Si la paz en Ucrania parece deprimentemente lejana, la rendición de cuentas parece estar en otra galaxia. ¿Cuáles son las posibilidades de que Vladimir Putin comparezca ante un tribunal para responder por el infierno que ha desatado en Ucrania? Las chances parecen ínfimas.
Y, sin embargo, los líderes nacionales, los políticos, las organizaciones internacionales y un ejército de personas están trabajando para construir el caso de que Putin y su régimen cometieron crímenes de guerra. La Corte Penal Internacional, la Corte Europea de Derechos Humanos y la Corte Internacional de Justicia están investigando crímenes cometidos en Ucrania. Los ex primeros ministros del Reino Unido Gordon Brown y John Major han dado su apoyo a una iniciativa para crear un nuevo tribunal .
El miércoles, el secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, anunció que EE.UU. tenía evidencia creíble de crímenes de guerra cometidos por las fuerzas rusas en Ucrania. “Hemos visto numerosos informes creíbles de ataques indiscriminados y ataques dirigidos deliberadamente contra civiles, así como otras atrocidades”, dijo Blinken. “Las fuerzas de Rusia han destruido edificios de apartamentos, escuelas, hospitales, infraestructura crítica, vehículos civiles, centros comerciales y ambulancias, dejando a miles de civiles inocentes muertos o heridos”.
Desenvainar la espada de la ley internacional contra las armas termobáricas de Putin puede parecer una ilusión liberal, una que se siente destinada a mitigar la culpa por no poder montar una intervención más sólida. Pero además de la esperanza de justicia retributiva, estos casos legales son una parte fundamental para determinar en qué tipo de mundo viviremos después de la guerra de Ucrania.
Los realistas notarán lo difícil que es preparar y enjuiciar los casos de crímenes de guerra. Solo seis personas han sido condenadas y sentenciadas hasta ahora por la CPI (ICC, por sus siglas en inglés). Los juicios de Nuremberg, donde se formó y puso en práctica el concepto de crímenes de guerra, solo fueron posibles gracias a la derrota total de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Es probable que Rusia siga siendo beligerante durante el futuro previsible. Los tribunales posteriores, como los establecidos para procesar el genocidio y otros crímenes de guerra en la ex Yugoslavia y Ruanda, tenían que ser autorizados por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde Rusia tiene derecho de veto. Poca posibilidad de que suceda ahora.
Sin embargo, todavía hay razones de peso para perseguir casos de crímenes de guerra ahora. Una es que el proceso ofrece una pizca de esperanza de que las víctimas finalmente obtengan justicia. Otra es que puede elevar la moral de los refugiados y otras personas que enfrentan la realidad de la guerra. A medida que se desarrollan estos casos, eventualmente podrían incluso alentar a las fuerzas dentro de Rusia a desafiar seriamente a Putin, o a funcionarios de alto rango a convertirse algún día en testigos. Es mejor reunir la evidencia ahora, antes de que pueda ser destruida.
Enjuiciar los crímenes de guerra en Ucrania también debería ser más fácil que en otras guerras. Esta es la guerra más documentada que jamás hayamos visto. La evidencia está siendo recopilada por investigadores en el terreno, por aquellos que entrevistan a refugiados y por un ejército de investigadores expertos en tecnología, expertos en la recopilación de inteligencia de fuente abierta que están geolocalizando ataques contra civiles. El sitio de investigación Bellingcat está organizando y almacenando grandes cantidades de datos. Cotejar esta información para preparar un desafío legal también ofrece al menos una línea de defensa contra la desinformación futura.
La Corte indicada
Hay mucho debate sobre la forma correcta de abordar un caso de crímenes de guerra. Como señaló Brown la semana pasada , la CPI puede perseguir crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, pero no puede procesar a Rusia por el crimen de agresión ya que Rusia no ha firmado el Estatuto de Roma. Él y muchos otros argumentan que un tribunal especial es la respuesta.
Eso es ciertamente atractivo. Construir casos para llevar a la CPI es un proceso arduo y puede llevar años. Hay un cuerpo de derecho internacional que da mucha libertad a los combatientes. Gran parte de la evidencia que puede parecer clara para la mayoría de las personas podría no ser admisible según los estrictos criterios del tribunal. Puede ser muy difícil conectar los puntos entre, digamos, un ataque contra civiles y alguien en la cadena de mando.
El comandante serbobosnio Ratko Mladic fue declarado culpable de 10 de los 11 cargos en su contra, incluida la masacre de 1995 en Srebrenica. Pero su juicio comenzó recién en mayo de 2012 y concluyó recién en agosto de 2016. El caso involucró a 592 testigos y casi 10.000 pruebas .
Por el contrario, la creación de un tribunal para procesar la agresión puede ser una forma más rápida de conectar los puntos hasta el mismo Putin. Pero hay problemas con la idea. Rusia no sería el único país que lo consideraría politizado e ilegítimo. “La única razón por la que se creó la ICC fue para que no tuviéramos que crear tribunales especiales para conflictos individuales”, señala David Bosco, profesor de la Universidad de Indiana que ha escrito un libro sobre la CPI. A menos que Putin de alguna manera se presente a su juicio, ¿no resaltaría eso simplemente la debilidad de todo el proceso?
Roger O’Keefe, profesor de derecho internacional en la Universidad Bocconi, está de acuerdo en que un tribunal para juzgar a un jefe de estado en funciones tendría un problema de legitimidad. “Muchos estados serían excepcionalmente cautelosos y ni siquiera estoy seguro de que la CPI y otros involucrados en la justicia penal internacional estén encantados porque alimenta la acusación de que la justicia penal internacional es selectiva”.
Verdad y Reconciliación
También tenemos que ser honestos acerca de los límites de lo que pueden lograr los casos de crímenes de guerra. La justicia y la rendición de cuentas son imperativas, pero se necesitarán más que unas pocas condenas para lograr un cambio duradero. Los juicios de Nuremberg, a los que los alemanes respondieron con un mea culpa de casi 80 años, fueron en muchos sentidos una excepción. Los serbios consideraron durante mucho tiempo que el tribunal especial de La Haya para la ex Yugoslavia era antiserbio, mientras que los croatas y otros lo consideraban demasiado indulgente con los serbios.
En última instancia, Rusia será una amenaza hasta que tenga su propio ajuste de cuentas nacional. Aparte de un breve momento justo después del colapso de la Unión Soviética, los crímenes de esa época —la represión, los gulags, las injusticias de muchos tipos— fueron barridos debajo de la alfombra. Putin, en cambio, glorificaba el pasado. El ex campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov ha argumentado durante mucho tiempo que un país tan reacio a reconocer su pasado nunca podría abrazar la democracia y aun así hacer cosas horribles. “Más adelante, en algún lugar, la versión higienizada del pasado comunista se usará con efectos letales, como ya sucedió en Chechenia”, escribimos en un artículo conjunto en 2001.
La amnesia deliberada que sobrevino a la Rusia postsoviética tuvo consecuencias sangrientas. “Si el pueblo ruso y la élite rusa recordaran, visceral y emocionalmente, lo que Stalin les hizo a los chechenos, no podrían haber invadido Chechenia en la década de 1990, ni una ni dos veces”, escribió Anne Applebaum en su historia ganadora del Pulitzer en 2003 del gulag. Pero los rusos sabían poco de su propia historia.
La Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica y los juicios en Camboya de los brutales Jemeres rojos de Pol Pot ofrecen una idea de cómo los países pueden tratar de aceptar crímenes a tan gran escala. El proceso posterior al apartheid de Sudáfrica se centró en la unidad nacional en lugar de la justicia retributiva; tomó el testimonio de 21.000 víctimas de la era del apartheid, otorgó 849 amnistías e hizo recomendaciones detalladas para reparaciones. Los juicios de Camboya fueron vistos por millones. Ambos tardaron muchos años y recibieron duras críticas por sus múltiples imperfecciones y limitaciones. Pero al menos los delitos fueron documentados y reconocidos, lo que permitió a las personas intentar seguir adelante.
Hoy, la urgencia inmediata es encontrar una manera de poner fin a la guerra y preservar la integridad territorial de Ucrania. Paralelamente, es imperativo tanto para Ucrania como para el orden internacional que los casos de crímenes de guerra se procesen de cualquier manera posible, incluso si ese proceso es lento, defectuoso o incompleto. Quizás esas audiencias desencadenen un ajuste de cuentas atrasado dentro de Rusia. Porque en última instancia, independientemente de cómo se desarrolle este conflicto, Rusia seguirá representando una amenaza, para sí misma y para los demás, hasta que no solo se deshaga de Putin, sino que también abra el telón de su pasado.
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Este artículo fue traducido por Miriam Salazar