Bloomberg Opinión — Twitter Inc. (TWTR) está descubriendo que lo único peor que tener a Elon Musk en tu junta directiva es no tenerlo. Esta máxima también funciona como un palíndromo lógico: encendido/apagado o apagado/encendido, Twitter se queda en el mismo limbo. Por eso, tras conocerse el domingo que Musk había rechazado la oferta de un puesto en la junta directiva, el CEO Parag Agrawal emitió (y tuiteó) una quejumbrosa no explicación de lo sucedido, metiendo al final esta plegaria:
No hagamos caso al ruido y concentrémonos en el trabajo y en lo que estamos construyendo.
“Buena suerte con eso” se queda corto. Twitter es ruido; un contendiente listo para ser la apoteosis de las cosas. Lo que ha fallado en la última semana es que su archienemigo rompió la cuarta pared que separa el caos de la sala de juntas. O, más bien, golpeó con fuerza esa pared y luego fue invitado a entrar, sólo para decir que no.
Esta semana se ha tuiteado mucho sobre por qué Musk compró discretamente una participación del 9% en Twitter y luego parecía estar dispuesto a convertirse en director. Esto es, en cierto nivel, algo que no tiene mucho sentido. Musk es una persona que simplemente a veces hace cosas y esas cosas se magnifican porque (a) construyó la mayor empresa de automóviles del mundo por capitalización bursátil y (b) eso lo convirtió en multimillonario.
Supuse que reflejaba la simbiosis entre la imagen que emite Musk y su larga necesidad, hasta hace poco, de reponer constantemente los fondos de su empresa automovilística vendiendo más acciones. En esta lectura, cada encuesta, rompecabezas e indignación en línea es parte de un espectáculo interminable para mantener la fábrica en funcionamiento. La compra de una gran participación en Twitter no era más que asegurar los memes de producción.
En gran medida, con o sin asiento en la junta directiva, Musk se ha asegurado Twitter. Las acciones se dispararon cuando se hizo pública su participación y se agitaron durante la noche cuando el mercado digirió la noticia de que no entraría en el consejo. Durante la semana pasada, la fiebre de la adquisición dio paso a la especulación sobre la posibilidad de que Musk aportara su magia a la popular plataforma, aunque en dificultades, alentada por los propios tuits de Musk. Tal vez realmente quiera hacerse con el control de Twitter y por eso no pudo firmar el acuerdo de mantener el statu quo que incluía el puesto en la junta. O tal vez, dada su perpetua batalla con la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) sobre los tuits realizados como CEO de Tesla Inc (TSLA)., piensa que es prudente no abrir un segundo frente desde otra sala de juntas. Posiblemente, ¿se aburrió?
Las posibilidades son infinitas, y Twitter proporciona un foro interminable para perpetuarlas, como la compañía se verá obligada a abordar en cada llamada de ganancias futuras hasta que Musk se retire o haga otra cosa. Como una de esas bolas de nieve de los dibujos animados que va acumulando masa a medida que se desplaza por el paisaje, Musk ha arrollado Twitter, la empresa, que ahora está en el camino, sacuendiéndose mientras gira una y otra vez.
Dondequiera que ese viaje viaje lleve a Twitter, ya se ha hecho mucho daño en el espacio de una semana. La propia llegada de Musk se vio empañada por su uso del estatus de inversionista pasivo para construir la participación, antes de cambiar de marcha y aceptar formar parte de la junta. A continuación, como suelen hacer los miembros responsables del consejo, lanzó propuestas de cambios de estrategia a las masas de tuiteros, junto con una propuesta para convertir la sede corporativa en un refugio para personas sin hogar. Su sugerencia (a través de una encuesta, ya eliminada) de que Twitter elimine la “w” de su nombre puede negarse de forma plausible como una broma inocente, pero recordemos que también tuiteó este hilo a finales del año pasado. Twitter, por cierto, tiene el objetivo declarado de que las mujeres constituyan la mitad de su plantilla en 2025.
Si Musk no ha terminado (y su presentación modificada de la 13D del lunes por la mañana sugiere que no lo está), la capacidad de la actual junta de Twitter para enfrentarse a él parece debilitada. Agrawal, en el mejor de los casos, parece un herido ambulante. Sorprendentemente, confirmó el problema con el enfoque no pasivo de Musk al anunciar (en Twitter, por supuesto) que había estado hablando con él durante semanas antes del anuncio. A continuación, se deshizo en elogios (ya sabe dónde) sobre los tremendos beneficios que Musk aportaría a la sala de juntas. Ahora que el “apasionado creyente e intenso crítico del servicio” no va a venir, Agrawal se reduce a presentar esto como algo bueno y a rogar a los empleados que se olviden de todo esto.
Pero, ¿cómo pueden hacer eso? ¿Silenciar a @elonmusk? Supongo que eso podría ofrecer una apariencia de paz. Por otro lado, si silencian a su no-director más poderoso, ¿cómo van a saber los empleados de Twitter lo que está pasando?
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.
Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.