Eduardo Levy Yeyati: “La inflación va a estar entre 60-70%” y “no se va a crecer”

En una entrevista con Bloomberg Línea, el economista dijo que los controles de precios son “para la tribuna” y puso en duda el cumplimiento de la meta de déficit

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Buenos Aires — El economista Eduardo Levy Yeyati proyectó un Índice de Precios al Consumidor de entre “60% y 70%” para este año, al asegurar que “lo único que le queda al Gobierno” para cumplir con las metas fiscales que acordó con el FMI “es licuar el gasto a través de una aceleración inflacionaria”.

En una entrevista con Bloomberg Línea, evaluó que hay “riesgo en cuanto al cumplimiento de esa meta de déficit porque el equipo económico “fue muy poco efectivo en cualquier medida que tenga que ver con la consolidación fiscal”.

Además, ex economista jefe del Banco Central de la República Argentina alertó que “la pelea interna y mediatizada por la coalición de Gobierno” representa un factor “muy dañino para todo el ambiente de negocios”.

El hecho de que las diferencias internas se diriman a través de los medios generan muchísima insatisfacción”, sostuvo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella y ex asesor durante el Gobierno del ex presidente Mauricio Macri.

La siguiente conversación fue editada por motivos de extensión y claridad.

Bloomberg Línea: ¿Qué te parece el acuerdo alcanzado con el FMI?

Eduardo Levy Yeyati: Pienso que el Fondo interpreta que el acuerdo es un puente hasta el 2024. No incorpora ninguna reforma estructural, supongo que reconociendo que el Gobierno no está en condiciones ni quiere hacer ninguna de esas reformas y evita el default. Esa es toda la finalidad. Evita una situación que es difícil de retrotraer porque cuando uno entra el default con el Fondo, no es simplemente pedir un acuerdo para pagar lo que debés porque el Fondo no te puede dar un acuerdo, si estás en default. Es como el huevo y la gallina.

¿Qué tan cumplible es la meta del déficit fiscal? El ministro Martín Guzmán reconoció que el acuerdo comenzó a negociarse antes de la guerra entre Rusia y Ucrania.

En riesgo está porque el Gobierno argentino fue muy poco efectivo en cualquier medida que tenga que ver con la consolidación fiscal. No tiene necesariamente que ver con la guerra, aún cuando el Gobierno le va a echar la culpa a la guerra. Es cierto que aumenta el costo de la energía, pero también es cierto que en muchos casos tendría que haber sido comprada el año pasado y se demoraron y ahora les impacta el aumento del costo. Entonces, no es la guerra, es la gestión de los insumos energéticos. Puede impactar en la inflación, pero la inflación no es una meta del programa. Va a aumentar el precio de referencia de la energía y, por lo tanto, de las tarifas por encima de lo que ya se tenía que corregir para dar cuenta del ajuste fiscal del programa. Va a ser más difícil, pero no hay que usar a la guerra en Ucrania como una cláusula de escape para hacer cualquier otra cosa distinta de lo que se acaba de firmar. Ahí va a haber una tensión con la gente del Fondo y confiamos en que el FMI va a hacer la distinción entre el impacto de la guerra y los desvíos de lo que el Gobierno comprometió en la carta de intención con el Fondo. Es decir, va a ser más difícil, pero no lo usemos de excusa para cualquier cosa.

Hablamos de en acuerdo que es criticado por una parte del Gobierno, la más cercana a la vicepresidenta, pero también por la oposición, que considera que se trata de un acuerdo light.

También es criticado por el FMI. Este acuerdo no le gusta a nadie, pero la alternativa sin acuerdo y, dada la situación a la que llegamos, con muy poco tiempo, no le pidamos cosas que nunca estuvieron sobre la mesa. El Gobierno nunca iba a dar más y si el Fondo le pedía más, posiblemente se llegaba a una situación de default. Lamentablemente, este Gobierno no está en condiciones ni tiene la vocación de hacer los cambios, las reformas y correr con los costos políticos de lo que hay que hacer para estabilizar la economía.

Por eso, en parte se habla de un acuerdo pragmático

Tiene algunas condicionalidades. Hay que tener en cuenta que el déficit fiscal del año pasado no fue 3% o 2,5%. Cuando se saca todo lo que es extraordinario o los aportes del Fondo a través de los DEGs. Está pidiendo un ajuste de 1% o 1,5% del PIB, que en cualquier otro caso sería razonable, pero en este caso y en este contexto es un esfuerzo para un Gobierno que, por empezar, debe pelear con sus propios aliados para mover una tarifa muy atrasada.

Recientemente, hubo una polémica porque la Secretaría salió a advertir que se estaba quedando sin fondos y peligraba el abastecimiento de gas.

Eso es anecdótico. En general, esa puja entre Hacienda y Energía existe todos los años. Por ahí con diferencias menores, pero esta vez, atravesado como está, por la pelea interna y mediatizada por la coalición de Gobierno, el pedido se hizo a través de los medios. La novedad es esa, que se hizo a través de los medios. Eso es muy dañino para todo el ambiente de negocios. El hecho de que las diferencias internas se diriman a través de los medios generan muchísima insatisfacción.

Hablábamos de lo estipulado en el acuerdo con el Fondo y de indicadores estimativos, como la inflación, en un rango de entre 38% y 48%. A tres meses de comenzar el año parece que está bastante lejos de poder quedar en esa zona. ¿Cómo lo ves?

El Gobierno hace tiempo que perdió convicción en sus propios números de referencia. Hay un punto subyacente que es más importante. Hoy tal como está la situación fiscal, el Gobierno precisa la inflación para diluir parte del gasto porque no está en condiciones ni tiene ganas de correr con el costo político de hacer un ajuste del gasto y, claramente, no puede subir impuestos. Ya no hay más espacio ahí. Podemos ampliar la base sobre la cual cobramos los impuestos, formalizando a la economía, las empresas, sobre todo las pequeñas y medianas, simplificando el régimen porque si no, las empresas no se van a fortalecer. Si no estamos en condiciones de subir tarifas, reducir el déficit de las empresas públicas, reducir el aumento de la nómina del sector público, lo único que le queda al Gobierno es licuar el gasto a través de una aceleración inflacionaria, que fue exactamente lo que hizo en parte el año pasado. Un 60% de inflación será ideal para el Gobierno, entre comillas. La inflación va a estar entre 60% y 70% este año. Es difícil que encuentre un equilibrio fiscal con una inflación del 40%. Independientemente de que no creo que vaya a ocurrir, no creo que el Gobierno la busque.

Y las medidas anunciadas no parecen ser muy efectivas.

Esas medidas que venimos viendo son para la tribuna. Una tribuna que está cada vez más vacía porque ya nadie aplaude. Con una inflación de 4,7%, algo tenés que salir a decir. Ni el Gobierno está convencido de que esto sirva, pero tiene que hacer algo mediáticamente para no quedarse de brazos cruzados mientras los precios se desarman. Hay cosas que sí podría hacer. Está subiendo la tasa de interés, aunque demasiado lento. Debería consolidar el déficit fiscal, empezar a emitir deuda a cambio de bajar la emisión de dinero. Si esas cosas las hace consistentemente, posiblemente la inflación a fin de año no sea de 5% o 6%, sino de 4% o 3%. Eso es lo que tiene que hacer. Lo otro es una respuesta mediática a una sorpresa inflacionaria frente a la que no puede quedarse sin reacción. Mi impresión es que el primer semestre va a ser alto, más elevado que el año pasado.

¿Qué podemos esperar para este año en la economía argentina como consecuencia de haber llegado a este acuerdo?

No mucho. Mi impresión es que los mercados, los analistas más serios anticipaban que al final venía el acuerdo porque el otro escenario es sabido que asusta también al Gobierno, que quería evitar un default. Ya estaba parcialmente incorporado a los precios, por eso no se vio más que un breve rebote en los activos argentinos. Sí se está viendo que la prima cambiaria que a fines del año pasado parecía que se disparaba de manera incontrolable hoy no ha bajado mucho, pero está en niveles menores. Hay gente que está volviendo a hacer el carry trade. No sé si es bueno o malo, pero está dando una señal de que el escenario extremo ha sido desplazado temporalmente.

¿Podemos esperar más inversiones?

No veo eso. Se da una cosa muy curiosa en la Argentina. Las empresas están ganando dinero en muchos sectores. En muchos casos, por cuestiones efímeras, por ejemplo, la brecha. Algunas de esas empresas además se benefician con protección comercial, con lo cual tampoco tiene mucha competencia de afuera por límites cuantitativos a la importación. Hay empresas que no son importadoras y les está yendo bien. Por ejemplo, la construcción se está levantando porque la gente prefiere invertir en activos reales que en activos financieros. Aún así no hay mucha inversión. Si le preguntás a un economista promedio cuánto se va a crecer este año punta a punta, es cero el consenso. No se va a crecer. ¿Qué pasa en un país en el que a las empresas les va muy bien y levantan dinero que podrían reinvertir y se niegan? Esa es la pregunta que se debe hacer un político para pensar la respuesta en 2024. No va a haber crecimiento sin inversión. Ahí hay cuestiones como expectativas, Gobiernos que estén dispuestos a pagar el costo político de estabilizar el mediano plazo.

¿Qué esperaría el empresariado para revertir las expectativas?

Estamos hablando de inversión real porque la inversión financiera viene, pero eso ya lo vimos en 2016. Eso no levantó la economía. En cuanto a la inflación real, es difícil porque no vino en 2016 a pesar del cambio de elenco y las reformas y esta vez va a tener más recaudos aún porque la experiencia de 2016 se frustró en los años siguientes. Como mínimo, vas a tener que mostrar un Gobierno que no sólo tenga en claro cómo estabilizar la economía y volver a generar expectativas de mediano plazo, sino que además muestre que esté dispuesto a pagar el costo político de esas reformas. En Cambiemos había buenas ideas, pero pocas reformas y muy tarde.

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