Bloomberg Opinión — No fue un buen día para Meta Platforms Inc. (FB) ni para sus inversores, pero sí para el capitalismo.
Después de que un informe de resultados trimestrales revelara un descenso en el número de usuarios activos diarios de Facebook -un hecho inédito para la empresa-, las acciones de Meta se desplomaron un 26% el jueves, se erosionó el valor de mercado de unos US$250.000 millones y los analistas declararon que el gigante estaba prácticamente muerto. Es posible que esa predicción resulte errónea. En cualquier caso, la venta fue un recordatorio de por qué el enfoque de Washington para reformar a las tecnológicas puede a veces no dar en el blanco.
Facebook cayó debido a los indicios de que está siendo superada por la competencia. TikTok, una aplicación de vídeo que apenas existía hace cinco años, está captando a los usuarios más jóvenes y se está convirtiendo en uno de los destinos digitales más populares del mundo. Otros servicios -Snap (SNAP), Discord, YouTube, Twitch y otros- están acaparando más miradas. Facebook, como pasó antes con MySpace, ha perdido parte de su atractivo.
Aunque Facebook sigue dominando una cuarta parte del mercado de la publicidad digital, se encuentra en una acalorada batalla con Google (GOOGL) y Amazon (AMZN), el último de los cuales ha aumentado rápidamente su cuota desde 2019. Y una creciente pizarra de nuevos participantes -incluyendo redes minoristas como Walmart y Target- probablemente sacudirá este mercado en los próximos años.
La implacable competencia de este tipo es una de las razones por las que la industria tecnológica de Estados Unidos está prosperando. Emplea a más de 7 millones de personas, paga sueldos superiores a la media y representa alrededor del 10% del producto interior bruto. Muchos de sus productos más populares son gratuitos. Y su inventiva ayudó a elementos significativos de la economía a navegar la pandemia, como debería entender cualquiera que haya utilizado Zoom (ZM).
Merece la pena tener todo esto en cuenta mientras el Congreso avanza en una serie de proyectos de ley antimonopolio que designarían a Meta y a un puñado de sus competidores como “empresas cubiertas”, necesitadas de nuevas normas para frenar su supuestamente inexpugnable poder de mercado. Los partidarios de los proyectos de ley afirman que la regulación no ha “seguido el ritmo” del espectacular crecimiento y evolución de las empresas tecnológicas en las últimas tres décadas. Se pierde en la discusión la posibilidad de que estos dos hechos estén relacionados.
Mientras tanto, la Comisión Federal de Comercio (FTC) sigue trabajando en un juicio sobre las adquisiciones que hizo Facebook -y que la propia FTC aprobó- hace casi una década, un caso que cada día es menos relevante.
Sin duda, hay casos en los que las leyes deberían actualizarse para empresas que no existían hace una generación. Y es justo preguntarse si estas empresas tienen ahora demasiado poder en la vida pública. Su papel en la difusión de desinformación es una grave preocupación social que el Congreso aún no ha abordado realmente, incluso cuando apunta a otras partes de sus negocios. Washington, como es habitual, tiene sus prioridades al revés.
El mercado está dejando claro que las empresas tecnológicas no son los monolitos invulnerables que algunos políticos han hecho ver. Cualquier regulación sensata debería partir de este principio.
La caída de Facebook es lo que parece el “vendaval de destrucción creativa” de Joseph Schumpeter en acción. Puede ser doloroso para los inversores individuales. Pero para el país, es una señal de progreso.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial