Ucrania está cambiando el orden mundial, pero no como Putin lo esperaba

Una guerra a gran escala ya no es impensable y las naciones europeas están reconsiderando lo que gastan, lo que compran y cómo tendrían que luchar

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Bloomberg — Dos días después de que el presidente Vladimir Putin enviara sus fuerzas armadas a Ucrania, la agencia de noticias estatal rusa RIA Novosti publicó un artículo que asumía una victoria inminente. Celebró “una nueva era”, marcada por el fin del dominio occidental, la ruptura de los lazos entre EE.UU. y Europa continental y el regreso de Rusia al “espacio y lugar” que le corresponde en el mundo.

A medida que avanza la guerra, anunciar la llegada de un mundo ruso para unir a Ucrania con Bielorrusia y Rusia parece, en el mejor de los casos, prematuro. RIA Novosti pronto eliminó el artículo. Pero el autor tenía razón en una cosa: la decisión de Putin de invadir parece estar cambiando el orden internacional, pero no necesariamente en la forma en que lo planeó.

Desde Berlín hasta Londres y capitales bálticas como Tallin, las métricas de defensa de Europa se han roto. Una guerra a gran escala ya no es impensable y las naciones están reconsiderando lo que gastan, lo que compran y cómo tendrían que luchar.

En lugar de separarse de EE.UU., los miembros europeos de la OTAN se han acercado. En lugar de reducirse a su tamaño anterior a la expansión de la década de 1990, como exigió Putin antes de su invasión, la alianza está colocando más personal en sus fronteras. La OTAN ha enviado unas 3.000 tropas adicionales a su flanco oriental, así como helicópteros, tanques y aviones de combate, para disuadir cualquier posible decisión del Kremlin de ampliar el campo de batalla.

“No importa cómo resulte esta guerra, y por cínico que suene ahora, los historiadores dirán que el ataque de Putin a Ucrania le dio a Europa el tiempo que necesitaba para recuperarse y poder enfrentarse a Rusia y, más adelante, a China”, dijo el general Richard Barrons, excomandante del Comando de Fuerzas Conjuntas del Reino Unido. “Ucrania está pagando un alto precio para ganarnos tiempo”.

La gran pregunta para Europa será qué hace con ese tiempo. El compromiso de Alemania de gastar 100.000 millones de euros adicionales (US$110.000 millones) es solo el ejemplo más obvio de intensificación militar, uno que tiene implicaciones para el equilibrio de poder dentro de Europa, así como con Rusia.

Otros países también están aumentando sus presupuestos de defensa, incluidos los tres pequeños Estados bálticos, que desde hace mucho tiempo han estado sonando la alarma sobre Putin. También están pidiendo a la OTAN bases permanentes, así como sistemas antiaéreos de largo alcance, aunque no está claro si los obtendrán.

Nada de eso sugiere un retorno a la estabilidad en Europa, sino un reconocimiento de su pérdida. La invasión de Putin a Ucrania “es un acaparamiento de tierras posimperial y poscolonial”, dijo la semana pasada Fiona Hill, exdirectora senior de asuntos europeos y rusos en el Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU., en la Universidad Estatal Metropolitana de Denver. “Si dejamos que esto suceda, estamos sentando un precedente para el futuro”.

Esos miles de millones adicionales se podrán gastar de manera efectiva o no. A medida que el impacto inicial de la guerra y el impacto inspirador de la resistencia ucraniana se desvanecen inevitablemente, la unidad y la determinación de la OTAN también pueden hacerlo.

Es posible que Putin aún pueda lograr algunos de sus objetivos y todo indica que puede elegir el aislamiento para Rusia, y la inestabilidad permanente para Ucrania y Europa en lugar de reconocer su error. La derrota podría poner en duda su supervivencia política.

“Todavía es una carrera”, dijo David Shlapak, investigador principal de defensa de Rand Corporation, un grupo de expertos de EE.UU. “Es una carrera en la que nos han motivado para comenzar a correr, pero sigue siendo una competencia que ninguno de los lados ganará o perderá desde el vamos. Hay muchas cartas que aún deben jugarse desde el lado de la OTAN para resolverlo”.

Shlapak fue responsable de un ejercicio de guerra que Rand realizó después de la anexión de Ucrania por parte de Rusia en 2014 para predecir qué sucedería si Rusia invadiera los tres estados bálticos. Los resultados llegaron a los titulares de las noticias porque eran aleccionadores: las fuerzas rusas llegarían a las capitales de Estonia, Letonia y Lituania en 60 horas.

En un “hecho consumado”, también cerrarían el llamado Suwalki Gap, un corredor terrestre que se extiende desde la frontera de Bielorrusia hasta el enclave ruso de Kaliningrado antes de que otros aliados más grandes de la OTAN tuvieran tiempo de responder.

Es natural ser escéptico ante tal ataque relámpago después de los eventos en Ucrania en las últimas tres semanas, pero también es demasiado pronto para decir qué cambiará la guerra en cuanto a las suposiciones alimentadas por el ejercicio de Rand, dijo Shlapak. Los líderes y comandantes de Rusia seguramente emprenderían un ataque a la OTAN de manera muy diferente.

Aún así, el ejército ruso ha sido fuertemente golpeado y su stock de misiles guiados de precisión se ha agotado. Salvo una escalada catastrófica del conflicto actual, eso debería hacer que una guerra de elección rusa con la OTAN sea menos probable en el futuro de lo que era antes del 24 de febrero, según Michael Mazarr , ex asistente especial del presidente del Estado Mayor Conjunto de EE.UU.

Sin duda, en tres o cinco años los generales de Putin habrán aprendido lecciones, reagrupado y rearmado, dijo, pero se verán obstaculizados por las sanciones que limitan el acceso a las tecnologías y las finanzas. La OTAN se estaría rearmando también.

Ahí, dijo Mazarr, es donde entra el cambio más preocupante en el orden de seguridad de Europa. La estabilidad entre las grandes potencias depende de llegar a algún acuerdo mutuo para mantener el statu quo, dijo. Eso se logró incluso con la Unión Soviética después de la década de 1960, pero nunca con la Rusia de Putin. Y, cualquiera que sea la noción establecida sobre la expansión de la OTAN posterior a la Guerra Fría, tal acuerdo ahora puede ser imposible.

Después de Ucrania, “no se puede tratar el tipo de régimen que está en el Kremlin como un socio geopolítico”, dijo Mazarr. “Ahora estamos encerrados en una confrontación indefinida con una gran potencia cada vez más humillada, hipernacionalista y peligrosa en declive”.

La preocupación en Washington se ha centrado en si China decide ayudar a Rusia a evadir las sanciones y reequiparse, una medida que invitaría a más sanciones estadounidenses y aceleraría la división del mundo en bloques económicos y geopolíticos. China ha negado que Moscú incluso haya pedido ayuda y hasta ahora hay pocas señales concretas de que lo hará.

En los estados de primera línea de la OTAN, los funcionarios de defensa están menos enfocados en la metida de pata militar rusa en Ucrania y más en la evidencia de que Putin puede actuar sobre suposiciones falsas.

“Rusia quiere restaurar este bloque de estados de tipo soviético en esta parte del mundo”, dijo el general de brigada Riho Ühtegi, comandante de la Liga de Defensa de Estonia, una reserva de voluntarios de 19.000 adultos y 6.000 cadetes. “Tal vez no seamos los siguientes: está Moldavia y todavía Georgia, hay un conflicto congelado entre Azerbaiyán y Armenia, y está Kazajstán: hay muchos lugares en los que Rusia tiene que hacer algo. Pero tenemos que estar preparados”.

Ühtegi dijo que ha recibido unas 1.000 solicitudes para unirse a su fuerza desde que comenzó la invasión de Ucrania, la mitad de mujeres. También planea comprar más armas antitanque y misiles antiaéreos disparados desde el hombro que los ucranianos han desplegado para tal efecto.

Sin embargo, sobre todo, Ühtegi está convencido de que los acontecimientos han demostrado que las suposiciones de Rand están equivocadas sobre cómo se desarrollaría una guerra de este tipo en el Báltico. Sin duda, las fuerzas rusas se trasladarían rápidamente a las capitales, pero la guerra, como en Ucrania, se libraría detrás de las líneas rusas y en las ciudades. No sería un hecho consumado. “Si las fuerzas de la OTAN tardaran en llegar, no llegarían a territorio ocupado”, dijo Ühtegi. “Estarían llegando a una zona de guerra”.

Los países bálticos siempre creyeron que Rusia representaba una amenaza militar y, a menudo en las capitales más al oeste y al sur se los consideraba alarmistas, si no paranoicos. Por improbable que parezca una decisión rusa de enfrentarse a la OTAN, el primer ministro de Lituania se unió a la fuerza paramilitar del país este mes. Pero no es tanto en los Estados bálticos o Polonia donde la invasión de Ucrania está obligando a un replanteamiento fundamental de la seguridad.

Además del nuevo fondo de Alemania, el canciller alemán, Olaf Scholz, se comprometió a aumentar el gasto anual en defensa al menos al 2 % del PIB de la OTAN, desde el 1,53 % del año pasado, una reducción que ha sido fuente de tensión con las sucesivas administraciones estadounidenses. Según el PIB alemán actual, eso representaría un aumento anual de US$21.000 millones, alrededor de un tercio del presupuesto total de defensa de Rusia.

La invasión de Putin ha tenido tal impacto en toda Europa porque todos comprendieron de repente que la distancia ofrece menos protección en una era de armas hipersónicas y guerra cibernética, de información y económica, según Barrons, el general británico retirado, quien ahora es copresidente de Universal Defense. & Security Solutions, una consultora de estrategia. “Es un viaje de 90 minutos”, dijo, “y ya tendrías misiles de crucero sobre Londres”.

Con la asistencia de Aaron Eglitis.

Este artículo fue traducido por Miriam Salazar