Bloomberg — Primero BP (BP), luego Shell (SHEL). En sólo dos días, los dos gigantes británicos de la energía se han deshecho de sus inversiones en Rusia que habían alimentado durante décadas y se han cerrado al mayor exportador de energía del mundo, probablemente para siempre.
La decisión de Shell Plc de abandonar su participación en el proyecto de gas natural licuado Sakhalin-2, una inversión que se remonta a la época de Yeltsin, se suma al anuncio hecho el domingo por BP Plc de que abandonará su participación en el productor estatal de petróleo ruso, Rosneft PJSC (ROSN). Sus decisiones presionan al resto de inversores extranjeros, entre ellos Exxon Mobil Corp.(XOM) y la francesa TotalEnergies SE (TTE), para que sigan su ejemplo, ya que la guerra de Rusia en Ucrania provoca una dramática ruptura del país con la economía mundial.
Las salidas se sentirán rápidamente en ambos lados. Las empresas energéticas estatales rusas perderán a los socios que aportaban capital junto con la experiencia comercial y técnica, mientras que BP y Shell reducirán el valor de sus inversiones en miles de millones de dólares. Los movimientos también marcan el final de una historia más larga: La búsqueda de riquezas por parte de las grandes petroleras en la industria energética postsoviética, que ofrecía acceso a algunos de los mayores y más lucrativos yacimientos del mundo.
En los caóticos años que siguieron a la caída de la Unión Soviética, los ejecutivos, incluido el entonces CEO de BP, John Browne, buscaron acuerdos rentables con un débol Estado ruso. Antes de que Rusia señalara por primera vez su ruptura con las normas internacionales al anexionarse Crimea en 2014, Shell hablaba de ampliar Sajalín, BP tramaba empresas conjuntas con su nuevo socio Rosneft y Exxon planeaba una de sus mayores inversiones para perforar en el océano Ártico de Rusia. Esas ambiciones, ya limitadas por las sanciones económicas existentes y el énfasis de la industria en el efectivo sobre el crecimiento, son ahora historia.
Rusia, proveedora de cerca del 10% del petróleo mundial y de más del 15% del gas, está cada vez más aislada.
“De la noche a la mañana, Rusia ha perdido las alianzas occidentales que tardó décadas en construir”, dijo Ahmed Mehdi, analista de la consultora Renaissance Energy Advisors.
Shell, la empresa más valiosa del Reino Unido, se involucró por primera vez en el proyecto Sajalín para explotar las reservas de gas en el remoto Lejano Oriente ruso a principios de la década de 1990. Tras verse obligada a vender una participación del 50% a la empresa estatal rusa Gazprom (GAZP) en 2006 (el gobierno de Putin no estaba satisfecho con las condiciones fáciles obtenidas del gobierno de Yeltsin), el proyecto de más de US$20.000 millones, construido para resistir el brutal invierno ruso, empezó a enviar gas a clientes de Asia en 2009.
Aunque Shell solo tenía una participación del 27,5% en el proyecto, seguía siendo clave en las operaciones al liderar el desarrollo y la explotación del primer proyecto de gas natural licuado de Rusia. Durante años hizo campaña para obtener el permiso para ampliar la planta, pero no había convencido a Moscú antes de que la crisis de Crimea acabara con la perspectiva de nuevas inversiones en petróleo y gas.
“Nuestra decisión de salir es una decisión que tomamos con convicción”, dijo el CEO de Shell, Ben van Beurden, al anunciar su decisión de abandonar. “No podemos, y no lo haremos, quedarnos de brazos cruzados”.
Exxon, que aún no ha dicho nada sobre el futuro de su negocio en Rusia, opera el cercano proyecto Sakhalin-1, que comenzó a exportar petróleo en 2006. El ejecutivo que dirigió la inversión de Exxon fue Rex Tillerson, que luego se convirtió en CEO y en el primer secretario de Estado del entonces presidente Donald Trump.
Gran defensor del potencial de Rusia, Tillerson había apostado por la estrategia de crecimiento de la petrolera de desarrollar proyectos de producción gigantescos con Rosneft en el Océano Ártico ruso. Al igual que la expansión de Sakhalin-2, esos planes se vieron obstaculizados por las sanciones impuestas tras la anexión de Crimea, pero Exxon había estado dispuesta a comprometer decenas de miles de millones de dólares en capital.
BP tenía una implicación aún más profunda en Rusia que Shell o Exxon. Tras el fracaso de una empresa inicial, la compañía británica fundó TNK-BP con un grupo de multimillonarios en 2003, creando uno de los mayores productores de petróleo del país y convirtiendo a BP en el mayor inversor extranjero de Rusia. En 2013 se vendió a Rosneft, obteniendo US$12.500 millones en efectivo y una participación del 19,75%. En ese momento, el entonces CEO Bob Dudley dijo que el acuerdo “nos da una maravillosa oportunidad de forjar una nueva asociación con una gran compañía petrolera rusa.”
Dudley seguía formando parte del consejo de administración de Rosneft hasta el domingo, al igual que su sucesor en el puesto de CEO de BP, Bernard Looney. Ambos dimitieron del consejo, y Looney añadió que la guerra en Ucrania “nos ha hecho replantearnos fundamentalmente la posición de BP con Rosneft.”
BP podría volver a vender su participación en Rosneft al explorador ruso con un gran descuento, según personas familiarizadas con el asunto. De lo contrario, tanto BP como Shell han indicado que podrían tener que marcharse. Equinor ASA (EQNR), el mayor productor de petróleo de Noruega, también ha dicho que abandonará todos sus negocios en Rusia.
“Muchas de estas empresas han invertido mucho tiempo, atención y capital, y ahora se ve el final de ese periodo de 30 años en el que lo que la gente ha trabajado duramente se detiene”, dijo Jonathan Elkind, investigador principal del Center on Global Energy Policy y exfuncionario del Departamento de Energía de Estados Unidos.
La atención se centrará ahora en TotalEnergies. La empresa francesa es la única que ha desarrollado un nuevo proyecto en Rusia incluso después de la imposición de las sanciones posteriores a Crimea. Es socio de Yamal LNG, un proyecto de exportación en la gélida costa norte de Rusia que comenzó los envíos en 2017.
Más recientemente, Rusia ha atraído capital extranjero para ayudar a financiar el desarrollo de nuevos yacimientos de petróleo. Desde finales de 2020, los operadores Vitol y Trafigura se han convertido en socios de Vostok Oil, una empresa para desarrollar una franja de reservas siberianas sin explotar. Ninguno de los dos ha dicho qué piensa hacer con sus participaciones.
“¿Es este el final de la línea para las grandes empresas energéticas occidentales en Rusia?” dijo Elkind. “Sin duda, marca el final de un gran y largo ciclo”.
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Este artículo fue traducido por Andrea González