Bloomberg Línea Ideas — En marzo de 2004, después de insistir durante todo un año (con mensajes cada viernes a su secretaria Claudia Corzo) ella misma me dijo “el licenciado Bailléres dice que la recibirá para una entrevista, una sola hora el lunes de la semana que viene”.
No lo podía creer: el tercer hombre más rico de México en ese momento iba a dar su primera entrevista sobre sus negocios desde que tomó la batuta del Grupo Bal en 1967.
Tardó casi cuarenta años en aceptar esta otra entrevista.
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Yo llevaba tres páginas de mi Moleskine llenas de preguntas. No era para menos, porque su emporio tenía mucho para contar de cada negocio: Peñoles, la mayor productora de plata del mundo y el segundo consorcio minero del país; GNP (GNP*), una de las compañías de seguros más grande del país; Bal Holding, la unidad de compras consolidadas de sus empresas en Estados Unidos; Profuturo, una afore con poca competencia por esos años; El Palacio de Hierro, la cadena de tiendas departamentales de lujo de mayor facturación por metro cuadrado de Latinoamérica; ValMex, una casa de Bolsa de muy bajo perfil; el prestigioso colegio privado ITAM; sus ranchos ganaderos Begoña y Mimihuapam donde la cría de toros de lidia se combinaba con la producción de leche que vendía a Alpura y la operadora de plazas Espectáculos Taurinos de México. Fue el mayor empresario dedicado a los toros no solo en México sino en España donde operaba y construyó incluso nuevas plazas con su premiada ganadería Zalduendo.
Soy fanático de Luis Miguel. Siempre voy a primera fila en el Auditorio Nacional y canto y salto como una quinceañera. Llegué a pensar en invitarlo para mi fiesta de cumpleaños una vez, pero cambié de idea
¿Por qué decidió recibirme finalmente?
“Me daba mucha curiosidad que alguien me buscara sin parar, durante un año entero. Solo por eso. Pero no tengo mucho tiempo. Y quiero mi foto en esa escalera”, me dijo el magnate.
La cita fue en sus recién inauguradas oficinas en la punta de la pirámide de cantera roja que su amigo y socio Javier Sordo Madaleno había levantado en el barrio de Polanco (y que se le conoce como “El Palacio de los Palacios”, pues alberga una flagship de su cadena de tiendas). Su oficina era silenciosa, ultra ordenada pero a la vez exótica: pisos de lapislázuli, una alfombra de un enorme oso europeo que él mismo (un cazador obsesivo) había capturado, un pesado escritorio de madera y detrás de él un cuadro de Picasso, uno de sus artistas favoritos.
“Soy muy detallista. Yo mismo recorro los pasillos de El Palacio y les indico donde quiero cada producto, conozco lo que necesita cada uno de mis toros en los ranchos y he estado pendientes de todas las campañas publicitarias que hemos realizado con todas mis empresas”.
Entonces, me dijo algo que agitaría el mundillo de la publicidad mexicana, ya que reveló que él era el autor de uno de los eslóganes más estentóreos en la industria: “Aunque me lo niegue (la publicista) Ana Olabuenaga, yo fui quien un día al entrar a la remodelación de nuestra primera tienda en el Centro dije ‘Soy, totalmente Palacio’”.
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Me contó que le tocó ‘tomar las riendas’ de los negocios familiares a los 32 años cuando su padre murió en su casa al caerse accidentalmente por las escaleras.
“Me acuerdo que me llamó el presidente Gustavo Díaz Ordaz días más tarde a Los Pinos y me dijo que más vale que tuviera un plan para seguir adelante con los negocios porque de mí dependía casi el 8% del PIB nacional y más de 7,500 empleos (...) Y yo, aún en duelo, no tenía ningún plan. Por eso decidí enfocarme hacia adentro, hacia mis negocios y no hacia el exterior, a la prensa.
En esos momentos había otros negocios bajo su mando: la Cervecería Moctezuma (antes de fusionarse con la Cuauhtémoc y hoy parte de Heineken), Peñafiel, Banca Cremi y la Metalúrgica Peñoles.
En los 54 años que llevó la dirección de Grupo Bal, Baillères convirtió a Peñoles en la mayor productora de plata del mundo (y la segunda minera más importante del país después de Grupo México) y también incursionó en otros negocios como el petrolero con Petrobal, aprovechando la Reforma Energética que promulgó el expresidente Enrique Peña Nieto y que ahora Andrés Manuel López Obrador busca derogar.
De acuerdo con el Índice de Multimillonarios de Bloomberg, dejó una fortuna de casi US$8,500 millones.
Pero sin dudas por mucho, su mayor prestigio y estabilidad siempre se lo dió la plata. Fresnillo, su unidad de minería, es la líder global en producción de este metal: 58 millones de onzas de plata (es decir 1,800 toneladas al año). Una de sus minas más valiosas, precisamente Fresnillo en Zacatecas está activa desde 1554. La empresa inició su cotización en la Bolsa de Londres en 2008.
La charla que teníamos pactada de solo una hora se convirtió en tres y en dos sesiones más. Y después de hablar de la ruta de inversiones que tenía previsto para sus negocios, de las facturaciones que esperaba en torno a cada empresa, empezó a salir el otro Bailléres, el más humano y menos ejecutivo de traje sastre inglés.
“Soy fanático de Luis Miguel. Siempre voy a primera fila en el Auditorio Nacional y canto y salto como una quinceañera. Llegué a pensar en invitarlo para mi fiesta de cumpleaños una vez, pero cambié de idea. Convoqué a todo mi Directorio a una reunión especial donde les regalé a cada uno un CD de Luis Miguel y nos pasamos un par de horas hablando y cantando sus canciones”.
Mientras lo contaba jugaba con ritmo con sus dedos sobre el escritorio limpio de papeles y sin computadora a la vista.
Yo hago un retiro, solo, cada año a mi rancho en Guanajuato. Y ahi pienso mis estrategias para el año. En uno de esos retiros fue cuando decidí no comprar en la crisis bancaria de los 90 a Bancomer, un banco que era muy especial para mí porque lo había fundado mi padre. Pero entendí que era más por ego que por negocio que lo iba a hacer y desestimé esa idea”.
Recuerdo que le pregunté por su retiro (en ese momento tenía 73 años) me contestó entre ofendido y coqueto:
“¿Usted me ve viejo? Claro que la tengo pensado pero va a depender de las circunstancias en las que me vaya”.
Pero fue recién 17 años después, en abril de 2021, cuando decidió a sus 89 años dar un paso al costado y ceder la dirección del multifacético Grupo Bal a su hijo Alejandro Baillères, cabeza de GNP por varias décadas.
La noche del 2 de febrero de 2022, Alberto Baillères murió a los 90 años por complicaciones de Covid-19, después de ocho meses de haber dejado esa oficina como el máximo directivo de su conglomerado.
En nuestra entrevista le dije: Ahora que ya abrió las puertas de su oficina, seguramente deja de ser tan hermético y comienza a dar entrevistas.
“No. Esta es la primera y última nota de negocios que daré”.
Y cumplió. Aquella nota que fue portada de la revista Expansión de abril de 2004 fue la única entrevista a fondo que dio uno de los hombres más ricos de la historia de México y el rey de la plata mundial.
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