Bloomberg — Durante casi dos años, el Covid-19 ha atenuado o cancelado los espectáculos que hacen de Los Ángeles la capital mundial del entretenimiento. El primer Super Bowl en la zona en 29 años será una medida no sólo de su salud económica, sino también de si la ostentación ha vuelto.
El estadio SoFi de US$5.500 millones albergará el domingo el evento más visto del país, el campeonato de la Liga Nacional de Fútbol Americano entre los locales Rams y los Cincinnati Bengals. Los angelinos han aprovechado el juego como el momento post-ómicron de la ciudad. El gobernador Gavin Newsom, que mantuvo cerrado Disneyland durante más de un año y la directora de salud pública del condado, Barbara Ferrer, la versión regional de Anthony Fauci, han dicho que el juego debería tener lugar.
“Traer de vuelta el principal evento de todos los deportes después de casi 30 años supone el regreso de Los Ángeles a la cúspide”, dijo Jeffrey Katzenberg, expresidente de Walt Disney Studios.
El Covid-19 afectó al condado de 10 millones de habitantes. La tasa de desempleo del área en diciembre fue del 8,4%, más del doble del promedio nacional. Pero después del pico de la ola de ómicron, el condado de Los Ángeles de repente vuelve a ser una sensación. No habrá restricciones de capacidad en el estadio de 70.000 asientos en Inglewood, pero se aplicará un mandato local del uso de mascarilla. Cada asistente recibirá una KN95 para usar.
El partido comienza a las 3:30 p.m. hora local, y la NBC espera que más de 100 millones de espectadores lo sintonicen. Los Rams son favoritos para ganar por 4 puntos, después de reponer su plantilla con veteranos, incluido el receptor Odell Beckham Jr. Los Bengals, en su primer Super Bowl desde la década de 1980, son liderados por el joven y carismático mariscal de campo Joe Burrow. El espectáculo de medio tiempo, un barómetro cultural incluso para quienes no les importa el deporte, contará con la presencia de los raperos de Los Ángeles Dr. Dre, Snoop Dogg y Kendrick Lamar.
Sin embargo, el Super Bowl en sí mismo no es más que el núcleo de un evento con capas y capas de hospitalidad a lo grande. En las últimas semanas, los trabajadores barrieron los campamentos de indigentes cercanos al estadio. Ahora, la región está inundada de conciertos y fiestas.
Shaq’s Fun House, un espectáculo organizado por el legendario jugador de baloncesto de los Lakers de Los Ángeles, Shaquille O’Neal, contó con la presencia del rapero Lil Wayne y una feria. La banda de punk Green Day y Miley Cyrus actuaron el sábado en el Crypto.com Arena, y el CEO de Goldman Sachs Group Inc. (GS) David Solomon, al que le gusta pluriemplearse como DJ, es parte de una fiesta de Sports Illustrated. Una fiesta organizada por TikTok promete vídeos y tutoriales de cocina.
“La belleza de este juego: es la fiesta más grande de EE.UU. y está en Los Ángeles”, dijo Gray Davis, un exgobernador que en 2020 se unió al grupo de trabajo sobre la pandemia de Newsom para la recuperación de empresas y empleos.
A la ciudad le viene bien. El partido de las estrellas de la Liga Mayor de Béisbol de 2020 en el estadio de los Dodgers fue cancelado como consecuencia al virus. (Se hará este verano boreal en la ciudad). Los premios de la Academia del año pasado se trasladaron de un teatro de Hollywood a un depósito de trenes del centro de la ciudad, con sólo unos pocos asistentes. Ómicron pospuso los premios Grammy, que han sido reprogramados y se trasladan este año a Las Vegas.
“No es ningún secreto que la economía de los grandes eventos se ha visto afectada”, dijo Christopher Thornberg, socio fundador de la empresa de investigación independiente Beacon Economics LLC. “Este es el comienzo, creo, del resurgimiento”.
La región se ha reactivado, aunque lentamente. Las autopistas vuelven a funcionar y las playas están llenas de actividad los fines de semana cálidos. Las reservas en restaurantes pueden ser difíciles de conseguir.
Los datos de movilidad muestran que el condado de Los Ángeles ha sido más cauteloso que el promedio del país a la hora de volver al comportamiento anterior a la pandemia. El tráfico en los comercios y lugares de ocio de Los Ángeles seguía siendo un 22% inferior al normal en la semana hasta el domingo, según los informes de movilidad de la comunidad de Google. La movilidad estaba moviéndose al alza hasta que la variante ómicron arrasó.
El Super Bowl “es una buena oportunidad para reanimarnos”, dice Hussein Mohamud, que dirige el restaurante somalí Banadir en Inglewood.
En Inglewood, el SoFi, que parece una nave espacial, puede verse desde la acera frente al restaurante de Mohamud. Banadir, cuya clientela incluye a conductores de Uber que prestan servicio en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, solía servir desayunos como el shakshuka. Ya no: el desayuno se convirtió en una víctima de los cierres por la pandemia; simplemente no había suficientes clientes para mantenerlo. Aun así, espera que el Super Bowl impulse las ventas.
El restaurante está bien surtido “a pesar de que el precio de los productos básicos ha subido”, dijo Mohamud durante un reciente y ajetreado almuerzo del viernes, señalando los precios más altos del aceite de cocina, el pollo deshuesado, los refrescos y las cebollas.
Kyle Kinnett, anfitrión de un evento masivo el domingo cerca de SoFi apodado Players Tailgate que anuncia el catering del famoso chef Guy Fieri, se encontró con un Los Ángeles muy tranquilo cuando hizo inspecciones del sitio en noviembre de 2020 durante una oleada de virus.
“Era como estar en la luna”, dijo Kinnett, cuyo Grupo de Eventos Bullseye tiene su sede en Indianápolis. “Era simplemente salvaje, como si Los Ángeles hubiera dejado de moverse”.
Él espera una escena muy diferente en su tailgate el domingo: “Tendremos entre 1.500 y 2.000 personas, pero será al aire libre. Así es como hay que hacerlo ahora”.
La entrada a la fiesta costará US$875, pero una cabaña reservada para 12 personas cuesta US$20.000. Podrás pasar el rato con antiguos jugadores de la NFL y comerte el plato de pollo frito “Crispy Fried All Natural Tenders with Signature Sauce Bar” de Fieri.
También hay un partido de futbol americano, para el que la demanda es intensa. Esta semana, las entradas han sido las más caras de la historia, con una media de US$7.542, según el revendedor TickPick. Alrededor de un tercio de los compradores proceden de un código postal de California, según TickPick, y un 27% de residentes de Ohio o Kentucky.
En una región extensa y diversa, la magnitud del Super Bowl se siente de forma intermitente. La marquesina de Pink’s Hot Dogs, el viernes pasado, apoyaba a los Rams, un equipo que se trasladó de nuevo al sur de California tras unas dos décadas en San Luis.
A un par de kilómetros de distancia, en el Grove, un centro comercial al aire libre en el distrito de Fairfax, el patio estaba repleto de gente en una tarde cálida y sin nubes. La única insignia de los Rams que se vislumbraba: una camiseta en un maniquí justo dentro de una tienda Nike y una única gorra en un peatón.
La escena era muy diferente al día siguiente en el centro de Los Ángeles. Los aficionados vestidos con camisetas abarrotaron el centro de convenciones de la ciudad para ver la llamada Experiencia Super Bowl de la NFL, una oportunidad para conocer a los jugadores del pasado y actuales, jugar y comprar.
Mia Lomeli, de 38 años, de San Bernardino, dijo que no podría haber imaginado hacerlo hace unos meses. “Pero estamos vacunados, con mascarillas”, dijo mientras señalaba a su hijo. “Estos momentos... no se pueden recuperar”.
Con la asistencia de Christopher Palmeri, Jonathan Levin, Alicia Díaz y Amanda L Gordon.
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Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.