificulta su paso a la semifinal del torneo de clubes más importante de Europa, con una serie que se definirá en Madrid.
El desempeño deportivo comienza a hacerse eco de las dificultades financieras del club, prácticamente bloqueado por las sanciones a su dueño, el ruso Roman Abramovich, y con el cartel de venta puesto hace casi un mes. La transacción por los ‘blues’ podría convertirse en una de las adquisiciones deportiva más costosas en la historia, a juzgar por las ofertas que se han filtrado y que valúan al equipo en un precio que es casi dos veces mayor a su valor empresarial (EV, por sus siglas en inglés) y siete veces a los ingresos operativos más altos que ha logrado en su historia.
Los cálculos son de Football Benchmark, una plataforma de datos y análisis sobre el negocio de fútbol y que escindió recientemente sus operaciones de KPMG. Según las cifras extraoficiales que se han conocido, la puja por el Chelsea está alrededor de los US$4.000 millones, lo que Andrea Sartori, fundador y CEO de la compañía de análisis, califica como uno de los precios más altos jamás pagados por una organización deportiva.
Sartori recuerda la compra que hizo Joseph Tsai por el equipo de la NBA Brooklyn Nets y su estadio por US$3.500 millones y la adquisición de la familia Glazer de las acciones del Manchester United entre 2003 y 2005 por más de US$1.100 millones. Incluso es superior a la sonada venta del Newcastle a la familia real de Arabia Saudita.
Los cálculos que ha realizado Football Benchmark en el pasado muestran que el mejor rendimiento del Chelsea fue en 2019 cuando su EV llegó a los 2.227 millones de euros (US$2.400 millones). De ahí en adelante, ha caído “debido a la fallida clasificación en la Champions League (en la temporada 2019/2020) y al empeoramiento de las actividades de negociación de jugadores”, según escribió Sartori.
A esto se le suma la forma en que Abramovich ha dirigido el club, con un foco sobre los éxitos en la cancha por encima de los resultados financieros. Los ingresos operacionales en la temporada 2018-2019 fueron de 512,9 millones de euros (cerca de US$558 millones) y luego cayeron un 6,1% en comparación con el promedio que se obtuvo en las dos temporadas siguientes, impactadas por el Covid-19, y que se ubicaron sobre los 481,9 millones de euros (sobre los US$524 millones).
Todos los caminos llevan a Londres
Pero ¿Qué justificaría una venta por US$4.000 millones y que es casi el doble al EV logrado en 2019? Las razones van desde el prestigio ya consolidado del club inglés, las perspectivas hacia el futuro, las ofertas que han presionado hacia arriba el precio e incluso la ubicación donde juega, pues Londres es una de las capitales culturales y económicas del mundo.
Además, no siempre se tiene la oportunidad de comprar al actual campeón de la Champions League, por lo que quienes tienen y pueden pujar por el club no han dudado en ofrecer una suma astronómica, más en la época del fair play financiero que pone un obstáculo a la hora de hacer inversiones multimillonarias que puedan asegurar un rápido éxito deportivo, plantea el análisis.
“La expectativa de que el crecimiento vuelva a la normalidad tras el difícil periodo de la pandemia, así como el mayor crecimiento de los derechos de retransmisión a nivel de la Premier League inglesa y de la UEFA, podría ser otro factor crucial para explicar la diferencia entre el precio y el valor”, añadió Sartori.
En el caso de los partidos de la liga inglesa, los derechos de emisión internacionales para el periodo 2022 a 2025 son un 30% más altos en comparación al periodo anterior, mientras que los de la UEFA son un 11% más grandes que el trienio anterior.
Para Marcela Chacón, vocera de Transactional Track Record, una plataforma de datos transaccionales, en el caso del Chelsea, el precio de la entidad, los ingresos operativos del club, los contratos, licencias, ventas de derechos televisivos y fichajes, entre otros, determinan el valor actual del equipo en términos transaccionales por encima de su valor empresarial.
A esto, Sartori le suma que la marca Chelsea podría ser monetizada globalmente para quien termine adquiriéndola y que hay un potencial, previa inversión, de ampliar el estadio del club inglés, el noveno más grande de la Premier League y el cuarto más grande de Londres.
Una cancha con más capacidad también “aportaría ingresos adicionales a través de los acuerdos de derechos de denominación del estadio”, que son la tercera fuente de ingresos más lucrativa para los clubes en el ámbito comercial, por detrás de los patrocinios de camisetas y los proveedores de equipaciones, según Football Benchmark.
Lo que falta en el proceso
La venta del equipo continúa a cargo del grupo Raine, un banco de inversión estadounidense. Según se ha informado, este jueves 14 de abril es la fecha límite para que se reciban las ofertas finales.
Una vez que se seleccione la mejor propuesta, según informo el Daily Mail, la idea es que se presente a la administración del primer ministro Boris Johnson la próxima semana, que tendrá que emitir una licencia especial para que se pueda llevar a cabo la transacción. La Premier League, por su parte, pretende que la venta quede lista antes del 31 de mayo.
“Es atípico que las transacciones ordinarias dependan de una aprobación por parte del gobierno. En el caso del Chelsea, el gobierno británico no desempeñará un papel activo en la selección del próximo propietario, pues el objetivo en este caso es garantizar que ningún dinero de la próxima transacción vaya a una entidad sancionada como lo es el caso de Roman Abramovich”, agregó Chacón.
La batalla por el club se disputa entre Stephen Pagliuca, copropietario del equipo de baloncesto Boston Celtics; la familia Ricketts, propietaria del equipo de béisbol Chicago Cubs; un consorcio liderado por Todd Boehly, un inversor estadounidense que dirige la firma Eldridge Industrie; y otro liderado por el británico Martin Broughton, quien fuera presidente del Liverpool FC.