Turismo regenerativo en LatAm: ¿por qué olvidarte del paquete todo incluido?

Los ‘viajes sostenibles’ ya no son la vara para aquellos conscientes de las emisiones que genera la actividad turística. Te contamos sobre proyectos que van más allá

Cabaña en el Hotel Calanoa Amazonas, en Colombia, y el inicio del senderismo con Top Che, en Chiapas.
04 de febrero, 2022 | 11:05 AM

Bloomberg Línea — Para tu próximo viaje quizás puedas hacer espacio en tus maletas y empacar nuevos planes socioambientales que lleven a convertirte en un viajero regenerativo (más sobre esto en breve), dada la crisis climática que exige nuevas dinámicas para revertir los daños al planeta en todos los aspectos de la vida.

El turismo tiene un lugar destacado en varias economías de Latinoamérica debido a su capacidad de generar divisas, favorecer la inversión, el desarrollo de empresas y, por ende, la creación de empleos.

Según el Banco Interamericano de Desarrollo, durante las décadas de 1970 y 1980 los gobiernos comenzaron a promover el turismo como un sector que podía impulsar el crecimiento económico. “En esas décadas se construyeron grandes centros turísticos que se beneficiaron de inversiones públicas y privadas en infraestructura”.

La mayoría de esos resorts han tenido un gran éxito a nivel comercial y sentaron las bases de la industria. Pero ese modelo en el que lo importante era el número de visitantes y camas trajo consigo una masificación turística con efectos ambientales negativos, y ha quedado obsoleto frente a las necesidades actuales. La escala alcanzada ha dejado en evidencia la fuerte presión que se ejerce sobre los ecosistemas, los recursos naturales, los sitios emblemáticos y las comunidades locales.

Y aunque la industria turística ha venido trabajando en disminuir su impacto negativo en el entorno bajo la etiqueta de la sostenibilidad, hoy es responsable del 8% de las emisiones gases de efecto invernadero (GEI) a nivel mundial, según Nature Climate Change. Y la Universidad de Sydney dice que su huella de carbono podría aumentar un 40% para 2025 y alcanzar las 6.500 millones de toneladas métricas de CO2.

En medio de este desafiante panorama, el turismo regenerativo surge como una propuesta holística que le da una nueva dimensión al turismo sostenible, yendo más allá de las labores de conservación y con el objetivo de llevar al centro el crecimiento de los pueblos originarios.

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El turismo regenerativo no busca retrasar el impacto del cambio climático, sino comenzar a revertirlo. De ahí que la propuesta apunta hacia la renovación activa del entorno. “Parece que cada vez ‘ser más verde’ es como que ‘mola’ más, pero realmente ha llegado el momento de pasar a la acción”, comenta Nani Angulo, socia fundadora de Green Pepper Travel, agencia europea que ofrece viajes hacia Latinoamérica basadas en este nuevo modelo.

Esta actividad representa el 42% y el 10% de las exportaciones totales en el Caribe y en América Latina, respectivamente, de acuerdo con un informe de la Cepal del 2019. Además, la economía del turismo denota el 26% del PIB total en el Caribe y el 10% en América Latina.

Sin embargo, el rubro ha impactado los ecosistemas de forma desproporcionada. “Muchos de los habitantes de América Latina y el Caribe sufren hoy los efectos del uso insostenible de recursos, falta de acceso a los servicios y, como resultado, un futuro sombrío”, según Jacqueline Álvarez, directora del Programa de la ONU para el Medio Ambiente en LatAm.

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“(Tenemos que) darnos cuenta de que la sustentabilidad no es suficiente. Si te vas a la raíz de la palabra, es sostener lo que hay y si seguimos como estamos, vamos a estar bastante mal”, afirma Alexa Pauls, directora del Área de Turismo Sostenible de la Universidad del Medio Ambiente (UMA). “Es volver a creer en el potencial de intervenir de manera positiva como especie en nuestro ambiente y mejorar las condiciones existentes”.

Se han visto algunos casos en los que el turismo masivo ha cobrado factura en la región. En Costa Rica, cuando una oleada de turistas impidió que cientos de miles de tortugas desovaran en las playas hace unos años; o en la laguna de Bacalar, en Quintana Roo, que ha estado perdiendo las tonalidades de los siete colores que componen su inigualable naturaleza; y en Perú, el Gobierno ha tenido que implementar nuevas medidas hasta restringir el acceso a algunos altares en Machu Picchu.

Oportunidades y nuevas tendencias tras la pandemia

La pandemia puede verse como un catalizador para que actores de la industria turística comiencen a trabajar en las transformaciones que deberían implementar ante un mercado que ha comenzado a buscar destinos no masificados.

Las expertas consultadas por Bloomberg Línea consideran que cada vez más se observa una mayor tendencia en la que el viajero, sobre todo de generaciones más jóvenes, ha tenido la necesidad de reconectar con la naturaleza y con lo que somos, en hoteles más pequeños, con gastronomía de campesinos de la zona y gente local que cuente sus historias para que el viaje sea una experiencia auténtica siendo capaces de vivir muchas realidades, debido también a la flexibilidad de sus trabajos.

La fundadora de Green Pepper resalta que Costa Rica, México, Colombia y Chile son los destinos ponentes en la región donde se puede encontrar este tipo de turismo. “Es vuestra forma de ser, vuestra identidad cultural, y me apasiona que exista, en Europa no tenemos esta conexión tan profunda que ustedes tienen”, haciendo referencia al arraigo con la naturaleza y lo ancestral, las costumbres, y la conexión entre territorios y pueblos originarios.

Para que este turismo alcance un fuerte auge los cambios tendrán que suceder a nivel de política gubernamental, sostiene Pauls. Un ejemplo de ello es Costa Rica, que reconoce a nivel federal la riqueza de su biodiversidad y que través de su Plan Nacional de Turismo establece que el modelo debe ser sostenible e inclusivo con la naturaleza. Además, promueve a las pymes en la industria por encima de las grandes cadenas y una descentralización de la oferta.

A continuación, dos iniciativas de turismo regenerativo en Colombia y México:

Regenerando con Top Che en la selva de Chiapas

La familia que trabaja y guía en el centro ecoturístico.

Enclavado en el corazón de la Selva Lacandona en esta entidad mexicana que limita con Guatemala se encuentra el Centro Ecoturístico Top Che (que significa flor en idioma maya), un campamento ubicado en unas ruinas mayas y certificado por la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, con instalaciones y actividades que a lo largo de los años han estado ligadas a las bases de lo que ahora se introduce como turismo regenerativo.

Su historia comienza hace unos 30 años, cuando “Don Enrique” (Chankin), “Doña Lola” (Chanuk) y familia llegaron a asentarse en la subcomunidad lacandona de Lacanjá Chansayab, en el municipio de Ocosingo.

Antes de que existieran caminos que condujeran a la zona arqueológica de Bonampak, Chankin guiaba a los viajeros a través de la selva durante horas para llegar a estas ruinas mayas. Les permitía acampar en sus terrenos hasta que un día, luego de hablar con una persona, surgió la idea de construir una cabaña para rentarla. El proyecto creció hasta conformar el ecoturismo en 2013 con 16 cabañas equipadas con biodigestores, ecotecnología, que a través de contenedores, transforma los residuos en biofertilizante o biogás.

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El centro, que emplea a 15 personas en planta y a otras 15 de manera indirecta, sigue cuatro caminos básicos en su día a día:

  1. El viajero se convierte en parte de la familia “y eso implica que tendrá la responsabilidad de cuidar todo lo que encuentre al llegar, que conozca (el lugar) porque al conocerlo profundamente, entonces se le toma cariño y respeto”.
  2. La familia lacandona que aún conserva sus tradiciones y comparte con los viajeros leyendas, vivencias y el significado de la cultura maya: “cómo está ligada tanto a la naturaleza, cuáles son sus raíces, como dice ‘Chan Kin viejo’: cada árbol está ligado con las estrellas, cuando un árbol muere, una estrella también muere”.
  3. Top Che trabaja con milpa tradicional basada en el “conocimiento ancestral de los astros” y que a diferencia de los cultivos que utilizan grandes hectáreas, ocupa pequeñas parcelas en donde se cultivan diferentes semillas y, de esta forma se prescinde del uso de químicos y fertilizantes porque entre las propias plantas se apoyan frente a todo tipo de plagas. El origen náhuatl de la palabra milpa se traduce como “campo cultivado” o “parcela sembrada” y es un sistema agrícola tradicional conformado por un policultivo. A la combinación maíz-frijol-calabaza se le conoce como “la triada mesoamericana”.
  4. El 80% de los alimentos que se sirven en el comedor son de producción local, tanto de agricultura como de piscicultura, comparte Raquel. “Te quedas sorprendida de cómo en pequeños lotes se puede producir tanto” como el achiote, la yuca, el maíz, el jitomate, el frijol, la calabaza, la caña, la papaya y el plátano.

Top Che también está involucrado en acciones de reforestación a través del programa del presidente Andrés Manuel López Obrador, Sembrando Vida, en el que cada seis meses deben entregarse resultados de al menos 1.800 árboles nativos en 2.5 hectáreas con un apoyo mensual de 4.500 pesos mexicanos (US$212,8).

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Este ecoturismo solo recibe a un máximo de 50 personas para evitar una carga excesiva al medio ambiente. Los visitantes pueden disfrutar de rafting en el río Lacanjá vestido de cascadas y manantiales y del senderismo en la selva a cargo guías lacandones que comparten sus saberes culturales y sus conocimientos sobre el agua, la flora y la fauna a lo largo del camino.

También experimentan un intercambio de palabras en maya mientras se avanza hasta llegar a la zona arqueológica de Lacanjá o la Ciudad perdida. Asimismo pueden participar en un taller de artesanías en donde se elaboran piezas con semillas como el ámbar de la selva, entre otras actividades.

“Nos gustaría que las personas supieran que todavía se puede hacer mucho en sus lugares de origen. En el caso de la cultura maya es algo que viene integrado, es una responsabilidad de vida”, afirma Raquel.

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Preservando la Amazonía

Un ecolodge en el Amazonas colombiano que se dedica a la conservación de la selva, a salvaguardar las tradiciones indígenas y a mover la economía de las comunidades locales.

En lo profundo del Amazonas colombiano, entre Puerto Nariño y Leticia, se esconde la Reserva Natural Calanoa. Un edén que es el hogar de la pareja Marlene y Diego Samper, y que se convierte en la casa de paso de viajeros que buscan conocer más sobre la cultura indígena y participar en proyectos ambientales.

Diego es antropólogo, arquitecto, artista, fotógrafo, músico y escultor; mientras Marlene es educadora ambiental, editora y conservacionista. Juntos han cumplido muchos sueños, entre ellos, construir el ecolodge Calanoa Amazonas.

Esta pareja huyó dos veces de la guerra, pero nunca olvidó su pasión por la selva. A sus 18 años, Diego decidió mudarse al Amazonas y tras varios años consiguió construir una granja autosostenible. Con el tiempo se sumaron su esposa y sus hijas. Eran felices colaborando con las comunidades, cuenta Marlene, hasta que una mina de oro llegó a la región.

“Empezó la violencia, llegó el narcotráfico y salimos en una noche, perdimos todo”. Tras escapar, retomaron sus sueños y conformaron en Bogotá una editorial dedicada a publicaciones de ecosistemas, tribus, arte y arquitectura. Pero tras 17 años de estabilidad, nuevamente la guerra los golpeó y huyeron a Canadá.

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Y, aunque dejaron su hogar a miles de kilómetros, sus conocimientos los acompañaron. “Hicimos exhibiciones en los mejores museos de Canadá sobre el Amazonas, dictamos clases y fue en esas aulas que nos pidieron que guiáramos nuevamente grupos de estudiantes al Amazonas. Volvimos y volvió el amor total por esta tierra y por su gente”.

La pasión fue tal que hace 10 años se hicieron de la Reserva Calanoa, y desde entonces no se movieron más. “Queríamos trabajar en conservación, arte y educación y la manera de financiarnos sin necesidad de andar pidiendo plata era un hotel. Entonces hicimos este ecolodge de siete cabañas”.

La construcción, diseñada por el propio Samper, se hizo con base en investigaciones de técnicas tradicionales, con materiales locales y reforestación. Además, funciona con energía solar y aguas lluvias ozonizadas.

“Nosotros no llegamos a Calanoa en el plan de hacer un hotel y ver cómo lo hacíamos sostenible. Llegamos con la sostenibilidad como concepto y estructura principal y de ahí se construyó”, dice.

¿Qué hace que este ecolodge brille en premios internacionales por su tarea de turismo regenerativo?

  1. Medioambiente: En el hotel no se aceptan botellas plásticas. Se provee agua pura a los turistas en cantimploras. Además tienen un programa de cero residuos y de hecho solo hay recipientes en la cocina y los baños. Además, tienen programas de siembra y reforestación.
  2. Comunidad: Cuentan con guías nativos con conocimiento ancestral que hacen recorridos por río y selva. De esa manera, son cuatro grupos de familias las que se ven alcanzadas directamente por el proyecto. Además de las personas que participan en clases, transporte y otras labores.
  3. Sabiduría indígena: En los servicios que ofrece Calanoa se incluyen clases de plantas medicinales, leyendas y mitos desde la visión indígena del bosque, talleres de cestería en fibras, entre otros. Todos dictados por miembros de la comunidad. Calanoa solo es un puente entre los alumnos y los maestros. *La comunidad propone los servicios que quieren que el ecolodge les ayude a promocionar.
  4. Conservación ancestral: Lideran proyectos de registro de uso de plantas medicinales, música, danza y conservación de la lengua ticuna. Los Samper se han dedicado a grabar las historias y cantos de los abuelos, generando así un archivo a disposición de la comunidad.

“No paramos. Hacemos lo que podemos para conservar la cultura y la selva pues es lo único que le queda a este planeta para sobrevivir. Calanoa es hecho en la región, con la región y para ella”, dice Marlene.

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