Bancos centrales y criptomonedas: se acerca la hora de la verdad

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Bloomberg Opinión — El director del Banco de Pagos Internacionales, Agustín Carstens, expuso recientemente una oscura visión de nuestro futuro financiero, citando al “Fausto” de Goethe y afirmando que el “alma” del dinero estaba en juego.

Advirtió que la proliferación de criptomonedas no reguladas y la expansión de las grandes empresas tecnológicas hacia el área de los pagos podrían dañar la confianza de los consumidores y dividir el sistema monetario. Para construir una alternativa más segura, dijo, los bancos centrales deberían emitir efectivo digital, que serviría de base para la tecnología de pagos del sector privado, al tiempo que frenaría los excesos de búsqueda de rentas de la industria.

Lo más destacable del discurso de Carstens no fue su llamamiento a las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC por sus siglas en inglés), dado que la idea lleva años rondando, sino su reconocimiento del vertiginoso ritmo de cambios impulsados por la tecnología financiera desde la pandemia. Carstens hizo un guiño al metaverso, a las DeFi (finanzas descentralizadas) y a las stablecoins (monedas estables), mostrando la rapidez con la que se han movido las cosas desde que Meta Platforms Inc. anunció su controvertido y finalmente abortado proyecto de moneda Libra en 2019.

Nos acercamos rápidamente a una hora de la verdad para la capacidad de los bancos centrales de controlar su papel en nuestro criptofuturo. Durante la pandemia, una cantidad récord de capital de riesgo se vertió en activos digitales el año pasado,. Sin embargo, los propios planes de los bancos centrales para la emisión de monedas digitales, como muestra el mapa anterior, han ido avanzando muy gradualmente. La mayoría permanecen en las páginas de los informes tecnocráticos o en experimentos de laboratorio. Un dólar digital o un euro digital siguen estando a años de distancia. Los mercados emergentes, con menos que perder, avanzan más rápido.

Es fácil ver por qué hay una desconexión entre el optimismo urgente y radical expresado por Carstens y la ambivalencia lenta mostrada por muchos países. Un reciente informe de la Cámara de los Lores del Reino Unido calificó a los CBDC de “solución en busca de problemas” y sugirió que una mejor regulación, en lugar de una nueva forma de dinero emitido de forma centralizada, sería una mejor respuesta a los riesgos de las criptomonedas y las tecnologías financieras. En Estados Unidos no hay deseo de ser el primero en actuar si eso desestabiliza al dólar. Una encuesta reciente del grupo de expertos OMFIF también sugiere que los consumidores de los mercados desarrollados parecen estar lo suficientemente bien atendidos por el sistema actual como para ver los CBDC con precaución.

Teniendo en cuenta que los bancos centrales actualmente tienen dificultades para cumplir su misión principal de lograr la estabilidad de los precios, ya que la inflación es más de tres veces superior al objetivo en gran parte del mundo desarrollado, asumir aún más poderes parece una gran petición.

Pero sería peligroso que la ambivalencia se convirtiera en inacción. Si hay un argumento positivo para los CBDC más allá de la fontanería silenciosa de los pagos al por mayor, sin duda se puede plantear ahora, especialmente porque los obstáculos están principalmente relacionados la política en lugar de la tecnología.

La visión de Carstens, si bien muy optimista, incluye algunas ventajas clave que la regulación no podría ofrecer por sí sola: Un CBDC podría funcionar como un respaldo a los pagos del sector privado, actuando como un refugio seguro en tiempos de crisis, y también proporcionaría un estándar más abierto y global de dinero e identidad digital de confianza, disminuyendo el atractivo de las criptodivisas como el bitcoin.

El profesor de la Universidad de Cornell Eswar Prasad, en su libro The Future of Money (El futuro del dinero, en español), expone otras ventajas. Por ejemplo, los pagos podrían ser más baratos y rápidos, los hogares de bajos ingresos y los que no tienen acceso a los bancos podrían tener un mayor acceso a los pagos digitales, y podría haber menos fraude y crimen. Además, la política monetaria podría mejorar si se aplicara directamente a las cuentas individuales. La distribución de los estímulos de la pandemia podría ser más fácil con las billeteras digitales.

Estos conceptos son disruptivos y sin duda tendrán costos. Estamos acostumbrados a llamar a nuestro banco para quejarnos de un error. Un CBDC también podría ampliar el papel del Estado en la economía, reduciendo potencialmente la innovación, al tiempo que afectaría a la privacidad y al papel de los bancos comerciales.

Pero los costos pueden mitigarse, como demuestran algunos proyectos en tiempo real. En lo que respecta a la privacidad, el naira digital de Nigeria, recientemente lanzado, permite pequeños pagos con sólo un número de teléfono, imponiendo controles más estrictos a medida que las transacciones aumentan de tamaño. Y en lo que respecta a la estabilidad financiera, el “Dólar de Arena” de las Bahamas limita la cantidad que se puede tener en las carteras digitales, reduciendo su impacto. Si estas iniciativas de los mercados emergentes dan sus frutos, será el momento de que Estados Unidos y Europa se planteen si dilatar una decisión durante los próximos años es la estrategia adecuada.

El discurso de Carstens ha señalado el pacto fáustico que se cierne sobre los banqueros centrales: cómo llegar a un acuerdo con el sector tecnológico que no condene el alma del dinero. Hay que elegir: O mantener el control absoluto de las tuberías y de todos los aspectos de la moneda permitida, o aceptar un papel potencialmente más reducido y centrarse en preservar la competencia en igualdad de condiciones.

Si los CBDC no ofrecen nada, no deberíamos tener miedo de decirlo. Pero si pueden ayudar, quizá no tengamos tiempo para seguir debatiendo.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Andrea González